sábado, 18 de marzo de 2017

LA PALABRA DE DIOS

Colaboración de Paco Pérez
EL AGUA QUE CALMA LA SED DEL CRISTIANO
Los humanos estamos influenciados por la tradición del lugar, tanto en las cuestiones humanas como en las divinas, de ahí que las relaciones entre judíos y samaritanos fueran irrespetuosas desde hacía tiempo porque éstos no eran bien vistos por aquellos…  ¿A qué se debía esta situación?
Samaría fue invadida por los asirios. Después, al marcharse a su tierra se llevaron lo mejor del lugar, les dejaron unos colonos, éstos se mezclaron con los lugareños, resultando de esa acción una mezcla de razas y una gran variedad de religiones. Esta circunstancia hizo que, los samaritanos, por el simple hecho de ser diferentes no fueran aceptados por los judíos, fue un caso claro de racismo y de intolerancia religiosa.

Jesús, que también era judío, nos enseñó al tratar a la samaritana que era un error tener esa forma de pensar, pues ante los ojos de Dios todos somos iguales… ¿Influyó en Él que los otros judíos pensaran así de los samaritanos?
No, porque en la conversación que tuvo en el pozo con ella nos enseñó que el verdadero valor de la vida está en romper las barreras que los hombres crean y, además, dándoles categoría de ley en el trato personal o en la oración; pues hasta en esta última  faceta mantenían ambas culturas sus diferencias, en el monte Garizim los Samaritanos y los judíos en Jerusalén, ambos templos fueron destruidos después.
Cuando Jesús les habló de la oración enseñaba, a nosotros y a ellos, que lo importante de ella no es el lugar concreto donde debemos hacerla sino en dirigirnos a Él en cualquier lugar pero haciéndolo en espíritu y cargados de verdad.
Como tenemos nuestros principios religiosos cogidos con pinzas pues debemos reconocer que, el hombre, desde que tomó conciencia de la existencia de Dios, cuando le vinieron los contratiempos, ya se planteó la pregunta que hoy se recoge en Éxodo 17, 3-7: [¿Está o no está el Señor en medio de nosotros?].
Cuando nos sobreviene cualquier adversidad ésta nos hace perder el rumbo y la fe, cuando nos sucede ya lo cuestionamos, ocurrió cuando los sacó de Egipto y marchaban con Moisés, pues también se da en nuestros días. La causa de que desconfiemos tiene su origen en que estamos acostumbrados a ir caminando por la vida con superficialidad, no tenemos consolidados nuestros fundamentos religiosos y no confiamos en que Él nos mostrará el camino.
Por ello las acciones de las personas, muchas veces, están relacionadas con lo que van a recibir a cambio y no por altruismo. Si hay que actuar para ayudar a alguien nos volcamos más si ese alguien es una persona que goza de cierta relevancia en nuestro contexto social pero si es de clase social baja o normal nos lamentamos de su situación pero no actuamos con la rapidez que se necesita para aliviarle su adversidad. Jesús no procedió así y actuó haciendo lo contrario, es decir, ayudando a los que no tenían nada. Por esta acción el hombre que confía en Dios tiene que tener la esperanza de que si murió por los pecadores y abandonados del mundo… ¿Por qué no nos va a ayudar o acoger en nuestros momentos difíciles?
En nuestros días, Jesús también desea dialogar con los hombres y hacerlo con unos planteamientos nuevos, adecuados a estos tiempos, así lo hizo con la samaritana entonces y, aquellas gentes incultas y deformadas en lo religioso, encontraron el camino del Reino. Si el Señor nos regaló la Palabra… ¿Por qué no buscamos su agua viva en el pozo de la Biblia? ¿Preferimos no hacerlo y seguir teniendo sed?

La samaritana bebió de esa agua, la Palabra transformó su vida, entonces fue en busca de sus gentes, les dio testimonio de ella, los vecinos la aceptaron y acudieron al encuentro con Jesús. Por ese comportamiento todos se olvidaron de las diferencias y Él se quedó entre ellos dos días. 

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