martes, 21 de julio de 2015

VILLARGORDO, “PUEBLO CON SABOR A PUEBLO”


Colaboración de Antonio López Mateos
Capítulo II
Para “ser únicos” hay que ofrecer algo especial y, además, tendríamos que empezar por implicar a todo el pueblo y cada uno lo trabajaría en la parcela de responsabilidad que le correspondiera.
Bien, pues dicho esto, de lo que se trata ahora es de “vender” esta forma de ser, esta forma de vivir, este “sabor a pueblo” y, además…





Hay personas que viven en las grandes ciudades pero tienen añoranza de su juventud o de su niñez porque un día vivieron en un pueblo y, después de los años transcurridos, ya han olvidado las vivencias porque han perdido el contacto con su pueblo pero, como les atrae poco el turismo rural debido a que les hace estar demasiado aislados de su mundo, les debemos mostrar nuestra cara positiva para que les apetezca más vivir en un pueblo de las peculiaridades descritas y que les permita levantarse tarde, desayunar churros en una terraza, comprar el periódico y hojearlo en un parque, tomarse una cerveza con amigos o conocidos, almorzar, dormir una siesta y jugar después la partida.



También se podrían diseñar circuitos rústicos que incitaran a dar un paseo matinal o vespertino por nuestros parajes, regresar y, una vez duchados, volver a salir para pasear, hacer la liguera de mediodía o la noche y, si apetece y “cae”, alargarla con la tertulia del fútbol, la política o las conversaciones más variadas que nos podamos imaginar y ya, una vez vencidos, irse a descansar para que de madrugada los despierte el canto de un gallo, el ladrido de un perro, el portón del vecino que se va a trabajar de madrugada o el llanto del niño de la vecina de al lado que se ha desvelado con tanto ruido pero que una vez pasado este rato de las 6 a las 7 de la mañana vuelve otra vez el silencio, sólo interrumpido por algún que otro coche o una moto de alguien que se va o que vuelve, nadie lo sabe, y vuelta a empezar con el desayuno, el periódico, el paseo, la cerveza, el almuerzo, la siesta…
Este es el “sabor a pueblo”, tal vez sea un sabor aburrido para quienes no lo han paladeado pero afirmo que penetra en la forma de ser de las personas y que produce una calma interior que se echa de menos cuando se vive en una capital o ciudad más grande. Produce estas sensaciones porque pierdes el hábito de conducir, se te olvida el reloj y eres más impuntual, recuperas los hábitos perdidos cuando logras pasar de las prisas y, de nuevo, compruebas que no tienes estrés.
Pero no es sólo eso, además, en nuestro pueblo tenemos valores desconocidos que nunca hemos ofertado en paquetes como hacen ciertas ciudades con el teatro, el cine, los museos, la gastronomía… En nuestros pueblos podemos tener en el corral un huerto, animales (gallinas, gallos, conejos, cerdos, pollos, etc) y, en el corralón, algunos tienen cabras, ovejas, caballos, mulos y burros o encontrarlas caminando en nuestros alrededores.



Estas especies animales, para verlas en la ciudad, hay que ir a los zoos expresamente y aquí, por habituales, no le damos importancia.
¿Qué otros tesoros tenemos en los pueblos de nuestro Municipio y que no sabemos valorar?
Tenemos un mar de olivos que sólo es admirado por los extranjeros y por los nacionales que viven “lejos” de aquí.
Una climatología que para sí ya quisieran los gallegos, asturianos, cántabros y vascos; igual que a nosotros nos gusta la suya. Pero, entonces tendríamos que preguntarnos… ¿Por qué nosotros sí organizamos viajes a Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco sólo para ver sus paisajes y disfrutar con su climatología o gastronomía y, por el contrario, ellos no lo hacen para ver nuestros olivos, disfrutar de nuestro sol (no de playa) y comer nuestros guisos y productos típicos? ¿No será porque nunca les hemos ofrecido nuestras bondades debido a que no supimos valorar que nuestra oferta podía ser interesante para ellos?
¿Cuántos de los vecinos de las comunidades antes mencionadas conocen una ALMAZARA por dentro?
Como conozco esta realidad muy bien y paso algunas horas al día en contacto con ella pues he meditado muchas veces sobre lo que tenemos y que todavía no hemos sabido vender bien al exterior. Por eso, repetidas veces, me he preguntado… ¿Les gustaría a los foráneos conocerlas?
Supongamos que cuaja bien esta idea… ¿Y si a la visita, además, le unimos un “desayuno almazarero” consistente en unas migas mañaneras o unas tostadas “empapadas” en aceite recién molturado y aderezadas con chorizo y morcilla caseros? ¿Lo habrán probado alguna vez? ¿Qué beneficios podrían derivarse para nuestros productos?
Nunca nos hemos preguntado si los gallegos, asturianos, cántabros o vascos conocen una “almazara”; algo lógico porque viven muy lejos de Villargordo pero tal vez nos lleváramos una sorpresa muy grande cuando comprobáramos que muchos vecinos nuestros no la conocen y que les gusta cuando lo hacen.
Puedo dar fe de lo afirmado anteriormente porque ha pasado recientemente. Ocurrió en una jornada del “Curso de Cocina” celebrado en la Cooperativa “San Juan”. Un día ofrecimos enseñar las instalaciones a los participantes y resultó que casi todos desconocían cómo era una fábrica de aceite por dentro y que nunca habían estado en una de ellas.






¿Se puede complementar esta propuesta?
Por supuesto que sí pero tampoco se trata de agobiar con una relación de actividades que cansen sino de despertarles el interés por la forma tranquila y sosegada que tenemos de vivir en nuestro pueblo rural. Lo más importante será que sepamos hacerles vivir una experiencia en la que se lleven la sensación de que durante los día que vivieron con nosotros el tiempo no pasó deprisa, algo que es muy valorado por las personas estresadas y acostumbradas a correr cada minuto de su vida diaria en la gran ciudad.
Mi propuesta sería: [Confeccionar un vídeo de lo que sería una visita de éstas y en el cual se muestre todo lo expuesto, desde el amanecer con el canto del gallo y el ladrido del perro, hasta la partida de cartas o dominó en la siesta y la larga tertulia en la puerta de la calle de unos vecinos o en la terraza de un restaurante con un debate sobre el partido jugado por la tarde en el campo de fútbol. En definitiva, vender nuestra forma de vida tranquila y sosegada, que es lo que ellos no tienen… “pueblo con sabor a pueblo”.]



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