sábado, 18 de junio de 2016

JESÚS… ¿QUIÉN ES PARA LOS CRISTIANOS?

Colaboración de Paco Pérez
Jesús, mientras vivió entre los hombres, generó muchos comentarios sobre qué hacía o quién podía ser pero la verdad de esa situación fue que ni los mismos discípulos sabían decir quién era. Por esa realidad social Jesús se sentía mal, quiso averiguar la verdad y les preguntó a sus discípulos:
- Y vosotros… ¿Quién decís que soy yo?
Lo lamentable del cristianismo es que 2000 años después de esa escena es muy posible que muchos todavía no estemos preparados para responder a esta pregunta:
- ¿Quién es Jesús?

Si alguien se decide a responderla deberá hacerlo con palabras que sean inspiradas por sus verdaderos sentimientos hacia Él y no lo hará con las frases hechas por otros: El Papa, los teólogos, los Padres de la Iglesia… De hacerlo con las de otros demostraremos que estamos poco convencidos de nuestra fe y, por ello, más vacíos que un campo de fútbol después de jugarse el partido.
Para ir al encuentro con Jesús el primer paso que daremos será visitar la Biblia, ahí lo iremos conociendo poco a poco. Leerla no será suficiente porque Jesús no ilusionaba como los políticos, con palabras huecas que suenan bonitas pero que a la hora de concretarse en algo serio están carentes de contenido real. Él, lo hacía al revés, ayudaba y hablaba pero sólo si era necesario; lo hacía con las palabras que el momento requería y, sobre todo, dando soluciones reales a las necesidades de quienes se le acercaban. Por esta forma de actuar Jesús quedó colocado en el centro del cristianismo, seguirlo será nuestra preocupación más urgente. Para lograrlo tendremos que convencemos de que hacerlo implica ACTUAR ayudando a otros más necesitados que nosotros y no quedarnos en los planteamientos teóricos o en las frases bonitas.
Debemos elegir entre el Jesús que hemos creado los hombres, postura errónea, y el verdadero. Éste, siendo Dios, se encarnó y fue un hombre más entre los hombres porque sufrió como nosotros; se puso a nuestra altura; nos enseñó qué hacer con los necesitados; proclamó la verdad y, por hacerlo, sufrió el rechazo del poder y no fue comprendido; lo apresaron de manera injusta; lo juzgaron,  condenaron y ejecutaron como un delincuente vulgar, siendo inocente; sufrió la muerte física; resucitó y así confirmó su condición divina, pero no fue comprendido este acto portentoso, y ascendió al Reino, junto al Padre… ¡¡¡Este es el Jesús que debemos buscar, conocer y abrazar!!!
Lo esencial de nuestra creencia es tener FE en que Dios existe y lo haremos fijándonos en que Jesús nos enseñó las características de su Reino: Un lugar de paz, compasión y justicia.
Nos enseñó cosas importantísimas y no queremos meditarlas, preferimos seguir con las rutinas. Él no pedía a las personas que hicieran penitencia ante el Padre pero sí les enseñaba las cosas buenas que tenían que hacer para agradarle.
Él no invitaba a sus seguidores a “buscar a Dios” pero sí les pedía que hablaran de Él a las gentes para que lo conocieran y así pudieran encontrar el “Reino de Dios y su justicia”.
Esas enseñanzas qué eran… ¿“CAMINO” o “RUTINA”?
Jesús trabajó para que los hombres construyeran una forma de vida que se ajustara a la que Dios pensó para nosotros. Tendremos que hacer muchas cosas para lograrlo, de manera preferente: Asimilar qué es la compasión de Dios; ayudar a los últimos; lograr que la sociedad sea más justa, sobre todo con los más olvidados; mostrarnos bondadosos… Quienes lo hagan tendrán que anunciar a los hombres el proyecto del “Reino de Dios”; ayudaran a que haya menos sufrimiento, porque Dios quiere que la vida sea feliz para todos, y a confiar siempre en Él.
El seguimiento a Jesús nos hace cristianos y esa transformación debe hacerse realidad cuando empezamos a vivir de manera diferente la fe, la vida y la realidad de cada día. Para lograrlo deberemos creer en lo que Él creyó; vivir lo que Él vivió; dar importancia a lo que le daba Él; interesarse por lo que Él se interesó; tratar a las personas como Él las trató; mirar la vida como la miraba Él; orar como Él oró y contagiar la esperanza como lo hacía Él.
Si comenzamos a vivir con estos planteamientos estaremos trabajando por la Iglesia de Jesús. No todos los cristianos tenemos la misma visión de que ese es el camino y por eso, con frecuencia, no solo actuamos de manera diferente sino al contrario.
Si, por el contrario, vivimos cómodos y satisfechos en la abundancia sólo podremos alcanzar metas pasajeras pero no podremos ofrecer a la sociedad soluciones que conviertan la esperanza en logros. Cuando no seguimos el camino que nos enseñó generamos olvido y causamos la muerte física o espiritual de los necesitados. De actuar así con los hermanos… ¿Quién nos podrá consolar después?








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