martes, 21 de enero de 2020

LOS GLOBOS


Colaboración de Paco Pérez
SUÉLTALOS Y SÉ TÚ
Nos ha tocado vivir en unos tiempos en los que nos basta con abrir los ojos y conectar la radio para que los deteriorados ánimos que tenemos a edades avanzadas, mi caso, sufran algún impacto desagradable y la mente comience a darle vueltas a los hechos que son noticia. Digo esto porque una mañana escuché las opiniones que unos tertulianos daban sobre la situación lamentable que se estaba cociendo, a fuego lento, en España por el dichoso tema de la gobernanza del Estado y, como me afectó bastante, pues… ¡Se me pusieron los pelos como a los erizos!

Me puse así porque, desde que tengo uso de razón, cuando una persona decía blanco ese era su color para siempre pero ahora esa norma ya no es válida porque lo que mola es que en periodo electoral se diga cualquier cosa, sería o absurda, y una vez acabado el recuento de votos, como dan por hecho que no nos acordamos de lo que dijeron, pues, tanto si les fue bien o mal, al día siguiente nos proponen otras vías que son contrarias a lo que dijeron pero las adornan y las justifican con el argumento de “donde dije digo, ahora digo Diego”. Un tiempo después el pueblo español les aplaude la jugada o se oculta para no quedar fuera de la corriente de moda. Desde ese día mi preocupación no ha ido en retroceso sino que está creciendo… ¿Por qué?
Porque los hechos están demostrando que las decisiones que toman nuestros gobernantes están empeorando los indicadores que avisan de lo que puede ocurrirle a un país en el futuro y, siendo objetivos, los nuestros señalan con claridad que las decisiones que están tomando podrían llevarnos a romper la armonía en la economía y en la paz social.
Dándole vueltas al asunto me pregunto, una y otra vez… ¿Cómo es posible que unos veamos las soluciones en blanco y otros en negro siendo todos españoles?
Estando en estas disquisiciones recordé una escena que hace años me tocó presenciar, acompañado de mi esposa, y por esas vivencias que en determinados momentos experimentamos los abuelos muy contentos… ¡Llevando a los nietos al ferial!
Villargordo estaba celebrando la “Fiesta de la Flores”, los nietos mayores estaban muy pequeños, en Mengíbar ese día era laborable, sus padres trabajaban y los trajeron a casa para que pasaran el día con nosotros, al atardecer salimos con ellos a dar una vuelta por el ferial y subirlos a las atracciones propias de su edad. Íbamos de una a otra y pasamos por el puesto de un vendedor de globos, ellos se atrancaron atraídos por el hecho de verlos bailar movidos por el aire y sujetos a sus cuerdas, tenían un atrayente colorido, no eran los modelos típicos sino las cabezas de los personajes de actualidad que ellos veían en las películas infantiles y, como es lógico, no nos quedó otra salida que invertir en un ejemplar para cada uno. No recuerdo el personaje que eligió Raquel pero sí el que deslumbró a Manuel Antonio… ¡Spíderman!
El personaje le gustaba tanto que un tiempo después su fascinación por él continuaba, lo demostraba poniéndose sus caretas.
Cuando pagamos al feriante nos alejamos del puesto y Manuel Antonio, no habríamos dado ni cuatro pasos, no dio importancia a la acción de soltar la cuerda del globo, éste se elevó de inmediato y desapareció en la oscuridad, él comenzó a llorar con energía y nosotros, para que dejara de hacerlo, le ofrecimos la solución de regresar para comprarle otro. Cuando estuvimos de nuevo en el puesto le pedimos al señor otro globo de ¡Spíderman, él se sorprendió, le contamos lo ocurrido y, riéndose, nos dijo:
- No son los primeros a los que les ocurre eso, ni serán los últimos.
Inmediatamente se puso a buscar otro ejemplar y después de rastrear durante un tiempo en unas cajas exclamó:
- ¡Lo siento, no me queda ninguno!
El crío, al escuchar lo que nos dijo, empezó a llorar de nuevo y el vendedor, comprendiendo la situación, dijo:
- Tengo el furgón aparcado en una calle que está al lado de una fábrica de aceite -nos imaginamos que era la calle Benjumea-, me acercaré para ver si queda allí alguno.
Nos quedamos al cuidado del negocio y cuando él regresó la cara de Manuel Antonio se transformó al mostrarle el señor el nuevo globo.
Le gradecimos su gesto y, antes de marcharnos, procuré que no se repitiera la escena… ¡Le amarré el globo a la muñeca mediante un nudo escurridizo!
Después paseamos contentos por el ferial, tomamos algo en una de las terrazas y, cuando comenzaron a dar muestras de cansancio, regresamos a casa. Una vez allí les retiramos las cuerdas de las muñecas, las soltamos, los globos ascendieron hasta el techo del salón, allí durmieron plácidamente y nosotros también.
La experiencia vivida aquella noche con los nietos me ha regalado algunos años después un recuerdo agradable y me ha permitido viajar hasta el contenido de un libro de Iván Southall que leí hace años en clase con los alumnos y cuyo título es… ¡Suelta el globo!
¿Por qué?
Porque las personas, a veces y al contrario de los niños, llevamos colgados en nuestro interior pesados globos que nos lastran con unas cargas emocionales que fueron originadas por enseñanzas negativas, vivencias o complejos que nos hacen sufrir mucho en nuestro caminar diario, por eso es aconsejable que razonemos a tiempo sobre la conveniencia de dejarlos volar.
Manuel Antonio soltó aquel globo de Spíderman y sufrió, por eso le atamos el segundo, pero a mí me ha servido su escena para recordar que el libro mencionado nos hace una propuesta diferente, nos aconseja hacer lo contrario… ¡Liberarnos de ataduras mentales, propias o inducidas!
¿Lo hacen nuestros políticos?
Los hechos de la vida deben de experimentarse y después tomar la lección recibida como camino para nuestro futuro, los nietos aprendieron que ese modelo de globos no se podía soltar para jugar con ellos como hacían con los que ellos inflaban en casa. Dicho esto, las personas también deberíamos saber que en la vida hay que guiar a los pequeños pero haciéndolo de forma que no vivan amarrados a los globos=problemas que les ocasionamos los mayores con nuestros egoísmos, es decir, no agobiarlos con planteamientos irracionales que se los ocasionen y después los lleven a convertirse, sin serlo, en unos disminuidos emocionales.
¿Qué están enseñando a los peques en algunas comunidades autónomas de España? ¿Qué nos está ocurriendo ya por eso?
Aquella lectura me hizo ver que si nos dejamos influenciar por quienes nos rodean es probable que se nos enquisten pensamientos y comportamientos inadecuados, los que anularán después nuestra personalidad si no logramos soltar a tiempo los globos que otros nos amarraron al cuerpo con sus comportamientos sin pedirnos permiso.
Esta obra literaria muestra la vida de John Clement Sumner, un muchacho de doce años que tenía una enfermedad cerebral que le impedía llevar una vida normal y, consecuentemente, hacer las cosas propias de su edad. Esa realidad hizo que los padres intentaran protegerlo de los peligros que le pudieran causar daño físico pero no pensaban en el daño psicológico que le ocasionaban cuando le recordaban con frecuencia qué podía hacer y qué no, él sufría por eso, se mostraba rebelde con ellos y discutían, preferentemente con la madre. Cuando la familia escenificaba estas situaciones todos se ponían nerviosos, vociferaban y John empeoraba.
En el colegio también chocó con un maestro y con algunos compañeros, allí también tuvo que vivir con escenas desagradables.
El conjunto de prohibiciones y consejos que escuchaba de casi todas las personas con las que se relacionaba, colegio y familia, le generaban presiones que lo llevaban a sublevarse contra ellos.
Un día, la madre tuvo que viajar a la ciudad y él, según ella, tenía que acompañarla porque consideraba que era un peligro que se quedara solo en casa, él se negó, discutieron y, después de mucho diálogo, la convenció de que se portaría correctamente y no le pasaría nada… ¡Luchó y logró que la madre cediera y se marchara sin él!
¿Sabemos luchar para defendernos de los peligros de estas influencias?
Cuando se quedó solo decidió ser él y darse la satisfacción de cumplir el deseo que nunca le habían permitido realizar… ¡Coger una escalera para subirse a un eucalipto de más de quince metros de altura que había en el jardín de la casa!
Cuando logró el objetivo anhelado, desde la altura, disfrutó observando la visión diferente que tenía ahora del exterior de su vivienda y que nunca había visto, fue muy feliz al contemplarla por primera vez. Lo que estaba haciendo ocasionó que los vecinos del barrio, conocedores de su problema, lo descubrieran, que se sintieran muy preocupados porque temían que se cayera y que decidieran ayudarle llamando al agente Baird, éste acudió inmediatamente y John, al verlo llegar, lo recibió gritando:
- [¡A jajá. Yo soy John Clement Sumner y me he subido a lo alto de un árbol! ¡Hola, agente Baird!].
Al policía se le mudo el color del rostro cuando lo observó con sangre por los arañazos, hablando entrecortado, riéndose de manera rara y que no bajaba con facilidad pues lo hacía a tientas y tembloroso. También observó que no estaba nervioso, ni tenía miedo, ni tartamudeaba y que no estaba agobiado. Entonces le grito:
- [¡John! Espérame, muchacho.]
John siguió bajando, lo hacía de rama en rama, se sentía más débil, estaba lleno de sudor y sangre pero en su interior cantaba alegre porque había logrado cumplir un sueño.
Cuando los padres regresaron y conocieron lo ocurrido comprendieron que, en el futuro, debían correr riesgos y permitir que su hijo se desenvolviera con más libertad porque no se habían dado cuenta de que sólo habían logrado con sus temores que John se comportara como un león encadenado o un águila con las alas cortadas.
Los GLOBOS que nos amarran y nos hacen sufrir son tantos como los problemas que se nos plantean en la vida, si no logramos darles solución a tiempo.
Los españoles estamos ahora amarrados a un montón de globos y no encontramos la fórmula mágica que nos permita desprendernos de ellos para ser felices como John. Sería interminable el relato si los analizara todos y por eso sólo voy a tratar de pasada nuestra mayor preocupación… ¡Los políticos!
En estos tiempos también me preocupa el declive de la “Familia” por haber perdido el verdadero sentido de ella, la “Justicia” por estar tan mediatizada, la “Unidad Nacional” agredida y en peligro, la parcialidad vergonzosa del “Cuarto Poder”, la “Economía” en estado ruinoso… ¿Necesitamos enumerar más indicadores de alerta para que estos señores piensen en ESPAÑA y no en ellos?
La culpa del deterioro que tenemos, a mi entender, es de los políticos mediocres que nos regalamos al votar porque al ser unos “señores poco formados”, la mayor parte de ellos sólo presentan en su currículum haber trabajado para el partido, actúan guiados por los planteamientos piramidales de los partidos y, consecuentemente, permiten que les usurpen sus iniciativas… ¡Arrancan llevando amarrado a su cuello ese GLOBO”=“PROBLEMA”!
¿Por qué opino así?
Porque si al llegar al sillón tuvieran una buena cualificación profesional no se preocuparían de perderlo al ejercer el cargo, serían críticos a la hora de tomar decisiones en los partidos o en las responsabilidades del poder y después, cuando acabaran su tiempo de gobernanza, retirarían su excedencia para ser otra vez unos trabajadores normales.
Cuando no se dan estas circunstancias ya están amarrados a las cuerdas de los globos que les regalan, dejan de pensar por sí mismos y son autómatas a la hora de apretar el botón para votar en los organismos de decisión local, regional o nacional porque sólo les preocupa no moverse en la foto para así no perder el sillón que tan buenos sueldos les proporciona, ahí me quedo. Después de esta realidad comprendo mejor porqué estamos tan mal… ¡No tienen como John el deseo de ser ellos y poner en marcha sus ilusiones de gobierno!
Nos viene ocurriendo, y ocurre, esta incuestionable verdad porque estamos gobernados por personas que, además, no olvidan el pasado personal que les inocularon y por ello están tan radicalizadas.
Amarrados a estos “globos” se presentan de manera irresponsable y nosotros, los votantes, hemos permitido y permitimos, que cualquier palabrero sea bueno para ocupar un sillón, que éste le permita vivir muy bien a costa de él durante unos años, que contribuyan con su pasividad interesada a romper España, que la dejen en la ruina y que después de su nefasta gestión ella quede como terreno baldío… ¿Tenemos responsabilidad nosotros?
Que cada lector lo decida después de meditar un poco sobre cómo nos comportamos cuando tenemos que solucionar los problemas de nuestra casa y después nos fijamos en cómo se comportan estos señores cuando tienen que solucionar los de España y los españoles.





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