jueves, 18 de febrero de 2021

EN CABALLO, MARCHÉ AL CAMPO

Colaboración de “El Gran Serafín

Aparejé mi caballo y al campo salí yo un día, en las alforjas metí el pan, el vino, el tocino y, arreando el animal al trote por el camino, con relinchos de placer, la bestia cargó conmigo.              

El aroma de las plantas, al despertar de sus sueños, hacía poder presagiar la belleza del momento.                

Los campanillos sonando, amanecía un nuevo día y los pájaros cantores, con sus trinos, nos decían: Que la noche se acababa y amanecía un nuevo día. 

                               

A lo lejos, en la cima, un resplandor anunciaba que, a la salida del sol, su belleza nos mostraba. Hice un alto en el camino y así pude contemplar el momento tan bonito que el amanecer me regalaba.                                   

Amansando el animal me paré a desayunar y, a la vez que contemplaba la belleza del lugar, de la capacha saqué el pan, el vino y el tocino pero al animal le puse la sera con más paja que cebada.                                                           

En una roca milenaria que había en la orilla del camino me senté para almorzar, los reflejos de los rayos pronto se hicieron notar, qué placer saborear los doce grados del vino con el tocino y el pan, viendo a lo lejos el sol partío por la mitad y mostrándonos la belleza que nos hacía disfrutar de todo cuanto a lo lejos la vista podía alcanzar. 

Los olivos por hileras, con su verdor especial y entre ellos los almendros, con la flor a reventar y las perdices, en bandadas, en las sombras encamadas. Éstas, al relincho de la bestia, se pusieron a volar y, después, qué placer me producía el oírlas cantar mientras en sus reclamos se decían dónde se iban a juntar porque volando dispersas, al menos, no las podían matar los terribles cazadores que no saben apreciar la belleza de las aves cuando en los campos están ornando, con su presencia, el paisaje del lugar.                                                    

Qué bello día viví, viendo a las aves volar y oyendo cómo sus trinos no paraban de sonar para repetir el lugar donde se iban a juntar y librarse así de los tiros del cazador irresponsable que sólo se divierte matando para después, cuando vuelva al pueblo, contárselo a los demás.   

1 comentario:

  1. Hombre tratar de terrible y de irresponsable, a una persona que caze o pesque, con el estomago lleno de aves o pescado me parece querido Serafín... en fin.

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