Colaboración de Paco Pérez
MARÍA
ES EJEMPLO DE FE, ACEPTACIÓN Y ENTREGA
Tras
la invasión asiria Miqueas huyó, se refugió en Jerusalén y allí encontró mucha injusticia social, trabajó para enderezar a los paganos con oráculos de
destrucción, anuncios de esperanza y prometiéndoles que vendría un rey que
sería de la estirpe de David, tendría origen humilde, nacería en una población pequeña y con Él se
restablecería la verdad y la justicia.
Para recorrer los caminos del Señor les aconsejó hacerlo con humildad, sencillez, modestia y espíritu de servicio pero nunca con fuerza, espectacularidad, orgullo o grandeza.
Había
leyes que regulaban la convivencia familiar, religiosa o social y no reconocían
los derechos de las mujeres porque, al considerarlas personas incapaces de realizar
determinadas acciones, les negaban el derecho a formarse; elegir esposo, lo hacía
el padre; participar en los actos sociales y religiosos… Pero sí tenían que cuidar
de la familia; trabajar en la casa y, además, ayudar al esposo en los trabajos
del campo; permanecer encerradas en casa; cumplir con la ley de la pureza… Justificaban
ese trato argumentando que la mujer fue un regalo que Dios hizo al hombre para
que estuviera a su lado y le ayudara pero, como Eva no lo valoró, perdimos la
felicidad que nos regaló Dios.
Después
hubo mujeres que, con fe y creencia en Dios, aceptaron sus propuestas y se
convirtieron en protagonistas, como Isabel y María. Éstas arrinconaron la tradición
judía cuando recibieron la llamada de Dios y aceptaron. María visitó a Isabel para
cuidarla en los últimos momentos de su gestación sin pensar en los prejuicios
sociales del momento, viajar sola, y así ayudó a que Juan “El Bautista” naciera
bien. Con su respuesta quedó probado que cuando la fe y la protección de Dios
actúan las personas responden, salvan los obstáculos y el objetivo se alcanza.
¿Hemos
sabido valorar con sus ejemplos el papel que Dios regaló a la mujer?
El pueblo presentaba a Dios holocaustos y
ofrendas para complacerle pero Jesús les comunicó que no lo
deseaba, que
abandonaran esas prácticas, aceptaran la misión y se sacrificaran para alcanzar
la salvación.
Cristo
se sacrificó por todos y lo hizo una vez pero sus efectos fueron para siempre.
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