Dios le fue
mostrando al pueblo un estilo de comportamiento con el prójimo que era
totalmente nuevo, diferente al que practicaban entonces las personas. Esa
orientación la encontramos en Éxodo22,20-26:
Así dice el Señor:
[No oprimirás ni vejarás al forastero, porque forasteros
fuisteis vosotros en Egipto.
No explotarás a viudas ni a huérfanos, porque, si los explotas y ellos gritan a
mí, yo los escucharé. Se encenderá mi ira y os haré morir a espada, dejando a
vuestras mujeres viudas y a vuestros hijos huérfanos.
Si prestas dinero a uno de mi pueblo, a un pobre que habita contigo, no serás
con él un usurero, cargándole intereses.
Si tomas en prenda el manto de tu prójimo, se lo devolverás antes de ponerse el
sol, porque no tiene otro vestido para cubrir su cuerpo, ¿y dónde, si no, se va
a acostar?
Si grita a mí, yo lo escucharé, porque yo soy compasivo.].
Al
desempolvar mi memoria recuerdo a aquel Villargordo de entonces, años duros y
difíciles de la posguerra, cuando tanto en un lado como en el otro había resentimiento y rencor, miedo en el
bando vencido y, en el otro, familias adineradas que sufrieron la persecución e incluso la muerte de algún familiar.
Decir
que este pueblo tiene espacios naturales que lo han hecho mundialmente conocido no es novedoso y por eso me voy a limitar a mostrar, poco a poco, sus lugares más típicos y lo que es posible
ver cuando algunas formaciones nubosas visitan el pueblo y se pasean por su
litoral.
El
pueblo de Israel siempre tuvo
problemas, la deportación a otros lugares fue uno de ellos y hoy se nos
recuerda en Isaías cuando estuvieron cautivos en Babilonia, de los sufrimientos que padecieron, de cómo se lamentaban
y cómo perdieron la esperanza de volver a Israel por esa realidad en que vivían
a diario, esto los llevó a pensar que Dios
los había abandonado.
El
profeta, conocedor del desaliento en que estaban sumidos, los reconfortó
recordándoles que el Señor es el
único y verdadero Dios y les
comunicó que debían mirar con fe el futuro pues pronto serían liberados del destierro.
Cuando en algún momento he retrocedido en el tiempo no he podido
evitar sentir cierto aire de nostalgia al recordar a las personas que ya no
están aquí aunque tengo que reconocer que una de las etapas más felices de mi
vida ha sido la de mi infancia pues no existían responsabilidades, preocupaciones,
agobios, ni prisas… Éstas sólo cuando era para salir a jugar a la calle, donde
te esperaban las amigas. Entonces el tiempo parecía ir más despacio que ahora.
Cuando
somos jóvenes nos queremos comer el mundo planteándonos alcanzar unas elevadas
metas personales, en ese empeño luchamos sin descanso durante unos años para
alcanzarlas pero, como consecuencia del deseo y del esfuerzo que ponemos en su
logro, nos desesperamos más de lo deseado porque el referencial del TIEMPO nos
muestra el avance de las agujas del reloj aunque creamos que éstas no lo hacen
al ritmo que nos apetece, deseamos que sea rápido, y también consideramos que las
hojas del calendario caen con una lentitud desesperante cuando preferimos que
éste pase con prontitud. Una vez alcanzados nuestros deseos estabilizamos el
espíritu y esto nos ocurre cuando quedamos acoplados a un puesto de trabajo,
formamos nuestra familia, consolidamos nuestras relaciones sociales en nuestro
entorno, viajamos…
En
el pasado el acto de la comida tenía una importancia enorme y había un ritual
para ella: El cabeza de familia la presidía, nunca se olvidaban de dar gracias
a Dios por los alimentos que iban a
tomar y durante ella había armonía, fruto del respeto que les habían inculcado
sus mayores, padres y abuelos. Con el paso del tiempo la familia fue perdiendo
poco a poco gran parte de aquellos valores, por no decir todos, y la jerarquía
familiar se fue debilitando hasta alcanzar los niveles actuales. Antes, los
mayores eran venerados y atendidos hasta el final por sus descendientes pero,
en nuestros días, ese final nadie lo tiene garantizado porque la incertidumbre
laboral y económica que padecemos ha triunfado y los comportamientos de
entonces han quedado destruidos … ¡¡¡Nadie
sabe cómo van a ser los últimos días de su vida!!!
Cuando
los vi llegar aquella madrugada, en medio de la mar muy en calma, lo primero
que hicieron las gaviotas espantadas del puerto fue sobrevolar mi cabeza, con
el riesgo que ello conlleva. La embarcación de Salvamento Marítimo atracaba con
destreza en el lugar habilitado para ella.
Se
fueron bajando para ser atendidos por los servicios sanitarios, algunos venían
con sarna… Sus grandes ojos, donde resbalaba la luna llena ; tan grandes y
atemorizados, como un niño abandonado. Perdidos en la luz de mi planeta sórdido
y putrefacto ; mundo de sambenitos,
de odio y vergüenzas; de traiciones y zancadillas… Mundo donde al cabo de los
siglos le han cambiado el nombre a la mentira.
Confío
en que este camino que decidimos emprender juntos nos encuentre siempre igual
de motivados y unidos para continuar en el mismo sentido, mientras seguimos
trabajando en el hermoso proyecto de construir nuestra familia. Te invito a ser
conmigo director de esta orquesta, piloto de este avión y socio en esta empresa
para que algún día, cuando el final esté cerca, podamos mirar atrás, mirarnos a
los ojos con la mayor sinceridad de nuestro corazón, saber que lo hicimos bien
y, sobre todo, que lo hicimos juntos. Hoy estamos compartiendo la siembra, con
el alma espero que también podamos levantar juntos nuestra cosecha.
Las
lecturas religiosas suelen estar cargadas de imágenesliterarias, palabras o expresiones que tienen un sentido
figurado.
Cuando
el que habla juega con las palabras en esta línea éstas tienen otro significado
distinto. Jesús las usaba mucho para
conseguir que sus mensajes fueran más entendibles. Antes que Él, otros hombres de Dios, también usaron esa metodología.
Isaías les habló dela
semejanza que había entre Dios y
el viñador para comunicarles que
igual que el agricultor espera que
su viña le dé buenas uvas, Él siempre
espera de los hombres lo mejor. Aquel se esforzó cuidando la plantación pero cuando
le llegó la hora esperada las malas hierbas se ponderaron y no prosperó la
cosecha… Ante el sufrimiento que le ocasionó el revés sufrido reaccionó arrasando
lo que había cultivado con esfuerzo y cariño.
La Concejalía de Cultura de nuestro Excmo. Ayuntamiento convocó para las “Fiesta de Santiago” un concurso
literario en el que los participantes escribirían una “Carta de amor”, yo lo hice con este título y el jurado, al valorar
su contenido, me concedió el SEGUNDO
PREMIO.
El texto es fruto de los
hechos reales que hace años escuché de las personas mayores que se reunían en
invierno a tomar el sol al abrigo de un testero blanqueado o en un rincón de la
calle, sentadas en sus silletas bajas de enea y, mientras hacían la calceta, se
contaban sus recuerdos.Yo era entonces muy pequeña pero acompañaba a mi abuela
muchas tardes porque esas conversaciones me gustaban tanto que todavía no las
he olvidado.