sábado, 20 de octubre de 2018

EL PODER, NOS VULGARIZA


Colaboración de Francisco Pérez López
SERVIR, NOS ENALTECE
Isaías aconsejaba escuchar al Señor, obrar según sus normas y no ignorar que seguirle acarrearía padecimientos pero que Él premiaría su acción concediéndoles vivir largos años, conocer a sus descendientes, prosperar en la vida, tener un alma limpia que les ayudaría a ser justos… También les anunció que el Señor enviaría al Mesías, que sufriría por todos los hombres y que entregaría su vida por nuestros pecados. Cuando llegó el momento se cumplió ese anuncio y Jesús vino para enseñar a los hombres a caminar por el Reino y a salvarlos del pecado.

Él visitaba los pueblos realizando su incansable labor evangelizadora y lo hacía acompañado de sus discípulos. Éstos fueron testigos de todo lo que hacía y decía pero no fue suficiente porque una vez más se nos muestra, con ellos como protagonistas, lo difícil que debía resultar a las gentes sencillas de entonces entender las palabras que Jesús usaba para mostrarles la razón de su venida. Es evidente que no fueron entendidas sus enseñanzas porque ni ellos, llevando un tiempo como testigos de su labor, las comprendieron y por eso Juan y Santiago le hicieron su petición de ocupar puestos de privilegio. Él trataba de enseñarles el camino terrenal para estar en el Reino junto al Padre y ellos le comunican que desean ser los primeros a su lado cuando esté en él.
¿Hemos pensado en la decepción que se llevaría Jesús-Hombre cuando escuchara de Santiago y Juan esa petición?
Él, sin inmutarse, aprovechó la oportunidad que le habían brindado ellos con su egoísmo y les enseñó que ese comportamiento no los conduciría al Padre porque quienes deseen ser los primeros junto a Él en el Reino aquí deberán ser los últimos entre los demás, tratándolos con espíritu de servicio. También les enseñó, confirmando lo anunciado por Isaías, que su seguimiento lleva consigo una entrega total a la labor evangelizadora, muchos sufrimientos y la muerte. Con estas manifestaciones les anticipó  qué tendría que sufrir Él.
Ellos tardaron en comprender que el servicio no es una carrera para conseguir méritos y después presentarlos ante el Padre para conseguir la entrada sino una actitud permanente de compromiso y de servicio.
Jesús cumplió su misión y años después fue recordado, en su doble condición de hombre e Hijo de Dios, como sumo sacerdote. Como hombre sufrió las tentaciones pero nunca sucumbió ante ellas y como sacerdote siempre comprenderá nuestras debilidades y nos perdonará. Por esas razones deberemos tener en Él total seguridad y confianza.
Pasan los años y seguimos sin hacer lo que debemos, incluidos quienes dirigen la Iglesia, bien porque no lo entendemos o porque es más cómodo seguir con el modelo que no nos compromete a nada. Cada cual deberá razonar, no acomodarse en la tradición y planificarse su modelo personal de cambio porque el colectivo es responsabilidad del clero.



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