jueves, 1 de febrero de 2018

LAS COSAS DE “EL CUCO”


Colaboración de Paco Pérez
Capítulo VIII
EL ENCANTADO
Este relato también tuvo como comunicador a Francisco MorenoFrasco el Trapero y surgió en un encuentro casual que tuvimos unos días después de “Año Nuevo”. Él acababa de aparcar el coche frente a “Zamorita” para hacer las compras que su esposa le había encargado y nosotros que también íbamos a realizar las nuestras. La clave de todo está en que, sin saber cómo, a mí se me ocurrió decirle:
- ¡¡¡Chócate los palotes!!!

Frasco, hombre ya mayor, quedó tan sorprendido con la expresión que le formulé que se dirigió a Mari en estos términos:
- ¿Qué dice este diablo?
Nos reímos con su pregunta y después ella le aclaró que era una forma de proponerle que me diera la mano para saludarnos. Concluidas las explicaciones nos deseamos lo mejor para 2018 y ya discurrió la conversación sin sobresaltos.
En un momento de ella le comuniqué que ya había publicado la historia que me contó sobre FranciscoEl Cuco”, Juan José MolinoSanto Rostro” y las vacas. No reímos recordando los episodios y, cuando nos íbamos a separar, se acordó de otra historieta de Francisco.
Hay que recordar que Frasco y su familia vivían en la casilla de “Carchenilla” cuando “El Cuco” estaba novio con Mariquilla. Ésta vivía en “El Puig”, una finca próxima a la de ellos, porque el suegro de Francisco trabajaba en ella y él, cuando visitaba a su novia, pasaba por la era de la casilla y lo normal era que se topara con algún miembro de la familia de “Frasco” que allí estuviera haciendo algún trabajo, se paraba y charlaban.
Una de esas tardes se encontró con Antonio y Juan, los hermanos mayores de Frasco, y como todos conocían bien los temores que tenía “El Cuco” al pasar por la “Cueva del Gato” pues Antonio le habló de las cosas raras que estaban pasando en aquel lugar en los últimos días. Juan confirmó lo dicho por su hermano y entró en detalles:
- Hace unos días pasó por aquí un arriero con varios burros cargados de trigo, iba camino del molino y nos contó que en esa zona vio entre los matorrales a “un encantado”.
Francisco quedó muy sorprendido, hizo unos gestos muy raros y le preguntó:
- ¿Se puede saber qué coño es ese “encantado” de la leche?
– Yo no lo sé tampoco pero el arriero decía que era como una sombra que iba de un lado para otro muy rápida y haciendo mucho ruido al pasar por entre las plantas.
Para que fuera más creíble la historia intervino Antonio y afirmó:
- Cuando íbamos a la escuela teníamos pocos libros pero algún cuento que otro sí que leí y recuerdo que en uno de ellos se contaba como una bruja encantó a un muchacho por no querer casarse con su novia.
- ¿Y qué le hizo? – preguntó Francisco muy acojonado.
– Según el libro, al muchacho le clavó una aguja gigante en el pecho y lo convirtió en una nube. Así tenía que estar hasta que alguien se la retirara y ya volviera a ser persona –le explicó Antonio.
Juan apuntó esta idea:
- Tal vez sea eso lo que busca pero como no lo explica pues todos pasan de largo o corren y, claro, así no se le soluciona su problema cualquiera sabe el tiempo que lleva dando vuelta de un lado para otro.
Entonces dijo “El Cuco:
- ¡¡¡Pues le tenía que haber dado un mochazo a la bruja y ahora no lo tendríamos por aquí dando la castaña!!!
Se despidieron y él continuó su camino hacia “El Puig” en busca de Mariquilla.
Antonio y Juan ya habían sembrado la semilla del miedo en Francisco y cuando se separaron de él decidieron que cuando regresara ellos estarían esperándolo escondidos entre los matorrales próximos a la  Cueva del Gato.
Estaba ya bien anochecido pero la oscuridad no se había apoderado de manera total del lugar y desde su escondrijo podían observar cómo caminaba lento mientras subía la cuesta y que lo hacía por la cuneta contraria a los matorrales. Al llegar hasta el lugar en que estaban escondidos ellos comenzaron a simular ruido de viento y a mover las ramas de los matojos, él se paró y comenzó a mirar hacia el lugar de donde provenían los ruidos pero, sin esperarlo, escuchó una voz que le dijo:
- ¡¡¡Cucoooo, ayúdameeee!!!
Francisco le respondió a la voz mientras caminaba deprisa hacia la ermita:
- ¡¡¡Yoooo, que te ayude la bruja!!!
Temiendo que el “encantado” se enfadara salió corriendo y los bromistas  no supieron dónde paró.

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