miércoles, 6 de noviembre de 2013

RECUERDOS AFLORADOS AL VER UNA FOTO

Colaboración de Paco Pérez
Capítulo I
Un día, tomando unas copas en el restaurante “El Recreo”, coincidí con Manuel Navarro MoralManolín el de Juan Fernando”, hablamos de muchas cosas del pasado y, como es lógico, nuestra infancia también salió a relucir. Comentamos algo sobre las publicaciones que hacemos en “Villargordo nos reúne”, dijo tener una foto muy interesante de su pasado escolar en la clase de D. Francisco Bautista Tirado y se comprometió a remitírmela por el correo electrónico, compromiso que cumplió y que me alegró mucho el espíritu al recibirla.

Cuando la observé lo primero que hice fue intentar reconocer a los personajes, me quedaron tres sin identificar y para lograrlo la pasé a papel porque de esa manera se la mostraría a los reconocidos hasta identificarlos a todos. Algunos de los protagonistas consultados no se ponían de acuerdo sobre su identidad y un día, después de hablar con unos y otros, por fin quedaron nominados todos. Ese honor le corresponde a JuanEl pelotas”, a él hay que adjudicarle el mérito de las identificaciones finales.
La identidad que no me ofreció ninguna duda fue la de su maestro, el inigualable e inolvidable D. Francisco Bautista Tirado, conocido popularmente como “Don Nipo”. En su momento se comprenderá el porqué de su apodo.
D. Francisco y mi padre fueron íntimos amigos desde la infancia, aunque hubiera entre ambos una diferencia en la edad de algo más de un año a favor del primero, como referencia temporal apuntaré que mi padre nació el 2 de agosto de 1920.
Estudiaron en la misma época, profesionalmente coincidieron como maestros en Linares -D. Francisco y Paquita ya estaban casados y mi padre aún no- y, finalmente, desembarcaron en Villargordo, donde trabajaron hasta su jubilación. Yo, desde 1975 fui compañero de ambos y por eso conozco muchas de las cosas inolvidables que atesoraba. Por su relación con mi padre los sentimientos que destilo hacia él provienen de ahí pero lo que exponga me saldrá del alma y con objetividad, son los hechos buenos y desconocidos que nunca trascienden al gran público. De él, y de todos, siempre se cuenta aumentado lo poco negativo que tengamos y de lo bueno nunca encontramos el momento de exponerlo ante el gran público para que la balanza quede equilibrada, es lo menos que se debería de hacer.
¡¡¡ HOMENAJE PÓSTUMO A MI VIEJO Y QUERIDO COLEGA, D. FRANCISCO!!!
Eran las 14:00 horas cuando iba a comenzar a escribir los recuerdos inmejorables que guardo de tu vida, personal y profesional, pero no pude continuar haciéndolo después de escribir el rótulo porque me acordé de las palabras que el gran Santiago MartosSantiagorro” solía dirigir a mi amigo José EL ciego”:
- A las doce, si no has probado el vino, viene el demonio y te lleva.
Como tú también eras un buen amigo del ritual de la “liguera” pues decidí que había que hacerlo de manera correcta, en memoria vuestra. Para que el ritual fuera correcto apagué el ordenador, salí de casa, me encaminé al “Tropezón” y me tomé tres copas de vino blanco en recuerdo de mis amigos fallecidos y de mi padre, a él tampoco se lo llevaba el diablo a las doce.  Tenía que empezar por honrar tu recuerdo de manera correcta y de paso no defraudar a ningún practicante del ritual, vivo o muerto.
Tuviste un gran padre, D. José Bautista Arista “Don Pepe”, y por eso te hiciste maestro. A ti te encantaba todo menos los libros y él, con gran esfuerzo personal y cariño te daba clase, así fue consiguiendo que avanzaras en los estudios. Reconocerás que, si hubieras tenido un padre blandengue, no hubieras sido funcionario y por eso nadie mejor que tú sabe que quienes hoy no ponen a sus hijos firmes es porque no saben ser padres y optan por lo fácil, darles lo que les piden y justificar sus travesuras para que no los molesten. Tu padre no era así, optó por lo difícil y el éxito te llegó gracias a su labor  personal y a los encierros que te aplicaba en la cámara de la casa. Por eso, la cámara, es la inspiradora de las historias que hoy voy a relatar.
En una ocasión estabas encerrado en ella y en vez de estudiar te dedicaste a trastear en los bártulos que siempre se guardaban en esa dependencia de las casas, la que en aquella ocasión era tu cárcel improvisada. Como fruto de tus búsquedas para matar el tiempo te encontraste con una pistola que tenía tu padre bien guardada en un lugar que él consideró seguro. Tú hiciste lo propio de la poca edad, jugar a los pistoleros, y la cargaste. Estaban tus padres en casa muy tranquilos y, de pronto:
- ¡¡¡Bang, bang!!!
Cuando escucharon el atronador ruido de los dos disparos quedaron medio atontados porque se temieron lo peor y D. Pepe, así es como era conocido tu padre en el pueblo, se dirigió a tu madre en estos términos:
- Teresa… ¿Quién sube ahora a la cámara?
Cuando se armaron de valor ascendieron por las escaleras hasta ella, abrieron la puerta, se lo encontraron muy asustado y vivo, dieron gracias a Dios y se abrazaron a él. Después de haberlo recuperado dieron por acabado el castigo, él se comprometió a no hacer más travesuras y todos fueron felices durante unos días.
Tus buenas intenciones no te duraban mucho, sabes que es verdad lo que digo, y al poco tiempo volvías a ser confinado en el lugar en que pudiste perder la vida. Esta vez te encerraron unos días antes de las “Fiestas de Santiago” y, aunque ya era el día 24 de julio, el encierro aún no te lo habían levantado tus padres.
Como estudiabas en el Instituto “Virgen del Carmen” de Jaén, mi padre y tú teníais allí como amigos a dos hermanos: Raimundo, al comenzar la década de los setenta estuvo destinado en Villargordo como Secretario del Ayuntamiento y Sacramento, éste también fue maestro y desarrolló su labor profesional en Mengíbar, su hija se casó con un señor que después fue alcalde del pueblo, Barahona.
Mi padre invitó a estos amigos comunes a pasar las fiestas con él y cuando llegaron al pueblo se enteraron de que te tenían enchiquerado en la cámara de nuevo. Los tres amigos decidieron ir a la botica, situada en la calle Ramón y Cajal, para hablar con tus padres y pedirles que te dejaran salir. Mi padre le hablo al tuyo en estos términos:
- D. Pepe, han venido estos amigos de Jaén para pasar las fiestas del pueblo y nos gustaría que Francisco nos acompañara estos días, nos hace mucha ilusión pasarlas juntos… ¿Por qué no le levantan el arresto y le permiten que salga en estos días tan especiales?
D. Pepe se mostró muy emocionado con la visita que habían recibido y les habló así:
- Francisco no se merece salir pero como sois unos buenos amigos suyos, lo habéis demostrado al venir hoy a casa, y a mí, en honor de vuestro buen gesto, no me queda otro camino que concederos lo que me habéis pedido.
Los cuatro se marcharon muy contentos y comenzaron a disfrutar de la fiesta. En aquellas fechas, Torresblascopedro también estaba de fiestas y habían programado allí un encuentro de fútbol con Villargordo, él y mi padre formaban parte del equipo. El desplazamiento estaba organizado con el medio de transporte que entonces se estilaba, en el cajón de un camión.
A la hora de salir D. Francisco no estuvo y se marcharon sin él. La razón por la que se quedó en tierra no creo que haya que relatarla, se entretuvo más de la cuenta. Era un portento físico y lo que hizo para solucionar su despiste fue increíble.
En aquellos tiempos los mozos se vestían con traje, camisa y corbata en los días de fiesta, él también iba así vestido ese día. Llegó a casa y su madre había cocinado cocido, se tomó las sopas y los garbanzos se los echó en un bolsillo de la chaqueta y salió corriendo por la puerta… ¿Qué le había picado al buen mozo?
Se encaminó hacía el vado del río Guadalquivir corriendo en plena siesta y, a la vez, se iba comiendo los garbanzos a puñados. Cruzó el río, llegó a Torreblascopedro y jugó el partido… ¡¡¡Increíble pero cierto!!!
Cuando regresó a casa por la noche le señalaron otra vez el camino de la cámara y al finalizar el primer día de Santiago ya se acabaron las fiestas para él.


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