martes, 24 de septiembre de 2013

LA SAGA DE LOS “PARATRENES-CHOCOLATES”


Colaboración de Paco Pérez

Capítulo V

Frasco, en la VENDIMIA
Francisco Tirado Torres era más conocido por su apodo, Frasco Paratrenes”, que por su nombre y apellidos. Cuando se relacionaba con sus paisanos siempre solía transmitir la sensación de tener un carácter tímido y poco hablador, de ahí que cuando tomaba la palabra, algo no habitual en él, para pronunciar aquellos dichos tan oportunos que se le ocurrían, apropiados para la temática que se trataba en ese momento en la reunión, lo hiciera con voz suave y lastimera. Cuando concluía su locución, todos los presentes comenzábamos a reír con unas carcajadas tremendas y sujetándonos con las manos la barriga.
Hace ya bastantes años, cuando España estaba gobernada por Franco, las penurias económicas agobiaban a casi todas las familias y para paliar algo esas estrecheces económicas algunos miembros de ellas se marchaban a Francia en el otoño para la campaña de la vendimia.
Un año, Frasco también cruzó la frontera para vendimiar en el país vecino y lo hizo acompañado de su hijo Juan Tirado Lerma, el popular “Juan Pipirrana”.
Una tarde, después de dar de mano en el trabajo, Juan y los otros jóvenes villargordeños decidieron darse una vuelta por el pueblo donde trabajaban. Se lo comentó a su papa y a éste no le gustó la idea pero Juan insistió tanto que Frasco perdió la batalla y cedió.
Cuando salió Juan de la casa donde se alojaban, para reunirse con los paisanos, Frasco lo estaba esperando fuera y tenía apoyado el cuerpo sobre uno de sus hombros en el quicio de la puerta. Juan lo saludó, se despidieron y antes de que el hijo avanzara cuatro pasos exclamó:
- ¡¡¡Juaaaan, hijo míííío!!!
Juan detuvo su caminar, se volvió hacia él y le preguntó usando sus mismas cachazas habladoras:
- Paaaapa… ¿Quéééé quieeeeres?
- ¡¡¡Ya verás cómo te la apañas para venir con una matrícula pegá en las espaldas!!!
Frasco, con estas cariñosas y melosas palabras, le comunicaba a Juan su preocupación porque lo atropellara un coche.
Frasco, peón de albañil
Frasco tenía como cualidad, en un grado muy positivo, el ser un gran trabajador. Cuando una persona procede así no se arruga ante nada y suele trabajar para llevar pan a su familia en lo que salga, lo presenté en sociedad como vendimiador en Francia y ahora lo hago recordándolo en una nueva faceta laboral de su vida, como peón de albañil.
Los componentes de la cuadrilla eran: el popular Juan Guijarro Carretero “Papo”, como maestro, y Francisco “Fulgencio”, como oficial.
Un día estaban el oficial y el peón enluciendo en fino una pared, Frasco amasaba el yeso y Francisco enlucía. En una de sus múltiples masas el señor “Paratrenes” quedó muy satisfecho por cómo le había salido y para comunicarle al oficial lo feliz que era por ello le dijo mientras le servía el yeso amasado:
- Esta masa es papilla, para los niños de pecho.
Cuando se enluce fino la masa tiene que tener un punto de dureza justo porque si no es así el trabajo no se hace bien.
Cuando volvió con otra y diciendo la misma frase Francisco que iba a recibir la masa simuló no poder hacerlo, se dio media vuelta y Frasco se quedó con ella en la mano esperando que el otro viniera a recibirla. Como tardaba más de la cuenta movía los dedos con celeridad para que ésta no se endureciera pero por cada minuto que pasaba comprobaba que cada vez la masa estaba más dura, que éstos ya no se podían mover fácilmente y que dedos y mano estaban envueltos en una masa de yeso que amenazaba con dejarlos encerrados dentro. Entonces se acercó a su oficial y le susurró al oído:
- Franciiisco, hijo mííío precioooso y boniiico, que tengo que comer estar noche con ella la pipirraaana y el paaan y aceiiite.
Francisco ya no pudo resistir más tiempo la risa pues faltó muy poco para tener que quitarle la masa que le envolvía la mano con el martillo y el cincel.
 

 

 

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