sábado, 10 de marzo de 2018

NACER DE NUEVO


Colaboración de Paco Pérez
EL CAMINO DE LA SALVACIÓN
Caminar por lugares inadecuados nos lleva a realizar lo que no debemos y entonces dejamos huellas que delatan nuestro paso por ellos. El pueblo de Dios y quienes dirigían sus destinos, civil y religioso, se empeñaron en caminar así y no hicieron sus deberes, aunque el Señor los advirtió repetidas veces por mediación de sus enviados. ¿Qué les ocurrió?
Lo que Jeremías había tratado de evitar: Fueron invadidos por los caldeos, éstos lo destruyeron todo (templo, murallas de Jerusalén, palacios…) y deportaron a sus habitantes a Babilonia, donde estuvieron setenta años cautivos y esclavizados.

Al cumplirse el tiempo de la profecía el Señor actuó sobre Ciro, éste reconoció los hechos, los proclamó con la palabra y por escrito, les devolvió la libertad y regresaron a Jerusalén.
Aquel acto fue una intervención del Señor que sirvió para ir mostrando al pueblo su identidad pero fue una ayuda temporal, no les daba el pasaporte definitivo para la eternidad. Pasaron los años y llegó la hora de la manifestación final de Jesús para la salvación del hombre, la que se nos explica como un regalo que nos hizo el Señor como consecuencia de la “muerte y resurrección de Jesús” y de la “fe” que tengamos en Él.
Esta realidad no debe confundirnos y llevarnos a pensar por este regalo que, hagamos lo que hagamos durante nuestra vida, nuestro premio final ya está en el bolsillo. Sería un grave error pensar así porque sabemos que en Santiago 2,17 se nos dice:
[Así también la “fe”, si no tiene obras, es muerta en sí misma.].
El encuentro entre Nicodemo y Jesús nos deparó el reflejo de una realidad: [El hombre no debe permanecer anclado en la tradición religiosa cuando, sin esperarlo, conoce una versión distinta de la verdad que él defiende.].
Al “judaísmo” de Nicodemo le ocurrió eso cuando recibió el impacto de la predicación y acción de Jesús… ¿Por qué?
Porque hablaba, acogía, ayudaba a todas las personas y les enseñaba el mensaje del Reino desde un formato entendible y práctico.
Lo que Nicodemo no entendió, y por eso se lo preguntó, fue que Jesús dijera que para cambiar era necesario volver a nacer de nuevo. Él le aclaró que no se refería al vientre materno sino al Espíritu y de ahí que Él nos diera ejemplo cuando entró en el Jordán para que Juan lo bautizara, en ese momento nació de nuevo y recibirlo la venida del Espíritu.
En la semana pasada Jesús actuó para reformar el “sistema del Templo” y hoy comprobamos que continúa actuando para reformar a las “personas”. Por eso le dijo a Nicodemo en Juan 3, 14-15:
[Lo mismo que Moisés elevo la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del Hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna.].
La “elevación de la serpiente” en el desierto fue un anticipo de la futura elevación de Jesús en la cruz, en ella moriría y después resucitaría para subir de nuevo al Reino. Viajando hasta el desierto podemos comprobar que, si miraban con fe” a la serpiente, la picadura no los mataba y les regalaba una vida nueva, terrenal. Si miramos la propuesta de los acontecimientos derivados de la elevación de Jesús en la cruz con “fe” y contribuimos con nuestras obras a que la sociedad cambie como quiere el Padre su amor nos acogerá cuando acabemos nuestra andadura terrenal.














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