sábado, 26 de junio de 2021

JESÚS LOS CURABA

 Colaboración de Paco Pérez

SÓLO NECESITABAN TENER FE EN ÉL

Jesús, una vez más, nos muestra su grandeza comportándose con las personas de manera diferente a las costumbres ancestrales de aquella sociedad.
¿Dónde estaba la diferencia?
Cuando les hablaba lo hacía con parábolas porque era un lenguaje que todos entendían y, como conocía el estado de abandono y de exclusión social en que vivían, se compadecía de ellos, curaba a los enfermos, expulsaba los demonios y así era como se preocupaba de formar una sociedad en la que hubiera un comportamiento fraterno para que el Reino de Dios iniciara su andadura terrenal. Así intentaba que todo cambiara a mejor pero sin modificarles su manera de entender la religión sino liberarlos de las influencias que el mal ejercía en ellos y entonces pudieran vivir mejor y en libertad.
Aquellas personas estaban educadas en el judaísmo y no entendían la enfermedad como algo natural que nos afecta por diversas razones, ellos creían que Dios los había abandonado por sus malos actos y los había castigado. Guiados por esa creencia arrinconaban a quienes tenían ciertas enfermedades, la mujer hemorroisa que se acercó hasta Jesús y lo tocó entraba en ese grupo de rechazados. Esa circunstancia les hizo sorprenderse cuando Él no le reprochó que le tocara sino que actuó interesándose por ella, tratándola de manera cariñosa cuando se identificó y comunicándole que su FE la había curado.
Entonces, los enfermos eran cuidados por la familia, los compañeros del trabajo o los vecinos… ¿Cómo?
Les aconsejaban que reconocieran ante Dios su pecado y que le pidieran perdón por sus errores, los afectados lo hacían, y también les buscaban la ayuda de algún curandero de su entorno.
Jesús, por las curaciones que hacía, alcanzó mucha fama y, después de su muerte, algunos magos o exorcistas que no eran cristianos usaban su nombre cuando realizaban su trabajo. Los procedimientos empleados eran diferentes pues ellos primero reconocían al enfermo y después le diagnosticaban pero Él no tenía necesidad de hacer eso, tampoco usaba instrumental alguno ni les prescribía potingues para su mal. A Él, además del problema físico, también le preocupaba la estabilidad emocional de quienes no eran respetados por el conjunto social de su entorno.
Lo más importante de Jesús no era lo que hacía sino la fuerza curadora que tenía y el fin que perseguía… La transformación de aquella sociedad para lograr un mundo nuevo, el que Dios quiere para todos.
El evangelio nos muestra dos milagros, de la hemorroisa y el de la hija de Jairo. En ambos se comprueba la condición divina de Jesús y el enorme valor que tiene la fe en la resolución de los problemas que la vida presenta a las personas, con ella se resuelve todo y sin ella quedamos indefensos ante el mal, la enfermedad o la muerte. También comprobamos cómo la fe no está en quienes dicen ser creyentes sino en quienes de verdad comprenden quién es Jesús. 
Dios no es el autor de la muerte pero sí lo es de la vida y por eso siempre quiso que gozáramos de buena salud, razón por la que dotó a las personas de ella. A pesar de sus deseos la muerte entró en nosotros por culpa del odio del demonio y de quienes lo siguen.
Un tiempo después, Pablo se dirigió a los corintios enumerándoles sus buenas cualidades y animándolos a practicar la generosidad con los demás y lo hizo tomando como modelo a Jesús pues Él, siendo rico en todo, se hizo pobre por la humanidad para enriquecernos con su ejemplo de vida.
El apóstol decía que la generosidad no consiste en desprendernos de lo que tenemos para pasar estrecheces después sino en compartir lo que tenemos con los que no tienen nada y así, en otro momento, nosotros podremos ser correspondidos por otros.
 

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