martes, 25 de septiembre de 2012


Paseo 4

Colaboración de: José Carlos Castellano Calles


Pub "Don Pancho”
Plaza de la Constitución
Villargordo (Jaén)
ESPAÑA

Capítulo I

 


D. Blas Castellano López (Pancho), en una casona señorial de la primera mitad del Siglo XX, inaugura de alquiler un Bar-Cafetería al que pone el nombre de "Bar Flor".

El local estaba orientado a saliente y ocupaba sólo una pequeña parte de la casona, concretamente la parte derecha, según se mira la fachada principal desde el actual paseo, en esas fechas. Ésta era propiedad de Paco (El boticario), ya difunto, hijo de D. Juan y padre de los dueños de la Cafetería-Churrería "Colón", en Jaén. 
Lo abrió para la feria de San Miguel, en 1949, ésta se celebraba mucho en Villargordo pues coincidía con la contratación de los trabajadores que irían a los cortijos próximos al pueblo. Sobre todo, a la cortijada de Almenara.
Había, en ese momento, en el pueblo sólo otra cafetería, estaba al otro lado del paseo, conocida como “Bar Gafas".


La vida era entonces dura y los recursos económicos pocos. El chato de vino valía 0'50 pts y el café 1'50

. La cerveza apenas se consumía, menos los combinados. Se tomaba, además del café normal (sólo o con leche), de la manzanilla o del té, un café muy flojo y con mucha leche condensada, lo bautizaron con el nombre de "Rastrojo". Se hacía con las granzas del café que se había hecho con anterioridad.
Los refrescos: limonada, naranjada, tónicas, colas, etc. casi no se vendían, en cambio sí se consumían muchas gaseosas.
Los hombres salían poco a los bares en los días laborables y, cuando lo hacían, bomba al canto. Las mujeres los pisaban  solamente en las fiestas muy señaladas: Santiago, Fiesta de las Flores, Semana Santa, La Navidad y alguna más, total, cinco o seis veces al año.
Los trabajadores de los cortijos, los populares cortijeros, venían a casa cada quincena, a cambiarse de ropa, y en las fechas señaladas (Semana Santa, La Fiesta de las Flores, Santiago, San Miguel, etc.). Esos días bebían a lo bestia, sobre todo, vino.
Las salidas masivas al “Paseo” eran en esas fiestas, de manera especial, en Santiago. Ésta se celebra en honor del Santísimo Cristo de la Salud, el Patrón.
Entonces, el "bar. Flor" se distribuía de la siguiente manera: Un patio delantero, con unas verjas de forja muy fuertes y rematadas en punta de flecha. A la derecha un pozo artesiano, con bastante agua, de él se tomaba para el abastecimiento del bar. Al edificio se entraba por un pórtico con cuatro columnas y arcos de medio punto, al estilo árabe, y hechos con ladrillo macizo. Ahí se instalaba la televisión para ver los mundiales y los europeos de fútbol y, para evitar que la luz del día se reflejara en la pantalla de la televisión, se colocaron unas cortinas de tela colchonera. Estábamos en los años sesenta y el local se ponía a tope. Los clientes pagaban 10 pts, con derecho a consumición.
La siguiente estancia era un salón, con una mesa de billar, apodada el “artesón”. Se lo pusieron, por su baja calidad, los jugadores cabreados. Éstos, cuando fallaban la carambola, le echaban la culpa a ella y le decían que haría mejor servició si los albañiles amasaran el yeso en ella. Con el “artesón” aprendimos varias generaciones a jugar a las carambolas, a la 41, a los civiles o cuando servía de cama. Este uso era exclusivo de Pedro J. Porras y José Carlos, lo practicaban cuando se les hacía tarde en las fiestas de Santiago.
Más hacia el interior estaba el bar. propiamente dicho, con una barra de obra y la encimera de piedra, un pasamanos de madera y, de reposapiés, un tubo de hierro muy fuerte. Detrás de la barra había una habitación pequeña y, a continuación, un patio. Ambos tuvieron usos múltiples: cocina, almacén, juegos etc.
Frente a la barra había unas escaleras que permitían subir a las habitaciones del piso superior. Éste se distribuía de
delante hacía atrás, de la siguiente forma: Encima del porche una
terraza, con una baranda de rasillas, haciendo formas geométricas
(rectángulos con rombos).
Según Paco Pérez, Adriano Jiménez Mendoza contó a los que estaban en la partida de ajedrez el pasado dieciocho de septiembre en “Zona-3” que hizo prácticas de paracaidismo desde dicha terraza una vez, se tiró desde ella con un paraguas. En aquellas fechas regresó al pueblo de permiso militar, era soldado paracaidista en Alcantarilla (Murcia). Lo hizo acompañado de otro joven, también estaba en el mismo cuartel y que era cuñado de Paco Vílchez, aquel comerciante de tejidos que vivió en la calle “El pilar”. Adriano estaba muy ilusionado con sus aventuras de paraca. Se tiró porque le encantaban  los actos de riesgo y, en este caso, la altura era insignificante y él era un atleta en aquellos tiempos. Cuando regresó a Murcia empezaron los verdaderos riesgos y ya se le quitaron las ganas de correr aventuras innecesarias. Su padre, gracias a las buenas amistades que tenía con D. Luís Marzal, general de la Guardia Civil, consiguió que Adriano fuera trasladado de cuerpo y lo destinar a Ceuta, aquí sirvió en Aviación.
En esta terraza se celebró el refresco de la boda de mi chacho el "Bendito" con su mujer Anita, descansen en paz ambos.
Más adelante, sobre el salón de la mesa de billar, otro salón corrido y una salita a la derecha. El uso que se le daba era: Juegos de tute, brisca, ronda, dominó, ajedrez, etc. Encima de la barra, había otra sala donde se instaló la primera televisión que vino al pueblo, por supuesto que en blanco y negro, como la vida misma. En aquella televisión, en el telediario de la noche, dieron la
noticia del magnicidio de J.F.K. que conmovió al mundo entero. Recuerdo
perfectamente cómo se enfadó Pedro Cámara por este asesinato.
Por último, al fondo, estaba el retrete (uno para los dos sexos). Pero no había problemas…
¡Las mujeres apenas salían a los bares!
Los servicios y el patio hacían límite con el cine-teatro de Paco "El boticario", hoy es el salón de bodas del bar "Tropezón".



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