domingo, 14 de julio de 2013

¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?

Colaboración de Paco Pérez

TEXTOS
Deuteronomio  30, 9-14
Habló Moisés al pueblo diciendo:
–Escucha la voz del Señor tu Dios, guardando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el código de esta ley; conviértete al Señor tu Dios con todo el corazón y con toda el alma.
Porque el precepto que yo te mando hoy no es cosa que te exceda ni inalcanzable; no está en el cielo, no vale decir:
- ¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?
Ni está más allá del mar, no vale decir:
- ¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?»
El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca. Cúmplelo.

Colosenses 1, 15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas:
celestes y terrestres, visibles e invisibles. Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Lucas 10, 25-37
En esto un doctor de la ley se levantó y, para ponerlo a prueba, le preguntó:
- Maestro, ¿qué debo hacer para heredar la vida eterna?
Jesús le contestó:
- ¿Qué está escrito en la ley? ¿Qué es lo que lees?
Respondió:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas, con toda tu mente, y al prójimo como a ti mismo.
Le respondió:
- Has respondido correctamente: obra así y vivirás.
Él, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
- ¿Y quién es mi prójimo?
Jesús le contestó:
- Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó. Tropezó con unos asaltantes que lo desnudaron, lo hirieron y se fueron dejándolo medio muerto. Coincidió que bajaba por aquel camino un sacerdote y, al verlo, pasó de largo. Lo mismo un levita, llegó al lugar, lo vio y pasó de largo. Un samaritano que iba de camino llegó adonde estaba, lo vio y se compadeció. Le echó aceite y vino en las heridas y se las vendó. Después, montándolo en su cabalgadura, lo condujo a una posada y lo cuidó. Al día siguiente sacó dos monedas, se las dio al dueño de la posada y le encargó:
- Cuida de él, y lo que gastes te lo pagaré a la vuelta.
¿Quién de los tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los asaltantes?
Contestó:
- El que lo trató con misericordia.
Y Jesús le dijo:
- Ve y haz tú lo mismo.
REFLEXIONES
Hoy, se nos muestra la grandeza de Jesús como la manifestación visible de aquel Dios invisible que habló con Moisés pero que no fue visto jamás por los humanos, el que por mediación de Él todo fue creado, el que está al frente de la Iglesia y el que vino a reconciliar a todos con el acto, grandioso y doloroso, de su muerte en la cruz.
También se nos regala ese ejemplo maravilloso con el que Jesús nos presenta una de las múltiples penurias que retratan al prójimo indigente y el comportamiento correcto de quién sí se preocupa de sus problemas. Con él nos enseñó quién era el prójimo, lo hizo utilizando una estampa de la vida real de su tiempo y, para que fuera más entendible, la adornó con ese comportamiento ideal del viajero que pasa junto al necesitado.
¿Todavía no hemos podido aprender, dos mil años después, quién es nuestro prójimo?
Pues a pesar de mostrarlo muy claro Jesús todavía no hemos encontrado al prójimo los que decimos ser cristianos… ¿Por qué actuamos así todavía?
Nada ocurre por casualidad y cada generación es arrastrada por una serie de influencia externas que determinan su pensamiento y comportamiento. Por ejemplo: Mi abuelo nace en el siglo XIX y le inculcaron la religión costumbrista que había entonces en nuestro pueblo, la que giraba alrededor del “Cristo de la Salud”. Han pasado casi dos siglos y seguimos casi igual en Villargordo… ¿Por qué?
Porque a él no debieron de hablarle mucho sobre la diferencia que había entre el Dios de Moisés y al que él rezaba en la ermita… Esa generación hablaba de su fe al “Cristo” y lo hacía convencida de que era Dios Padre. Ellos no fueron culpables de que se les mostrara con la talla de madera un dios visible y no se les insistiera en que había que confiar en el invisible.
Sobre quién era su prójimo debió de recibir pocas enseñanzas. Digo esto porque cuando hablábamos de las relaciones sociales él ponía como argumento la experiencia que le había regalado la vida, no me hablaba del prójimo y siempre concluía su mensaje así:
- Niño, no olvides nunca esto: Primero yo, después yo y siempre yo.
Esa expresión encierra el fiel reflejo del pensamiento de su generación. Los años de convivencia con las gentes, por su profesión, le habían enseñado cómo se comportaba la sociedad con los demás y, cuando hacía falta, participar en la recaudación de fondos para arreglar la ermita o la iglesia en compañía del cura era su forma de considerar que hacía algo diferente al resto de la sociedad en el plano religioso pero el mensaje de Dios que hoy nos ocupa no lo había recibido en su dimensión real y por eso considero que su religiosidad estaba totalmente deformada.
Cuando el hombre docto pregunta a Jesús recibe la respuesta correcta y ésta es tan fácil de entender que sólo tiene que poner en marcha lo que ha aprendido… ¿Se asustaría ante la  responsabilidad que se le vino encima?
El comportamiento del hombre, cuando llega a este punto, deja mucho que desear porque no acciona y se justifica alegando que no entiende bien las cosas de Dios. La realidad es otra bien distinta, es muy fácil poner en marcha lo que propone Jesús pero nosotros lo convertimos en complicado cuando a diario nos olvidamos de cumplir con quienes, estando muy cerca de nosotros, tienen necesidades y no queremos saber nada de ellas. Si nos ocurre esto miramos para la otra acera con el fin de no tener que acordarnos de lo que Jesús nos enseñó. Así se cumple: Ojos que no ven corazón que no siente.
Echarnos a las espaldas todos los problemas de la sociedad no creo que sea el camino porque serían muchos y nos aplastarían pero… ¿No ayudar nada, escudándonos en esa expresión, es mejor?
No pasemos de largo por el camino, paremos nuestra marcha unos minutos para atender y hablar con el prójimo que está sentado en una acera esperando que le ayudemos. El gesto de hablar con él le hará mucho bien y, a lo mejor, lo puede necesitar más que el diálogo silencioso e impersonal de esas monedas que le depositamos en el platillo para intentar descargar nuestras conciencias… ¿Lo conseguimos?
Jesús nos actualiza el comportamiento humano pero Moisés ya manifestó al pueblo que cumpliera lo que Dios le pedía. El Padre, desde siempre, tiene establecidas unas normas y ahora corresponde a los hombres poner en marcha el proceso de cambio que se les propone y para ello habrá que empezar por escucharle, conocer qué se nos propone, enamorarnos de su propuesta, guardar los preceptos de su Ley y convertirnos al Señor con todo el corazón y con toda el alma.
La propuesta no es un algo inalcanzable, todo lo contrario, se puede conseguir pero tendremos que mostrar una buena disposición y sacrificio.
Algunos se desaniman porque entienden que lo que se nos propone está lejos, es todo lo contrario, está muy cerca: En nuestro corazón y en nuestra boca.
 
 

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