lunes, 16 de noviembre de 2015

LOS MUERTOS SE APARECEN, ESO NOS CONTABAN LOS MAYORES CUANDO ÉRAMOS NIÑOS

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo II
Cuando, por las situaciones descritas, las personas se veían desbordadas, al no lograr dominar los acontecimientos, los familiares comentaban lo que ocurría con los vecinos y, de manera casual, éstos les informaban de que había personas que podían hablar con el “muerto”, estas personas eran conocidas como espiritistas. Se decía de ellas que estaban dotadas de unas facultades fuera de lo normal, que por ellas actuaban de mediadoras entre las personas afectadas y los espíritus y que podían preguntarle qué deseaba.

Al final de las sesiones el médium les comunicaba lo que debían hacer. Las soluciones que les daban eran muy comunes: Ponerse hábitos de las imágenes, estar recluidos en la ermita un número determinado de días, encender velas, ofrecer misas
Después de cumplirlas el miedo desaparecía, las personas se liberaban y la normalidad retornaba a la familia.
Hubo relatos que se escapan de lo razonable. Por ejemplo:
1.- En una familia ocurrió un hecho insólito cuando una niña soñó con su abuelo y éste le dio un mensaje:
- Dile a la abuela que cumpla la promesa que nos echamos, llevarle aceite al “Señor de la Salud”.
Se lo comunicó a su madre y ésta fue, de inmediato, a la casa paterna para informar a la suya. Cuando ésta recibió la noticia se echó las manos a la cabeza y exclamó:
- ¡Es verdad, pues no nos acordamos de cumplirla!
Entonces le preguntó su hija:
- ¿Cuándo os la echasteis y por qué? 
- Nos echamos la promesa recién casados pillé el tifus, estuve muy grave y por ese motivo nos comprometimos a llevar tres litros de aceite a la ermita para la lámpara del Cristo. Después fuimos dejando su cumplimiento y se nos olvidó hacerlo.
Después de aquello la abuela reunió a sus hijos para juntar el aceite pues las penurias económicas del momento no le permitían llevarlo. Reunido el aceite, la abuela fue subiéndolo a diario para alimentar la lámpara y así cumplió el compromiso.
Cuando se saldó la promesa, la niña volvió a soñar con su abuelo. Ella estaba en el portal de la casa; él se asomó a la puerta y, con una inclinación de cabeza, le dio las gracias; desapareció y ya no volvió a repetirse el sueño.
La niña que protagonizó la escena nunca había escuchado a su familia hablar del tema porque la promesa fue hecha varias décadas antes y sus protagonistas ya la habían olvidado, de ahí su incumplimiento.
2.- DOS narraciones eran de parecidas características, en ambos hubo elementos casi repetidos y la diferenciación estuvo en los protagonistas, el nudo y el desenlace:
a) Se comentaba en aquellos tiempos que, muchos años antes y en sueños, una señora conversó con una vecina que había “muerto” unos meses antes. En la conversación la difunta le formuló una petición:
- Juana, necesito que digas a mi hija Antonia que vaya al Santuario de la “Virgen de la Cabeza” y que allí ofrezca una misa por el descanso de mi alma.
Juana, a su difunta vecina, le dijo:
- ¿Por qué no se lo dices tú?
- Porque está embarazada de siete meses y no quiero que por hacerlo pueda perder a su hijo –le respondió.
Al día siguiente Juana visitó a la hija y le comentó lo que había soñado. Cuando Antonia escuchó el relato le dijo:
- Juana, te creo lo que me dices porque nadie más que mi difunta madre sabía lo de mi embarazo, se lo había comentado cuando sólo estaba de una falta y, por desgracia, ella murió un poco tiempo después.
Un tiempo después la promesa quedó saldada.
b) También escuché en aquellas reuniones de la “mesa camilla” que otra señora soñó con una vecina “muerta”. Durante  el sueño le hizo esta petición:
- Rosario, dile a mi hija Rafaela que suba al Santuario de la “Virgen de la Cabeza” y que allí ofrezca una misa por el descanso de mi alma porque me eché esa promesa y no la pude cumplir.
Rosario, al día siguiente, visitó a la hija de su vecina y le comunicó lo que su madre le había encargado. La hija no recibió el mensaje de manera correcta y se puso violenta con la vecina, hasta el punto de ofenderla con estas palabras:
- Yo no sabía nada de esa promesa, ella no me comentó nada.
La vecina se marchó a su domicilio, quedó tranquila porque ella había cumplido el encargo y ahora la hija vería lo que debía de hacer con la promesa. Pasó un tiempo y el sueño se volvió a repetir. Rosario volvió a visitar a la hija y le comunicó que su madre había vuelto de nuevo a ella con la misma petición.
La hija, de manera sorprendente, volvió a no toma en serio lo que le comunicaba y esta vez se comportó aún peor:
- Rosario, sigo pensando igual que la otra vez, es decir, esa historia es mentira y lo que realmente ocurre es que tú quieres ir al Cerro –le respondió.
- Rafaela, escucha bien lo que te voy a decir… ¡¡¡Si quieres ir a cumplir la promesa vas y, si no, que te deeen pooor cuuulo!!!
Cuando Rafaela terminó de decir su frase ocurrió un suceso inesperado para las dos:
- ¡¡¡Una plancha salió volando y estuvo a punto de golpear a Rafaela!!!
Las dos se quedaron muy asustadas durante un rato pero mucho más grande fue el de Rafaela. Cuando lograron recuperarse ésta ya reaccionó de otra manera pues de inmediato, antes de que se marchara Rosario, le comunicó:
- Perdona lo que te he hecho con mi comportamiento anterior pero he decidido que sí voy a cumplir lo que te ha pedido mi madre y, además, quiero que me acompañes.
Rosario, que era muy buena mujer, aceptó las disculpas y se comprometió a ir al Santuario con ella.
Estaban en la misa cumpliendo la promesa las dos y Rosario veía a la muerta detrás del cura, se movía siempre que él lo hacía, pero la hija no la veía.
Rosario le pidió a la Virgen de la Cabeza, con mucha fe, que permitiera a Rafaela ver a su madre para que así comprendiera que ella no la había engañado. Acabó la misa y Rafaela no logró ver a su madre pero sí sucedió algo inesperado… ¡¡¡Pasó junto a ella y le puso la mano encima del hombro!!!
Al ponérsela, Rafaela lo notó e inmediatamente después sintió que un frío glacial invadía su cuerpo desde la cabeza a los pies y, en ese momento, comprendió que había sido su madre la que había usado esa forma de darle las gracias.


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