martes, 21 de mayo de 2019

SU MAR SIGUE AZUL



Colaboración de José Martínez Ramírez

Pasan los años como relámpagos
y sigo cerrando mis viejos ojos
con la intención de verte mejor.
Entre trigales suaves una amapola
que, de tanto mirar de reojo,
rebosó mis bolsillos
de la estúpida sal de Lot
para lamer en mis heridas
que no paran de sangrar,
por la ausencia impertinente.

Los besos que esperan
hacen poesía del tiempo,
la mañana llega hospitalaria.
Es justa la fama de su risa
en esta Granada madrileña.
Su mar sigue azul y en su mano
trae a un Neruda misterioso.

En este amanecer los árboles
se mecen con el viento,
los pájaros de mayo cantan
y no paran de brillar,
es cierto que te veo en ellos
tan libres, tan inquietos,
impredecibles,
como abejas que traen miel
a los labios, mientras otras
apuñalan el corazón y después
se meten conmigo en mi cama.

Quiero parar el tiempo
justo en este momento
en el que un perfume dulce
de paraíso me invade,
y me ayuda a perder la memoria
dolorosa en las aguas,
e impasible con las rosas.

Con mis ojos cerrados te veo
cómo la brisa te abanica
con las alas suaves de cisnes
lejanos y vagos de Darío.
Agotando ya la vida
que se muere paso a paso.
Una libélula parada en el lago
sonríe como la primavera,
tímida como un niño
y expresiva con exceso.
Abracé el eco del susurro marino,
engullí la sal de los astros de ensueño,
me perdí halagüeño en el fuego
de los pétalos de seda tan ciegos,
naufragué en mi empeño
más no hallé trenes diarios
para llevar tu armonía,
y que todo el mundo te conociera
Navarra flor de la canela,
Andaluza del jazmín moruno,
Catalana del Cervantes más fiero.

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