domingo, 3 de febrero de 2019

JESÚS HABLA DE MISERICORDIA


Colaboración de Paco Pérez
EL HOMBRE LO RECHAZA

El trabajo de los profetas se nos muestra en Jeremías y por él aprendemos que en momentos puntuales Dios los escogió para encargarles misiones especiales y supongo que, por esa razón, estos hombres extraordinarios que le ayudaron a manifestarse  fueron unos pocos y que los vulgares somos una multitud cómoda que sólo se preocupa de comerse las brevas cuando están maduras.
Dios nos mostró su grandeza cuando no escogió a estos profetas de entre los grandes de la sociedad sino de entre los humildes y lo hizo así porque para que cumplieran sus encargos sólo necesitaban tener fe, entereza, valentía, serle fieles, actuar con justicia, amar a los demás… Estos atributos sólo se consiguen si tenemos la plena confianza de que Él siempre estará al lado de sus elegidos para protegerlos de quienes deseen destruirlos.

Ser profeta llevaba aparejado decir la verdad, sabiendo que proclamarla les ocasionaría problemas y les acarrearía mucho peligro cuando denunciaran los intereses egoístas de las personas y porque así torpedeaban las estructuras de la sociedad. Por esa razón Dios se anticipó y les dijo que no tuvieran miedo de acusarlos.
Dios prometió al profeta Jeremías que en las dificultades lo fortalecería interna y externamente para que luchara contra quienes tenían el poder: Reyes, sacerdotes y terratenientes.
El encargo recibido lo llevó a denunciar sus actos porque se habían olvidado de la “Alianza que tenían con Él” y porque habían empobrecido al pueblo.
Pasaron los años y, en Nazaret, Jesús comenzó a manifestarse con la pujanza de los profetas pues en la sinagoga, después de leer el texto, se sentó y, cuando les habló, proclamó la “buena noticia” que Isaías prometió al pueblo de Israel setecientos años antes.
Un mensaje profético que tenía como destinatarios a los pobres y a los ricos. Con él pretendía que la “sociedad enriquecida” con acciones incorrectas tomara conciencia de ellas, les concedieran la “LIBERACIÓN” y así retornara la “igualdad” a la sociedad. ¿Cómo se podría poner en marcha esta propuesta de Jesús?
Mediante el “Año de Gracia” o “Año del Jubileo”, cada cincuenta años las deudas quedaban anuladas, las propiedades compradas retornaban a los vendedores – así se evitaba la acumulación- y los esclavos recuperaban la libertad perdida. Con estos cumplimientos se pretendía recordar que el ÚNICO dueño de todo era Dios y que cuando el pueblo regresó a Israel desde Egiptotodos eran iguales, nada era de nadie y todo era de todos”.
Al principio, las enseñanzas que Jesús dio a los vecinos fueron bien acogidas por ellos pero cuando les habló con la verdad ya comenzaron a cuestionarlo quienes tenían que cambiar de comportamiento, los poderosos. Como ellos lo conocían pues sabían que Él no había estudiado las Sagradas Escrituras desde pequeño y se sorprendían de sus palabras, por ahí empezaron a no aceptarlo y aún siguen en esa postura. La sencillez de su mensaje del Reino no caló entre ellos pues, también ocurre ahora, porque siempre buscamos hechos portentosos para encontrar a Dios y no valoramos que Él siempre está junto a quienes tienen problemas.
Pablo les hablaba de la fuerza que tiene el “amor” para conseguir que las relaciones sociales fueran correctas y la colocaba tan alta que él siempre debería estar presente en nuestras vidas, hasta el punto de que “sin el AMOR nada podremos hacer”.
Analizando este planteamiento con frialdad comprenderemos que el gran problema de entonces y el de nuestros días es la “individualidad” que genera el “egoísmo”, por él sólo nos preocupamos de nosotros, idolatramos la acumulación desmedida y ésta, como consecuencia lógica, es la que ocasiona las diferencias sociales tan enormes que tenemos.




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