sábado, 27 de abril de 2024

EL SEÑOR Y LA VIÑA

 

Colaboración de Paco Pérez

LOS CUIDADOS Y EL FRUTO

Jesús conocía bien la vida del medio rural, el trabajo diario en el campo y como se cultivaba la vid. Un día les recordó los cuidados que daban a los cultivos para obtener abundantes frutos… ¿Por qué?

Para enseñarles qué debían hacer cada día con los demás y las consecuencias que sobrevienen a quienes no lo hacen bien. Como ejemplo les habló de una “viña”; un “agricultor”, el Padre; unas “vides”, Jesús; los “sarmientos” que éstas generan, las “personas”; los cuidados que se dan a los sarmientos para que den “frutos” y cortar los que no rinden.

Dios siempre cuidó, y cuida, de su viña eliminándole lo perjudicial. Cuando dieron culto a otros dioses, unos pueblos extranjeros invadieron Israel, los deportaron, sufrieron la esclavitud y, años después, les ayudó a regresar. Esto prueba que todos debemos cumplir con la responsabilidad que nos corresponde y que el Padre nunca nos falla pero… ¿Seguimos fallándole o hemos aprendido la lección?

Hoy se nos invita, como sarmientos que somos, a permanecer unidos a la vid para dar buenos frutos porque de lo contrario el labrador tendrá que podarnos por comportarnos como sarmientos improductivos y quemarnos.

La vida real nos enseña que las plantas deben recibir, periódicamente, una limpieza de sus ramas o de los tallos improductivos porque de no hacerlo así se convertirán en plantas ornamentales y en esas condiciones no son rentables para los labradores. Si no cambiamos de comportamiento seremos como estas plantas y… ¿Nos perdonará el Padre o nos podará?

Jesús, con esta forma tan especial que tenía de comportarse, decía y hacía, convenció a quienes siguieron su ejemplo y cambiaron, formaron una comunidad sin fisuras empujados por la verdad y la justicia, todos arrimaban el hombro y caminaban guiados por la idea de ayudar al necesitado compartiendo las necesidades y los problemas.

Después de Jesús, algunos formaron las primeras comunidades cristianas, eran cautelosos con quienes no conocían porque los enemigos de la primitiva Iglesia los vigilaban para acusarlos y condenarlos. Cuando Pablo llegó a Jerusalén, como había perseguido a los cristianos, no se fiaron de él pero Bernabé lo defendió y lo acogieron. Allí predicó sin miedo, recibió amenazas de los judíos de origen griego, los compañeros lo protegieron e impidieron que lo mataran. Esta acción probó que la Iglesia iba creciendo, que vivían unidos y que estaban organizados.

Juan nos habla del amor que debemos tener al prójimo empujados por la verdad y la práctica para que quienes lo hagan así duerman en paz, tengan la conciencia tranquila, Dios esté a su lado y les conceda su petición.


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