sábado, 5 de mayo de 2018

EL AMOR


Colaboración de Paco Pérez
EL GRAN MOTOR DE LA VIDA CRISTIANA
El amor es el motor de la vida porque Dios nos lo enseña… ¿Cuándo?
Al regalarnos la venida de su Hijo, sabiendo Él que debería morir por nosotros. En este acto supremo quedó definido lo que es el verdadero AMOR, entregar lo que más queremos para salvar a los demás. La muerte de Jesús era la única opción que teníamos de ser salvados pues la magnitud de nuestra ofensa sólo podía ser lavada con la grandeza del sacrificio de su Hijo.

Los hombres, para practicar el amor, debemos saber que su origen está en el Padre, conocer las normas o preceptos que Él nos marca y estar dispuestos a sacrificarnos por los demás. Lo haremos así porque debemos seguir la práctica que inició Jesús: [Amarnos los unos a los otros como Él nos enseñó.].
Para realizar este encargó Jesús nos liberó de las cadenas de la esclavitud y nos regaló la libertad, así podríamos ser buenos misioneros y llevar a los demás su mensaje para obtener buenos frutos. Poner en marcha este proyecto cristiano necesita de la ayuda del Padre y entonces se operará en nuestras costumbres un cambio profundo y total. Si damos este paso recibiremos el Espíritu de Dios y después, con su ayuda, podremos vivir en esa línea cristiana.
El gran enemigo del hombre para cambiar de conducta es el egoísmo y por esa razón, si Dios no nos ayuda, practicar la solidaridad será muy difícil porque no estaremos empujados por la fuerza del verdadero amor, el que nos enseñó Jesús con su ejemplo.
Cuando la persona vive el cristianismo impregnado de ese amor actuará con el prójimo con alegría, propiciará la paz, será tolerante y no violento, hará que la vida resulte agradable a los demás, se mostrará generoso solucionando los problemas del necesitado y nunca fallará a quienes lo busquen.
La puesta en marcha de estos principios conseguirá que no haya  privilegios de los unos sobre los otros y quedarán eliminados los rechazos a las personas por los rancios prejuicios de pertenecer a una raza, nación, clase social, sexo, religión… Este es el modelo de sociedad que nos propone Dios, el que practicó Jesús y el que todavía no hemos puesto en marcha por no haber comprendido sus enseñanzas.
Si todos tenemos la obligación de ser “misioneros” el poder realizarlo será complicado porque no se puede enseñar lo que no se conoce o comprende y, por desgracia, a los cristianos-católicos no se les permitió leer la Biblia durante años, por esa siembra la mayoría de ellos no la ha leído. Su lectura da el conocimiento y la experiencia que se necesitan para divulgar sus propuestas de amor y felicidad, el camino que debemos seguir para formar la comunidad de los hijos de Dios.
Quienes lo hacen se muestran justos, sensibles ante las desgracias ajenas y resistentes ante las tentaciones que nos ofrece la vida.
El encuentro de Pedro con Cornelio nos muestra el reconocimiento y la admiración de un gentil hacia un hombre de Dios y también la realidad del cristianismo cuando, aceptando a un gentil, reconocemos que todos somos iguales porque Él no establece diferencias pero también les dejó claro que todos debemos temer a Dios y ser justos.


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