viernes, 10 de febrero de 2023

CUMPLIR LA LEY ES UN DEBER

 Colaboración de Paco Pérez

CONFUNDIR TRADICIÓN CON LEY, UN ERROR

Dios nos creó libres y nos regaló lo que tenemos, lo hizo así para que fuéramos felices y supiéramos elegir nuestro camino y así, más adelante, podríamos saber que las cosas malas que nos ocurrieran no fueron un castigo de Dios sino la consecuencia de los actos que realizamos empujados por la responsabilidad y la libertad que recibimos de Él.

Pasaron los años, los fallos cometidos quedaron patentes y Jesús tuvo que reconducirlos. En Mateo 5, 17 se nos orienta sobre esa realidad: [No creáis que he venido a abolir la Ley y los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.].

¿Por qué?

Porque el judaísmo interpretaba mal la Ley del Sinaí y les proponía una práctica nacida de las inadecuadas interpretaciones que hacían de ella. Jesús los respetaba pero no practicaba las que no servían a Dios y les aconsejaba que corrigieran sus errores. Aplicaban la justicia desde una perspectiva equivocada pues sólo tenían en cuenta la parte externa del delito, lo haces y lo pagas, pero no otros aspectos que pudieran ayudar a practicar el perdón y la reconciliación, los elementos claves de su predicación.

En aquellos tiempos matar era difícil entenderlo más allá de una muerte física pero Él les hablaba de que también matamos cuando no respetamos la verdad, la justicia, la intimidad, el honor… Realidades que hacen caer a las personas en la ruina espiritual.

El matrimonio lo interpretaron mal, ahora también, pero la postura de Dios es inamovible: La unión del hombre y la mujer sólo se rompe con la muerte. A pesar de ello, siempre hubo, y hay, personas que por razones diversas no  cumplen esa norma. El judaísmo autorizaba la ruptura del matrimonio cuando la mujer cometía alguna contemplada en la ley pero ésta sí favorecía al hombre porque quedaba impune cometiendo el mismo delito, ella sí era condenada a sufrir el rechazo social y el desamparo total: Sola, sin casa, sin trabajo, sin ingresos… Jesús denunció lo injustos que eran dando cartas de repudio a las esposas cometiendo adulterio al relacionarse con personas separadas y la debilidad que mostraban al no lograr vencer tentaciones para convertirlas en el origen de esos problemas.   

También les habló de la necesidad que tenían de no jurar por nada ni por nadie pues haciéndolo no convencerían a quienes les mostraran su desconfianza al pedirlo. Dar una respuesta sincera que vaya acompañada sólo de “” o “no” es el camino.

También les aconsejó limar las asperezas que tuvieran con sus vecinos o familiares antes de acercarse a Dios para pedirle su perdón.

¿Lo hacemos o silenciamos la conciencia con prácticas que son tradiciones humanas no deseadas por Dios?

Pablo nos presenta la sabiduría divina como una realidad difícil de entender para las personas porque es misteriosa, escondida y predestinada por Dios para gloria de las personas sencillas pues aquellos que ostentaban el poder en tiempos de Jesús, de conocerlo bien, no lo hubieran matado en la cruz. A pesar de ello nos regaló morir crucificado para salvarnos, una realidad que se ha convertido ahora en la única opción que tenemos para imaginarnos cómo es su grandeza.

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