sábado, 21 de noviembre de 2020

CRISTO REY

                                           Colaboración de Paco Pérez                                  EL JUICIO FINAL

Jesús, desde el momento que comenzó su vida pública, mostró a quienes se acercaban a Él una manera original de exponerles su mensaje pues lo hacía con ejemplos tomados de su entorno, así es como les hablaba del Reino de Dios pero...
¿Qué era realmente ese Reino que les mostraba?
La puesta en marcha de la promesa que Dios había hecho a su pueblo y que Él les mostró con naturalidad cuando practicaba una nueva forma de relaciones sociales, es decir, una forma sencilla de convivencia que ayudara a las personas a vivir con dignidad, el deseo de Dios, donde su justicia y misericordia beneficiara a todas las personas y donde la alegría presidiera siempre sus vidas.
Para que comprendieran mejor su propuesta Él no les daba normas y leyes morales, como hacían los judíos, sino que les aconsejaba cambiar sus comportamientos, que ablandaran sus corazones y que pusieran en práctica sus propuestas.
Como las cosas de Dios se mueven con lentitud pues con ese método, aunque suframos, se nos da la oportunidad de que podamos analizar más adelante los hechos y saquemos nuestras conclusiones. Esta realidad afectó al pueblo de Israel y con ella pudo experimentar el dolor que le causó la opresión de otros reinos cuando derrotaron a sus reyes y la deportación y esclavitud que sufrieron pero estas realidades les ayudaron después a simpatizar con Jesús cuando les hablaba del Reino de Dios pues sus palabras y prácticas no eran como sus vivencias anteriores sino que eran ejemplos de vida mostrados cuando se preocupaba por el prójimo dándole de comer, curándole sus problemas físicos, perdonándoles los pecados, acompañándolos en sus momentos de alegría y de dolor, enfrentándose a los poderes públicos y religiosos al denunciar sus injusticias… Pasan los años y en nuestros días nos preocupamos mucho de participar en los cultos parroquiales y muy poco de solucionar los problemas del prójimo, es decir, dos mil años después aún no hemos entendido a Jesús o no queremos entenderlo porque de hacerlo tendríamos que abandonar muchos hábitos de nuestra plácida vida.
El Reino de Dios que nos mostró hay que entenderlo como una invitación a cambiar nuestras formas de pensamiento y comportamiento, es decir, no podemos aspirar a entrar en el Reino diciendo que amamos a Jesús, el que tanto amaba a los pobres, y a la vez actuar a diario en la sociedad para acumular riquezas que empobrecerán más a otras personas. Este comportamiento equivocado es el que Jesús denunciaba y por eso los invitaba a cambiar, y aún nos sigue invitando, porque su camino es contrario al que nos muestran los gobernantes y las grandes fortunas.
El Señor es como el buen pastor porque siempre se preocupa por todas las personas y, de manera especial, por quienes son zarandeados con fuerza por las adversidades y, al no lograr levantar el vuelo, después caminan sin rumbo por la vida. Él, atento a nuestras necesidades, siempre está dispuesto a empujarnos en nuestra lucha por la supervivencia.
A pesar de todo no debemos olvidar que después de caminar aquí viajaremos al Reino de Dios y allí deberemos ir con los deberes bien hechos porque se nos juzgará teniendo en cuenta lo que aquí le hicimos a Jesús, es decir, al prójimo.
Pablo nos relata cómo será el final de los tiempos y para ello establece un orden lógico: Por Adán las personas murieron y por Cristo recuperarán la vida cuando llegue el momento final, Él sigue reinando aquí y cuando Dios logre exterminar a todos sus enemigos, la muerte será la última, Jesús le entregará su Reino y entonces sólo quedará el Padre y ya sólo Él lo será todo para todos.

 

 


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