sábado, 4 de marzo de 2017

LA CUARESMA

Colaboración de Paco Pérez
TIEMPO DE MEDITACIÓN PERSONAL Y CAMBIO DE CONDUCTA
Hoy, en el Génesis 2, 7-9; 3, 1-7, se nos muestran las verdades que todo cristiano nunca debió, y debe, olvidar:
Nuestro ORIGEN: [Dios, el hacedor de todo, nos regaló el Edén. Éste era un lugar maravilloso donde poder vivir, en él no nos hubiera faltado de nada y nuestra felicidad hubiera sido completa.
Los hombres deberíamos habernos limitado a tomar lo recibido, respetando las condiciones que Él nos puso, y a disfrutarlo.].
La TENTACIÓN nos probó la fortaleza espiritual que teníamos: [El “mal” se presentó de manera placentera al hombre, le regaló el oído con propuestas ambiciosas, éste lo creyó, no respetó al Creador y su decisión libre fue una lamentable metedura de pata que le hace seguir agarrado a la comida, el vestido, el dinero, las vacaciones, el cuerpo...].

Este planteamiento lo seguimos repitiendo en nuestros días y los hombres sin rechazar la tentación que nos propone el “mal”, es lamentable pero así es.
Jesús nos enseña hoy, en el texto de Mateo 4, 1-11 qué el camino que recorrió en su CUARESMA fue ayuno, oración, tentación, rechazo, renuncia a la cosas materiales terrenales, abrazarse a la justicia, no aprovecharse del poder para hacer ostentación de fuerza…
Debemos elegir entre los valores que nos propone Dios y los del mundo.
La Iglesia, en este tiempo espiritual, propone que nos fijemos en el ejemplo de Jesús, que interpretemos acertadamente su proceder y que encaucemos el nuestro. Para que estas acciones se pongan en marcha de manera comprensiva, permanente y fecunda se nos aconseja que la Palabra de Dios sea nuestro faro y para ello se nos pide que leamos, en Lc 16,19- 31, la parábola del “Hombre rico y el pobre Lázaro”. En este relato podemos encontrar la fórmula del comportamiento humano hacia los demás, acción fundamental para conseguir la verdadera felicidad y la vida eterna.
Los personajes nos muestran dos realidades de siempre, la “pobreza” y la “riqueza” extremas. Mientras unos nadan en la abundancia otros no tienen nada para comer, mientras el pobre busca ayuda el rico no se acuerda de preguntarle por cuál es su problema, aquel cree que se merece su abundancia y, supongo, que también considerará que el menesteroso está así por su culpa… ¿Cuántos están en nuestros días en la indigencia por culpa de quienes no se cansan de acumular robando
Estos hombres que han sido pisoteados por el “egoísmo” humano aparecen en la sociedad marginados y, a la vez, quienes se lo causaron son vitoreados y agasajados.
Este error debe ser corregido porque debemos valorar a las personas por cómo son y qué hacen en la sociedad para mejorarla.
El rico no supo valorar que la necesidad de Lázaro le brindó la oportunidad de preocuparse por él y ayudarle, con esa acción hubiera resultado grato a Dios pero su acción causó el efecto contrario porque el que se ganó el cariño de Él fue el pobre con su sufrimiento silencioso.
Estas situaciones son llamadas que se nos hacen para que nos convirtamos y cambiemos de comportamiento. El dinero nos hace vanidosos y ciegos, por eso evolucionamos hacia la apariencia, es decir, intentamos comunicar a los demás lo que nos podemos permitir hacer. Ese comportamiento nos enseña que para este hombre sólo existe él y que las personas que están a su alrededor no merecen su atención.
En Mt 6,24 se condena el amor al dinero y por eso nos dice: [Nadie puede estar al servicio de dos amos. Porque despreciará a uno y querrá al otro; o, al contrario, se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.].
Debemos meditar y asimilar que estamos de paso aquí y que un día deberemos rendir cuentas “en el más allá” como Lázaro y el rico.  
¿No hemos aprendido nada de lo que les ocurrió cuando viajaron hasta ese lugar?
Deberíamos cambiar y empezar a hacer en la tierra ya aquello que Dios nos pide porque si hacemos como el rico, allí, no seremos atendidos como Lázaro.
Si el cristiano considera que la Cuaresma es el tiempo idóneo en el que tiene que cambiar y luego, cuando acaba, se olvida el resto del año de sus obligaciones con el prójimo pues yo, el primero, tendré que aceptar que ese pensamiento encierra un gran error… ¿Por qué opino así?
Porque el tiempo propicio para mejorar mi praxis cristiana es todos los días del año, sin interrupción. Limitarme a estos días para asear un poco mi espiritualidad es incorrecto porque según ese comportamiento sólo debería comer en Cuaresma, lo digo porque la espiritualidad también es un alimento, pero como tres veces todos los días… ¿Qué nos ocurriría si sólo lo hiciéramos en estos cuarenta días?
Moriríamos y por eso nuestra fe está en baja forma o enterrada… ¡¡¡Sálvese el que pueda!!!
San Pablo nos recuerda dos hechos ocurridos con intencionalidad contraria, sucedieron con una distancia temporal enorme y esas acciones regalaron a los hombres unas consecuencias diametralmente opuestas por los efectos que les causaron.
La desobediencia de Eva y Adán nos ocasionó la muerte corporal y espiritual.
La MUERTE y la RESURRECCIÓN de Jesús nos regalaron la SALVACIÓN a todas las personas.
Si esta realidad espiritual que tenemos no la comprendemos es porque la fe no fue cuidada por nosotros de manera adecuada y ahora no nos empuja a dar los frutos que necesitamos para ser correctos.




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