domingo, 5 de febrero de 2023

EL TESTIMONIO

 Colaboración de Paco Pérez

SAL Y LUZ PARA EL CRISTIANO

Isaías conocía el mal comportamiento de las personas con los necesitados pues cuando ayunaban le ofrecían el sacrificio a Dios y luego lo acusaban de no ayudarles. Él les reprochó ese comportamiento diciéndoles (Isaías 58, 7): [Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne.].

¿Qué podía pensar Dios sobre el ayuno de unos días, ahora en Cuaresma, si el resto del año se ignora las necesidades del prójimo?

Conocemos nuestras obligaciones con él y no las practicamos pero Dios nos permite que sigamos tomando decisiones en libertad, aunque estemos equivocados y creamos que no nos escucha. Si cambiamos y ayudamos a los necesitados es posible que algún día estemos en apuros y entonces, por mediación de alguien, nos ayude Dios. 

Él, como buen Padre, siempre ayuda a sus hijos pero los problemas personales empujan a éstos a no percibirlo así, esa realidad hace que las enseñanzas de Jesús aún no sean recibidas de la misma manera por todas las personas y eso me hace preguntarme… ¿Necesitamos conocerlo mejor o preferimos juzgarlo?

Juzgarlo sin conocerlo es un error y lo mejor será comprender cómo actúa porque así cambiaremos nuestras formas equivocadas de pensar y actuaremos con energía empujados por la verdad y la justicia pero no como los fariseos.

Los judíos se enfrentaron a Roma y fueron castigados, el Templo lo destruyeron y acabaron con la clase sacerdotal y el culto. Estos hechos hicieron tambalearse al judaísmo pues surgieron varias tendencias y los dirigentes, para limar las diferencias y fijar unos puntos comunes, se reunieron. Apoyaron los planteamientos judeo-fariseos y los judeo-cristianos de Mateo fueron rechazados.

Después, el judaísmo tradicional cambió la fachada de la creencia pero la esencia no, continuaron sin aceptar a Jesús. El judaísmo-cristiano de Mateo sí cambió y evangelizaba a los gentiles con el modelo que Jesús enseñó. Les recordó sus palabras (Mateo 5, 13-14): [Vosotros sois la sal de la tierra… Vosotros sois la luz del mundo…].

Lo hizo porque las comunidades vivían momentos de incertidumbre y tenía que animarlos a seguir firmes con esas palabras que eran una comparativa con elementos reales, la “sal” y la “luz”. Debían comportarse como la “sal”, dando un mensaje con buen sabor y que actuara como conservante para que, una vez recibido, permaneciera en las personas. Como la “luz”, ayudándoles a ver mejor el camino pues, si Jesús fue “luz” con su ejemplo de vida, ellos también lo serían y harían la Palabra más entendible.

Les aconsejó (Mateo 5, 20): [Porque os digo que, si vuestra justicia no supera a la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de Dios.]. Es decir, si el modelo judío rechazó injustamente a Jesús ellos debían continuar comunicando y practicando las enseñanzas de las “Bienaventuranzas”, conociendo los peligros que acechaban a quienes lo seguían.

Pablo les relató cómo fueron sus comienzos predicando a Jesús, una persona sin preparación que, con la ayuda del Espíritu, intentaba transmitir sus enseñanzas a pesar de ser tímido, tembloroso y poco locuaz pero con fe total en la sabiduría de Dios y nula en la de los hombres; que su fuerza le venía de la enseñanza que recibió de la Cruz, es decir reconociendo que la grandeza de Jesús estaba en aceptar el martirio, perdonarnos y salvarnos y en saber valorar que Dios utilizaba la ignorancia y la debilidad del mundo para vencer a la cultura y la fuerza de la injusticia.

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