lunes, 16 de febrero de 2015

POEMAS DE CUANDO YO ERA CHIQUITILLO

Colaboración de José Martínez Ramírez
Entrega III
                       

                       IX
Aquel pañuelo de nublo y sol,
donde lamían lentos los perros
la esencia de un año y sus besos,
donde el ciervo bebía calor.

Hoy muere entre verdes algas,
víctima precisa del desaliento,
que dejó un verano el beso
huido al prenderse las parvas.

¡Qué tristeza reflejan los anillos
de sus disimulados ojos!
Y…¡Qué fuego no quemó despojos
donde habitan hoy mil grillos!

Como brilla el gran caracol,
como cría ascuas y fieras,
en una sola voz suave e incierta
que arrastra duelo y amor.

                       X
Es casi tarde y no es el hogar,
cien mil perlas de lluvia
se descifran tras el cristal.

Tus ojos, después de la tormenta,
tal vez descansarán.
No es nada si tú faltas.

Laberinto y disconforme,
ebrio tetrarca de un sueño pequeño,
sueños, sueños, colores que se van,
no son nada si tú faltas.
                        
                       XI
Mira cómo cae la lluvia,
mojando triste la montaña
y, cómo la luz de tus ojos,
besa firme mi mirada.

Mira cómo vuela el zorzal,
esquivando hábil la metralla
y, cómo la gente pasa
mordiendo como pirañas.

Mira todo lo que quieras
pero no me digas nada,
si el viento seca la mejilla
que por amor mojara una lágrima.

                         XII
 Acorde a la deriva
habla el corazón,
de tus labios de miel
la triste figura,
se ciñe a la razón
cierta de tu cintura.
                          
                        XIII
Dile a mi corazón que venga,
que quiero prender sus lazos
fuertes como la tierra;
que quiero sentir sus labios,
suaves como la arena;
que quiero beber sus lágrimas,
perlas de amor y de pena;
que quiero notar su cumbre
ahogándose entre tinieblas;
que quiero sentirla dentro,
definitiva y eterna…
¡Dile a mi corazón que venga!

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