miércoles, 8 de julio de 2020

VIAJANDO AL PASADO


Capítulo V
¿QUÉ SE DEBERÍA HACER Y QUÉ NO?
Colaboración de Paco Pérez
El señor “Vica” refleja en “EVOCANDO JAÉN” los paseos que daba con “Cerezo Moreno por el Jaén viejo y lamentaba que, poco a poco, la acción destructora de la piqueta había ocasionado que muchas de las viejas y bellas construcciones pétreas que tanta belleza regalaron en tiempos pretéritos a la ciudad hubieran desaparecido para ser sustituidas por otras más modernas y confortables pero también muchísimo más feas, con esta tendencia ya no se puede percibir en su totalidad el sabor cultural que le daban esos vestigios del pasado a nuestra capital.
Pues esa acción devastadora, lenta e invisible, que realiza sobre los ancianos inmuebles el paso de los años cuando sus propietarios no gastan dinero en su rehabilitación los lleva al estado ruinoso, si a esa realidad le añadimos el pasotismo de las instituciones y autoridades por incentivar el mantenerlas en buen estado mediante normativas y ayudas pues las casonas caen en el siguiente escalón, el deterioro y el estado ruinoso. Así es como se facilita que la acción de las piquetas les dé la puntilla, hecho que ocurrió con el poquísimo patrimonio cultural que teníamos en Villargordo y esa es la razón por la que esté perdido o muy mal conservado.

Ya comenté que un día vi a D. Francisco Cerezo Moreno acomodado en el asiento del conductor de un viejo Seat 600 mientras observaba y plasmaba en un “cuaderno de dibujo” los elementos decorativos que en forja, piedra y madera todavía se conservaban en la vieja casa señorial que había en la calle Granadillos. Cuando el pintor tomaba esos apuntes, ya había sido partida y vendida a dos familias diferentes, es decir, ya pertenecía a doña Dulce Moral Lorite y a don Ildefonso Jiménez García y esposa, todavía no habían iniciado estos propietarios las acciones de acondicionamiento y por eso se conservaban aún con los elementos del pasado.
Esa casona, según Alonso, era la más antigua del pueblo; noticia que se lo había comentado en más de una ocasión don Antonio Moral,Picacho”, y a este señor se lo había contado su abuelo que conocía muy bien la historia porque su familia había vivido siempre en la calle El Santo.
Un tiempo después, cuando sus nuevos propietarios tuvieron que meter las piquetas para acondicionar sus viviendas, esos elementos ornamentales tan valiosos que había en la fachada, rejas de hierro forjado en los ventanales y las portadas, desaparecieron porque quedaban en medio de la línea de partición que estableció el propietario al segregar las dos partes y venderlas. Una parte se demolió totalmente para levantar una construcción con estructura de hormigón y la otra se rehabilitó, ya no quedan vestigios de ese pasado ornamental. Esta es su situación actual:
El ventanal de hierro forjado que ocupaba el centro de la fachada encerraba en su interior un hueco que tenía en ambos lados unas columnas sobre las que se posaba un “frontal triangular” en cuyos picos había unos elementos decorativos en piedra, los “remates” del conjunto.
Como pertenecía a los dos propietarios y el Ayuntamiento, siendo don Pascual Angulo Fernández nuestro Alcalde en aquellas fechas, se interesó por esa reja artística y le fijaron como precio 30 000 pesetas.
Un tiempo después fue DONADA a la Parroquia y se colocó en una pared de la nave lateral izquierda, está puesta en la calle Campanas.


Considero que si las autoridades locales y provinciales se hubieran interesado un poco por esas portadas que había en esa casona tal vez se hubieran restaurado y recolocado en otro momento en algún edificio público de  nuestra localidad pero la pena es que no hicieron nada y, por la acción necesaria de las piquetas, se perdieron para la historia de nuestro raquítico “Patrimonio Cultural”.
También es lamentable lo ocurrido en nuestro “Templo Parroquial” como consecuencia de las sucesivas restauraciones que se le han realizado pues algunas – está demostrado- han resultado ser unas auténticas travesuras porque los vestigios arquitectónicos que tenía quedaron empobrecidos.
Viajemos hasta esos recuerdos pétreos que todos conocimos y que el cemento y la cal se han encargado de enterrar pues, una vez más, en vez de restaurarlas se recubrieron con cemento y ornamentaron con ladrillo visto, por esa razón ahora transmite la sensación de ser una construcción moderna.
Así estaba en el PASADO:
En el año 1952, los componentes del “Grupo de teatro parroquial”, dirigido por doña Hispacia Martín Miranda -una maestra que dejó entre sus alumnas y el vecindario un gran recuerdo- posaron delante del templo y esa foto nos permite comprobar en nuestros días lo dicho.
Unos años más tarde, en 1963, tuvimos como párroco a don Alberto Prieto Pérez, y en 1965 fue destinado a Bailén. En esos dos años que estuvo entre nosotros abordó la construcción del “Salón parroquial”, anulándose el espació parroquial que entonces había y que conocíamos como “Lonja”. Una foto con esa obra inacabada nos sitúa en el estado de conservación arquitectónica que tenía entonces.
Unos años después seguía así:
Con don Antonio Garrido Colomina se realizó la restauración exterior del “Templo Parroquial” y así es como está actualmente:

En la calle Marqués de Mondéjar o “El Santo” hay dos casas en las que aún se puede observar su pasado señorial.
En el número 15 vivió el señor Braulio Moral y su esposa Manuela, terratenientes locales ya fallecidos. Aún se conserva en perfecto estado la portada de la vivienda y es observable a simple vista la lamentable imagen que dan las puertas metálicas que en su día le pusieron.
En sentido ascendente, en el número 19, se encuentra una casa que fue propiedad del señor “Miguelón”. Hace años la vendieron sus herederos a los padres de dos matrimonios jóvenes: Bartolomé Jiménez y Rosario Mateos y Juan Antonio González y Rosa Jiménez.
Observemos la fachada:
Hay una leyenda popular sobre esa fachada. Si nos ponemos frente a ella observaremos que en la parte izquierda está vacío el hueco de una  hornacina, donde en el pasado hubo una estatua. Parece ser que se cundió la noticia falsa de que la cabeza era de oro. Al esparcirse esa simiente floreció el egoísmo y empujó a unos ladrones a decapitarla aprovechando la complicidad que en aquellos años prestaba la noche a los delincuentes pues las calles no tenían alumbrado público.
Cuentan en el pueblo que después la familia retiro de la hornacina la estatua y de la parte superior del marco de la puerta el escudo heráldico, también grabado en piedra, de la familia “Miguelón”. Los nuevos propietarios lo cubrieron después con ladrillo visto.
En la piedra que había, y hay aún a la derecha, todavía está visible esta inscripción: [AÑO DE 1700].

El número 1 tiene más parecido con una “I” mayúscula que con él y tampoco se parece a una “L” mayúscula. De ser letra y no número entonces el mensaje del rótulo cambiaría y sería: [AÑO DEL 700].















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