domingo, 11 de febrero de 2018

JESÚS ESCUCHABA Y AYUDABA


Colaboración de Paco Pérez
¿APRENDEMOS DE SU ACTUAR?
Dios estableció, para quienes tuvieran enfermedades concretas de la piel, unas normas que trataban de establecer una medida sanitaria que evitara el contagio de las personas sanas. Partiendo de la realidad higiénica y sanitaria de aquellos días la medida no podía ser más correcta.
¿La interpretación futura que se hizo fue la correcta?

Creo que no porque cuando se mezclaron los principios culturales y religiosos del lugar para dar la respuesta adecuada a un tema que era sanitario lo que se derivó fue la implantación de un problema de convivencia. Cuando se llega a ese punto la razón se pierde y entran en juego planteamientos que, interpretados mal los conceptos religiosos, se convierten en normas irracionales que hacen sufrir a las personas.
Jesús con la curación del leproso, desdramatizó esas normas cuando se acercó a él, lo tocó y lo curó. Es un acto en el que entran en juego tres acciones loables:
1.- El leproso, cargado de FE, se acerca hasta Jesús, le reconoce su poder y le dice:
- Si quieres, puedes limpiarme.
2.- La respuesta que le da Jesús:
- Quiero, queda limpio.
Jesús lo escuchó, se preocupó de su problema, lo curó, no quiso protagonismo cuando lo curó pues le pidió que su acción no se divulgara y que cumpliera con las leyes presentándose a los sacerdotes.
Está claro que Jesús no estaba en contra de los planteamientos que aislaban a estos enfermos, estaba en contra de las interpretaciones equivocadas y, de paso, nos mostró el camino válido para actuar guiados por la razón. Esto lo hizo cuando no tuvo miedo de ayudar a quienes lo necesitaban.
3. La acción del leproso curado es un acto de reconocimiento hacia quien lo curó y así proclamaba sin miedo su condición ante los demás
Pablo reforzó la línea de Jesús cuando les recordó que en todos los lugares y en todas las confesiones religiosas hay unas normas y unos rituales que deben ser respetadas por sus miembros y que por esa razón intervenía, para orientar a los miembros de la comunidad cristiana de Corinto. Al hacerlo les aconsejó que se comportaran con corrección en todos los actos que realizaran para que su actuación sirviera de buen ejemplo y no de escándalo a los otros cristianos y a las personas de otras comunidades religiosas.

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