miércoles, 2 de julio de 2014

MIS VIVENCIAS CON EUFRASIO

Colaboración de Paco Pérez

 

El lunes nos regaló Santiago, un amigo de verdad para Eufrasio y su familia, una semblanza maravillosa de él.
No es mi intención repetir hoy las cosas buenas que él atesoraba porque ya nos fueron desarrolladas, con conocimiento y cariño,  por quien mejor lo conocía.

Quiero agradecer a Santiago el habernos brindado la oportunidad de leer su sentido y sincero canto al amigo desaparecido. También quiero manifestar que todo lo que se diga en el futuro de Eufrasio será poco, porque él era mucho más. Lo fue porque su vida sin quejas ni reproches fue un ejemplo maravilloso en el que podemos fijarnos para poder aprender muchas cosas buenas los que sin tener nada somos tan poco sufridos que nos quejamos, sin motivos, hasta de un simple resfriado.
Considero un deber aplaudir a Santiago, el amigo incondicional, por el comportamiento anónimo y sincero que tuvo con Eufrasio: en su postración y soledad, sacándolo de paseo durante muchos años, compartiendo sus penas y alegrías, siendo un vecino y amigo sincero... Lo ha hecho cuando se deben hacer las cosas con el prójimo, en vida, y no con el modelo social que hemos implantando… ¡¡¡Llevar flores a la tumba!!!
Los momentos de felicidad que le has regalado son las flores que no se marchitan jamás porque se conservan en el corazón del receptor hasta el final de sus días.
Considero que Eufrasio contaría los días que faltaban para que volvieras por el pueblo de vacaciones porque lo visitarías, comentaríais vuestras intimidades, programaríais sus futuras visitas al pueblo… Traerlo al pueblo y retornarlo no tendría precio para él y el subidón que experimentaría su estado anímico le haría cargar las pilas para un tiempo pues le ofrecías la oportunidad de pasear por nuestras calles, ser abrazo por sus paisanos y saludar a quienes no veía con frecuencia por estar fuera gran parte del año, mi caso. Estas flores que tú le ofrecías cuando venías te las compensó con una confidencia que, cuando te la hizo, la acogiste en clave de desánimo. Unos meses después el anuncio que te hizo sobre su inminente viaje al “Reino de los Cielos” se convirtió en realidad.
No es mi intención establecer comparaciones pero, cuando Jesús anunciaba las cosas a sus más próximos ellos no lo entendían porque les hablaba de cosas que no eran evidentes, Eufrasio tenía un conocimiento exacto de su salud, Jesús de su futuro, y debió de hacerse, con la gran inteligencia que le regaló Dios, una evaluación perfecta de su estado de salud real. Esta vivencia te servirá de compensación porque Jesús anticipaba las noticias a sus íntimos y Eufrasio, salvando las distancias, se lo predijo al mejor de sus muchos amigos… ¡¡¡Tu fidelidad fue compensada con el premio de ese anuncio que te hizo!!!
No puedo dejar de recordar a sus difuntos padres. Vivieron entregados de manera total a la atención de sus cuatro hijos y, de Eufrasio, en dedicación exclusiva. María y Blas, hermana y cuñado, tomaron de sus progenitores, al morir, la cruz de sus cuidados y lo hicieron con total responsabilidad hasta que los problemas físicos que nos regalan los años se vieron agravados por los esfuerzos físicos que hicieron con él cuando los requería su cuidado.
Eufrasio era algo mayor que yo, 68 y 66 respectivamente. Comenzamos a conocernos en la plaza de la iglesia. Él no podía participar en los juegos que en aquellos tiempos se organizaban allí porque éstos consistían en correr unos detrás de otros y se conocía popularmente como “los árboles” o dándole patadas a un balón en la “Lonja” de la parroquia, el solar que hoy es ocupado por el “Salón parroquial”.
En aquellos tiempos no tenía carro y la única forma que había para que estuviera en el ambiente como “mirón” era llevarlo en peso. Para ello él se ponía las manos por debajo de las piernas, a la altura de las rodillas, y se entrelazaba las manos. Entonces, normalmente eran los mayores quienes lo hacían, era cogido de los brazos para ser trasladado de la casa a la plaza o al revés.
Él, sentado en el suelo, observaba a los demás en sus movimientos, así es como se distraía.
Un año, en las “Fiestas de Santiago”, estaba sentado con Mari en el baile, tomando algo en un velador y escuchando al conjunto musical. Eufrasio apareció por el recinto ferial en compañía de unos jóvenes y lo llevaron hasta nuestra mesa. Entonces ya iba en su primer carro, se quedó con nosotros y se tomó un cubata ayudado de una pajita.
El ruido que el conjunto musical suministraba al ambiente era tremendo y, además, nuestra nula capacidad para entenderlo hizo que no pudiéramos mantener una buena comunicación. Después de un tiempo, Mari observó que se estaba inquietando y me lo indicó, yo comprobé que era verdad lo que me decía y entonces intenté averiguar qué le ocurría pero no hubo forma posible de poderlo entender. Los que lo habían llevado no regresaron. Nosotros continuamos hablándole para que se sintiera cómodo y cuando Mari  le preguntó si deseaba regresar ya a casa él asintió, tomé el carro y lo llevamos. Así acabó aquella noche de fiesta para él y nosotros.
Un tiempo después, era por la tarde, estuvimos de entierro y no recuerdo quién era el difunto pero debió de ser muy conocido de los dos porque nos fuimos juntos hasta el Cementerio.
Lo anecdótico de la tarde estuvo en la jugarreta que le gastó, sin esperarlo él y yo, el nuevo carro eléctrico. Todo iba con normalidad, chalábamos de manera desenfadada y un hecho inesperado hizo acto de presencia de pronto… ¿Qué ocurrió?
Al llegar a la esquina de JuanaLa Beatriza” o de “Cerote”, el carro imitó a un caballo y las ruedas delanteras se elevaron hasta una altura peligrosa y no lo derribó porque quienes lo rodeábamos reaccionamos de inmediato y evitamos el vuelco de espaldas. Una vez que lo retornamos a la normalidad le empujamos y así le facilitamos la subida.
El incidente ocurrido estuvo motivado por la fuerte pendiente que hay en ese punto de la calle, por el peso de la batería y de él y por el posicionamiento trasero de los elementos mencionados. Una vez recuperados del susto que nos ocasionó el incidente comenzamos a dialogar en términos ecuestres y nos reímos bastante.
Santiago nos ha mencionado sus vivencias en las colonias de verano con la FRATER, los amigos que cosechó durante esos años ha sido el elemento estrella de esa parte de su relato.
Yo corroboro esas palabras porque hace ya bastantes años que mantuve, durante el recreo en el Colegio, una conversación con una compañera. Durante ella salió a colación Eufrasio y me preguntó por él pues lo había conocido en esos campamentos, cuando ella participó como integrante del equipo de jóvenes voluntarios que colaboraban. Ella hablaba de Eufrasio maravillosamente y lo hacía en unos términos muy cariñosos.
Cuando recibí de Santiago la noticia de su muerte yo la comuniqué a Adriano Jiménez. Aquella noche Adriano estuvo en su parroquia de Úbeda, durante la misa se llevó una gran sorpresa cuando el cura oficiante habló de que ese día había muerto un buen amigo, Eufrasio. Les comentó que lo conoció en unos campamentos de verano y recordó sus cualidades como persona. La misa fue ofrecida por su alma.
Cuando tantas personas de distintos lugares confluyen con sus opiniones en la misma dirección es porque una gran VERDAD hay en torno a la persona de Eufrasio: Su trato, bondad y cariño caló hondo en quienes lo trataron y por eso fue una persona querida por todos los que lo conocimos.

¡¡¡Hasta siempre querido amigo, que descanses en paz allá donde estés!!!

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