domingo, 21 de julio de 2019

LA PALABRA


Colaboración de Paco Pérez
ESCUCHA Y ANUNCIO
Responder a los deseos de Dios no es de nuestros días sino de siempre, lo que ha cambiado con los años ha sido la forma de proclamar su Palabra.
Hoy nos encontramos el ejemplo de Abraham, un hombre cargado de fe que siempre escuchó al Señor. Su creencia quedó probada cuando tres personas visitaron su casa, él se levantó al verlos venir para acudir a su encuentro, les dio la bienvenida y les ofreció su hospitalidad. Inmediatamente se movilizó, dio órdenes a su esposa para que les facilitara el aseo y les preparara la comida.
Se lavaron, comieron y, a la conclusión del encuentro, los visitantes le comunicaron que su esposa Sara le daría un hijo.

Pasaron los años y Jesús visitó en Betania la casa de unos amigos.  Marta y María lo recibieron como era costumbre entonces, dándole una gran acogida, aunque ambas se mostraran en actitudes diferentes. La primera siempre estaba en movimiento pues se preocupaba de que no le faltara nada a quienes los visitaban, actitud propia de quienes sirven, y la segunda se nos muestra inmóvil delante de Jesús, a ésta sólo le interesaba “escuchar” lo que Él les comunicaba. Ambas le mostraron su hospitalidad pero… ¿Cuál de las dos se portó mejor con Jesús?
Los dos comportamientos fueron diferentes y necesarios pero, indudablemente, María eligió la mejor opción, “escuchar la Palabra”. Así se nos enseña que si no nos alimentamos con ella nuestro actuar perderá fuerza, sentido y valor. Esta afirmación se refuerza si recordamos la parábola del “sembrador” pues en ella se nos muestra con precisión cómo debe realizarse la “evangelización”: Se esparce la Palabra y, si quienes la reciben la guardan y reflexionan, ésta brotará después con fuerza y dará buenos frutos. 
Todos tenemos la obligación de realizar la acción misionera de proclamar la Palabra pero deberemos practicar previamente la escucha, la interiorización de los mensajes, la meditación, el anuncio, el servicio a los demás, la hospitalidad...
No debemos olvidar que la evangelización lleva a quienes la practican a transitar por un camino cargado de sufrimientos, recordemos el ejemplo de Jesús, y por esa razón Pablo les enseñaba que debían aceptar que el sufrimiento que les causaba la vida debía ser bien interpretado. Para ello hay que comprender que no debemos tomarlo como una desgracia sino como una suerte… ¿Por qué?
Porque sería la prueba de que habíamos comprendido que nuestros problemas personales no deben ser utilizados para preguntarle a Dios… ¿Señor, por qué?
Debemos aceptarlos pues nuestros sufrimientos es posible que sirvan para completar los que padeció Cristo en su pasión.


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