martes, 31 de octubre de 2017

PARA

Colaboración de José Martínez Ramírez
D. MANUEL  SÁNCHEZ  MARTOS
Con una ramita de olivo en la mano,
el embrujo de una guitarra en abril.
Entre el murmullo del Guadalquivir
iba cantando fandangos mi hermano.
 
De las espigas de oro y sus granos,
que cada primavera vuelven a surgir.
En Villargordo las flores, sobra decir,
son las más bonitas de todos los campos.

Entre los olivos brilla la luna de un piano
que te hacen sentir las caricias de vivir.
En los brazos de una madre entrañable, a dormir
y despertar cantando cogido de su mano.

Pero la vida no es tan amable y, en vano,
sueña con un instante la mar sentir.
Débil cristal llama de amor en ti,
senos de manantial de besos livianos.


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