sábado, 27 de octubre de 2018

JESÚS, FUENTE DE LA “FE”


Colaboración de Paco Pérez
LAS TRADICIONES ALIMENTAN UNA “FE” SIN COMPROMISO
Una persona invidente luchaba por salir adelante pidiendo, lo hacía en medio de una sociedad insensible ante los problemas ajenos y, de pronto, se percató de que venía Jesús. Se levantó Inmediatamente e intentó acercarse hasta Él cuando escuchó que pasaba a su lado, algunos intentaron impedírselo pero él no se amilanó y lo llamó. Como Jesús siempre atendía a los necesitados pues en esa ocasión también lo hizo y después de escucharlo le dijo:
- [Vete, tu fe te ha salvado.].
Las personas hablamos de la fe y lo hacemos tan convencidos que sólo nos falta medirla y comunicar después con números la cantidad que tenemos ella pero… ¿Nos hemos parado a pensar si la tenemos realmente o es que estamos confusos?

Tal vez no la tengamos porque quienes la tienen sí dan un giro radical a los actos de su vida y en cambio, los que creemos tenerla, seguimos amarrados a la vida cómoda que nos hemos forjado y la alimentamos con las rutinas religiosas que las costumbres del lugar nos han regalado.
Creer que tenemos fe y no preocuparnos de cambiar no es el camino pero creer que no la tenemos y, de manera permanente, nos estemos esforzando por cambiar nuestra conducta ayudando a quienes lo necesitan es el camino.
Quienes estaban a diario con Jesús veían pero no lo comprendieron pero la ceguera, una dificultad real, no impidió a Bartimeo conocer a Jesús, porque en su caso lo decisivo no estuvo en poder ver sino en saber escuchar. Este pasaje del evangelio nos enseña que la ceguera del corazón, la que solemos tener las personas, sí nos impide percibir la realidad que Jesús nos mostró. Los discípulos también la sufrieron al comienzo, caminaban a su lado y no comprendían sus mensajes, y necesitaron viajar con Él hasta el final de su camino terrenal para poder comprender la realidad de su mensaje. Bartimeo, a pesar de su minusvalía,  sí comprendió quién era Jesús y él, aunque trataron de impedirle que se acercara hasta Él, no los escuchó y continuó porque deseaba cambiar su situación y mejorarla, por eso no se amilanó y lo llamó.
En nuestros días, quienes ostentan el poder, tampoco desean que las personas levanten la voz para denunciar las injusticias que ocasionan tantas situaciones de exclusión social y por eso tratan de impedírselo pero, si queremos que las estructuras sociales cambien, deberemos luchar para que no se impida mirar hacia donde hay personas sin trabajo, sin vivienda, sin comida, sin familia, enfermas y sin cobertura social… Debemos hacer como Jesús, no pasar de largo y escuchar a quienes se acerquen a nosotros.
La grandeza de Dios se manifiesta siempre igual, ayudando a todas las personas por igual. Su trato es tan excepcional que los recoge compungidos, los recupera y los devuelve alegres y recuperados.
Jesucristo, en su condición de Hijo de Dios, recibió de Él la dignidad de Sumo Sacerdote y la ejerció en su nombre de manera perfecta. Si Él dio ejemplo a sus sucesores en el sacerdocio éstos deberán tener en cuenta esa realidad y se comportarán con dignidad en el desempeño de su función para que así puedan mantener con Él una relación personal íntima, perfecta y plena.
Dios, como sabe que el pueblo lo necesita, lo escoge de entre los hombres y lo pone entre ellos, le infunde buenos sentimientos para que les ayude y no necesita que tenga unas cualidades especiales. Éste, como humano, luchará contra las flaquezas del espíritu y deberá ofrecer sacrificios por los propios pecados y por los de los demás.


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