martes, 30 de octubre de 2012

“TODOS LO SANTOS” Y “LOS DIFUNTOS”
en
Villargordo (Jaén)

Colaboración de Paco Pérez


En estas fiestas se mezclan dos temas esenciales, la religión y la muerte. En ellas se nos habla de la vida más allá de la muerte y se nos invita a renovar nuestra fe y esperanza en la vida eterna. La primera esta declarada fiesta de precepto. La segunda es laborable y no es de precepto.
En ambas la persona muerta es el centro, pero con aspectos diferenciadores. Esto ocurre porque todos somos hijos de Dios y a los hombres nos encanta proclamar la igualdad. Lo hacemos los viandantes, los clérigos y los políticos cuando estamos ante los micrófonos  y luego, cuando tenemos que tomar decisiones que pongan en marcha esos postulados,  procedemos a establecer categorías. Aquí están las de difuntos normales y las de difuntos santos.
Si nos detenemos en los aspectos históricos por los que surgen las dos se  comprenderá mejor sus verdaderos sentidos, la deriva a la que les hemos llevado los hombres y las causas propiciatorias del estado actual en que están.
 
Para los católicos la de “Todos los Santos” comenzó como una tradición y fue instituida en honor de todos los santos, conocidos y desconocidos, para compensar cualquier deficiencia cometida en la celebración de sus fiestas durante todo el año por parte de los fieles. En ella recordamos, honramos, invocamos e imitamos a los cristianos declarados, o no, como santos por la Iglesia. Estas personas recorrieron su camino terrenal siendo fieles discípulos e imitadores del Señor y por eso hoy gozan para siempre de la dicha de haber alcanzado el descanso eterno.
En los primeros tiempos del cristianismo se celebraba el aniversario de la muerte de un mártir por Cristo en el lugar del martirio. Un tiempo después el número de mártires llegó a ser tan grande que ya no se le podía asignar a cada uno su día y fue entonces cuando la Iglesia tuvo que señalar un día común para todos. Se dice que donde primero se comenzó a aplicar esta decisión fue en Antioquia, lo celebraban en el domingo antes de Pentecostés.  También hay un testimonio del hecho en un sermón de San Efrén el Sirio (373), y en la 74ta. homilía de San Juan Crisóstomo (407).  Al principio solo los mártires y San Juan el Bautista eran honrados con un día especial.  Poco a poco se fueron añadiendo otros santos, y el número aumentó cuando se estableció el proceso regular de canonización.
 
 La “Conmemoración de los Difuntos”, popularmente llamada “Día de Muertos” o “Día de Difuntos”, es una celebración que tiene como objetivo a aquellos fieles que han acabado su vida terrenal y, especialmente, a aquellos que se encuentran, aún, en estado de purificación en el Purgatorio.
En este día la Iglesia nos  invita a orar por todos los difuntos, no sólo por los nuestros, sino por todos, y también por aquellos de los que nadie se acuerda. Es un acto de solidaridad y de ejercicio de la caridad cristiana.
Hablaba de categorías porque los Santos son recordados dos días, como santos y como difuntos, y los Difuntos sólo el día 2, porque fallecieron.
¿No sería mejor unificar ambos días en uno donde todos seamos iguales, difuntos, y así dejaríamos que sea Dios quien cumpla con la labor de juzgarnos según nuestros méritos y de clasificarnos después por éstos?
Un ejemplo esclarecedor para mí de por qué no hay que clasificar: La figura de Moisés es bien conocida por todos. No vio a Dios pero sí le habló y escuchó su mensaje. Ocurrió en el monte Horeb  está escrito en ÉXODO III, 1-6.
En los tiempos actuales a Moisés… ¿Dónde lo hubieran colocado los hombres, santo o difunto? Pues Dios no le permitió acabar la misión que le encomendó, conducir a su pueblo a la “Tierra prometida”. Hay una versión sobre el por qué bastante convincente: No nos podemos apartar de lo que Él nos pide, Moisés sí lo hizo.
La Biblia tiene aclaraciones para todo:
Lo que le ordenó Dios, está en NÚMEROS XX, 8, fue: [Toma la vara y congregad al pueblo, tú y tu hermano Aarón, y hablaréis a la peña en presencia de toda la gente, y la peña brotará aguas. Y sacado que hubieres agua de la peña beberá todo el pueblo con sus ganados.]
Lo que hizo Moisés para cumplir su orden está en NÚMEROS XX, 11: [Y habiendo alzado Moisés la mano y herido dos veces con la vara aquella peña, salieron aguas copiosísimas; por manera que pudo beber el pueblo y los ganados.]
Moisés desobedeció, según los expertos, a Dios porque éste le ordenó HABLAR a la peña y aquel actuó HIRIÉNDOLA con su vara.
Después de esta realidad bíblica colocar a las personas aureolas en la cabeza es una temeridad porque el pueblo sólo puede apreciar la bondad o maldad de los hechos tangibles externos, dar de beber agua al sediento hiriendo la peña, y para Dios queda el valorar los hechos que no son tangibles, que debió de hablar a la peña y lo que hizo fue  herirla.
¿Consecuencias derivadas de esas decisiones humanas en Villargordo?
La proximidad de ambas conmemoraciones, el hecho de que la “Fiesta de los Santos” sea día festivo y la “Conmemoración de los Difuntoslaborable y la poca o nula información que tiene la población del verdadero sentido de cada una de ellas han sido las CAUSAS que han propiciado que todo el mundo se vuelque con los DIFUNTOS fuera de su día. El día 1 es cuando todo el pueblo pone a punto el tema ornamental de sus nichos: la limpieza, las luces y las flores. Después hay que hacer la visita de rigor para comprobar que no se han apagado las luces o enderezar algún ramo movido por el aire. Una vez allí todos nos damos una vuelta por los nichos de los familiares y, al acabar el recorrido, ya paseamos por el recinto para fisgonear un poco y valorar después, cuando visitemos al día siguiente las tiendas para comprar, lo observado.
¿Qué villargordeños nos acordamos de los SANTOS ese día?
Yo pienso que se podría afirmar, sin temor a equivocarnos, que muy pocos.
De manera inconsciente, por incultura y por razones laborales los “santos” reciben pocas oraciones. Por el contrario los “difuntos”, sin ser ese día su fiesta, se convierten en el centro de interés del pueblo. El día 2 a éstos les ocurre lo mismo, muy pocos acuden a la misa programada en la parroquia por la tarde para pedir por sus almas y, con anterioridad, a los responsos que se rezan por ellas en el recinto del cementerio… ¡¡¡Qué curiosidades nos ofrece el comportamiento humano!!!
La visita a los cementerios en estos días se pensó y se programó para orar, pero se ha perdido su verdadero sentido… ¿En qué las hemos convertido con el paso de los años?
En llevar flores a las tumbas y en encender velas.
¿Tiene solución el tema?Opino que y se podría arreglar con una buena organización familiar, de proceder así tendríamos tiempo para ambas obligaciones:
1.- Honrar e invocar a los santos. Sabemos que en nuestras familias y en las de los vecinos siempre hay personas ejemplares, muy queridas por sus seres más próximos y por el pueblo. Nos dieron ejemplo y, siendo su labor callada y discreta, muy pocos supimos lo que realmente hicieron. Estas personas anónimas para la mayoría de los villargordeños se merecen que ese día nosotros les dediquemos nuestras oraciones porque sin ser santos declarados por la Iglesia, supongo, que ellas habrán sido acogidas ya por el ÚNICO BUENO que hay, Él es el ÚNICO que está capacitado para medir el nivel de santidad de las personas, Dios.
Para que sea más comprensible lo que he expuesto PROPONGO leer este texto orientador, nos lo regaló Marcos en X, 17-19: [En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:
- Maestro bueno, ¿Qué haré para heredar la vida eterna?
- Jesús le contestó: ¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.]
2.- Orar por los difuntos de la familia. Esta buena costumbre cristiana está muy olvidada, tenemos que recuperarla y cultivarla porque así podremos después transmitir a las siguientes generaciones el camino o, de no hacerlo, correremos el riesgo de perderla para siempre dentro de unos cuantos años.
Digo esto porque se ha introducido en Villargordo, entre los niños y jóvenes, la fiesta de Halloween. Todos estamos contribuyendo a su divulgación. En el C.E.I.P. “Francisco Badillo”, como actividad de la Biblioteca, se ha convocado un certamen de cuentos sobre la temática. Los comercios proponen sus modelos de trajes en los escaparates. Mis nietos, con el beneplácito de sus padres, lucirán esa noche unas vestimentas para la ocasión. Los jóvenes serán convocados por los establecimientos de ocio nocturno a pasárselo bomba.
Todos sabemos que es importada, que procede de costumbres y ritos ancestrales, que  es de origen pagano, que la llevaron a los Estados Unidos de América, en el Siglo XIX, los emigrantes irlandeses y que ahora ha regresado con gran fuerza a Europa para quedarse.
¿Qué se pretende con ella?
Como se celebra en otoño pues responde a costumbres y ritos propios de este tiempo. En él disminuye el tiempo de la luz durante el día y va creciendo el de la oscuridad por la noche. Por ello con fuego, luces o linternas se intentará ahuyentar a la oscuridad y, con ella, el miedo y los supuestos malos espíritus de la noche.

Por culpa del comercio y por la poca personalidad que tenemos permitimos que nuestras costumbres dejen de ocupar el lugar que siempre tuvieron. Por el contrario damos entrada a todo lo que viene de otro lugar cargado de novedad pero sin estar tintado por los fundamentos de un homenaje a unos seres extraordinarios que dieron lo mejor de sí por el prójimo.  
Halloween es diversión y NUESTRA TRADICIÓN implica el sacrificio del rezo de unas oraciones por la paz de las almas de nuestros familiares más queridos. Ellos nos dieron el ser, nos alimentaron, nos vistieron y nos educaron; acciones que estuvieron cargadas de sufrimiento, privaciones, dedicación, amor y cuidados y nosotros, ahora… ¿No somos capaces de rezar unos minutos por ellos?

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