sábado, 13 de julio de 2019

¿QUÉ IMPLICABA SER DE SAMARÍA?


Colaboración de Paco Pérez
ENEMISTAD Y RECHAZO
Moisés aconsejaba a su pueblo, cuando éste estaba desterrado en Egipto, que escucharan al Señor y siguieran el verdadero camino: Guardar sus preceptos y mandatos. Les decía que, para conseguirlo, debían hacerlo mirando en su corazón y no hacía el cielo.
Pero yo me pregunto… ¿Es posible respetar las normas que no se conocen?
Desde que Moisés hablaba así han pasado muchos años pero no hemos avanzado mucho en el cumplimiento de la propuesta que nos hizo porque la mayoría de los cristianos no realizamos el estudio personal de la Biblia. Si la leyéramos conoceríamos al Señor, lo amaríamos y entonces nos resultaría más fácil cumplir sus preceptos.

Palestina, territorialmente, estaba organizada en tres zonas  diferenciadas: Judea, Samaría y Galilea. 
Samaría ocupaba la parte central y quienes vivían en las otras, cuando viajaban de una a otra tenían que pasar por ella.
Setecientos años antes de que naciera Jesús los asirios invadieron este territorio, deportaron a gran parte de sus habitantes y después trajeron colonos de Asiria para repoblar el lugar. Esta acción hizo que se mezclaran los habitantes de Samaría con los colonos y los nuevos retoños fueron una nueva raza mestiza que, además, tenía una gran variedad de creencias religiosas. Estas dos realidades les hicieron sufrir el rechazo de sus vecinos, una actitud injusta hacia estas criaturas, y comenzaron a llamarles “samaritanos”… ¿Qué significaba para los galileos y judíos esta palabra?
Que los consideran como bastardos, de ahí la tirantez tan grande que manifestaban en sus relaciones. Empujados por estas actitudes los “samaritanos” construyeron un templo en el monte Garizim y, desde aquel momento, este templo y el de Jerusalén rivalizaron en el culto a Dios.
La situación se agravó, antes de que naciera Jesús, ocurrió cuando el rey de Judea- Juan Hircano- destruyó el templo de Garizim. Este hecho hizo que aumentaran las tensiones entre sus habitantes, que hubiera disputas y que, a veces, éstas acabaran cruentamente.
Cuando Jesús tenía unos nueve años los “samaritanos” devolvieron a los judíos la mala acción que ellos habían recibido de Juan Hircano. Los que subieron a Jerusalén en las “Fiestas de Pascua”, profanaron el Templo echando huesos de difunto en él. Ésta acción no la perdonaron los judíos y desde entonces las disputas fueron a más, la hospitalidad se perdió, no se saludaban y no acogían en sus casas a quienes eran considerados sus enemigos.
Los discípulos de Jesús también rechazaban a los “samaritanos” pero Él les enseñó el verdadero camino visitándolos y quedándose durante algunos días entre ellos.
Estos apuntes históricos nos ayudarán a comprender mejor cómo actuaba Jesús para desmontar los desarreglos que las personas de su tiempo habían hecho con otras. Los hombres practicaban el odio y la realización de actos incorrectos contra quienes ellos consideraban que eran sus enemigos pero Él no se cansaba de predicarles lo contrario, el perdón y el amor a los otros hombres, aunque estuvieran enemistados.
¿Por qué seguían con las mismas inquinas, no escuchaban a Jesús y sólo les preocupaba ganarse el “Reino de los Cielos”?
Porque aunque Él les hablaba de qué era lo importante y qué no para ganar el Reino ellos no lo comprendían. Leemos Lucas 10, 25-29:
[Levantándose un doctor de la Ley, para tentarle, y le dijo:
- Maestro, ¿qué haré para alcanzar la vida eterna?
Él le dijo:
-¿Qué está escrito en la Ley? ¿Cómo es eso que recitas?
Éste contestó:
- Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con toda tu mente. Y a tu prójimo como a ti mismo".
Él le dijo:
-Bien contestado. Haz eso y tendrás vida.
Pero el otro, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:
-Y ¿quién es mi prójimo?].
Jesús, como buen Maestro, le respondió con la parábola del “Buen Samaritano” pues le venía como anillo al dedo para que comprendiera que ese hombre, a pesar de los odios que había entre los habitantes de aquellas tierras, cumplió con la obligación que todos tenemos de comportarnos como prójimo, ayudando a quienes no tienen y necesitan.
Pero no fue una acción única sino amplia porque se preocupó de solucionarle el problema inmediato, su salud; de buscarle cuidados y alojamiento; de dejarle dinero al cuidador para los gastos que ocasionara y de comprometerse a volver y pagar lo que faltara.
Los hombres buscamos el encuentro favorable con Dios agarrándonos a cumplimientos inútiles, actos y acciones tradicionales, pero… ¿Cumplimos realmente como prójimos?
Estamos muy atentos a las promesas, a las velas, a las procesiones, a las romerías… ¿Ahí nos comportamos como prójimos? ¿Necesitamos que venga Jesús a darnos de nuevo la respuesta sobre lo que hacemos mal y lo que debemos hacer?
Según Pablo, Jesús es la imagen visible del Señor y a través de las obras de su vida podemos aprender el camino que debemos recorrer.

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