sábado, 26 de octubre de 2019

LA ORACIÓN


Colaboración de Paco Pérez
¿QUÉ NOS ENSEÑÓ JESÚS SOBRE ELLA?
Siempre se nos dijo que ORAR es hablar con Dios para reconocerle quién es, abrirle nuestro corazón para mostrarnos como somos, pedirle perdón por nuestros errores, darle las gracias por lo que nos ha ayudado, expresarle la preocupación que tenemos por nuestra situación y la de otras personas, asumir ante Él que no cumplimos… Jesús se retiraba solo a un lugar apartado para ponerse en oración y lo hacía en silencio pero, a pesar de su ejemplo, se nos han enseñado otros modelos de oración distintos al que Él practicó… ¿Por qué?

Los hombres, con frecuencia, convertimos la oración en un mercadeo porque nos atrevemos a proponerle a Dios negociar la solución de nuestras necesidades. Ocurre cuando nos olvidamos de que Él sabe bien cuáles son nuestras necesidades y por dudar de esa realidad le pedimos sus favores a cambio de ofrecerle nuestras promesas, las que cumpliremos si nos concede nuestra petición… ¿Podría ocurrir que esta forma es una ofensa para el Padre por supeditar el cumplimiento de nuestra promesa a que recibamos su ayuda? ¿No será mejor que empecemos haciendo un sacrificio y se lo ofrezcamos antes de pedirle ayuda?
Si estuviéramos convencidos de que somos sus hijos entonces mantendríamos una buena relación paterno-filial con Él porque… ¿Qué hijo no confía en su padre?
Jesús, como judío, conocía las costumbres oratorias de su pueblo pero Él prefería retirarse para orar en soledad… ¿Qué sentido tiene conocer cómo lo hacía Jesús y luego practicar, en casa o en el templo, rezos colectivos en los que una persona, o un disco, proclama una parte y los reunidos repiten la otra como loros?
Pagola nos orienta: [La oración de Jesús no era un rezo mecánico ni una repetición casi mágica de palabras. No hay que multiplicar fórmulas, como hacen los paganos hasta “cansar” a los dioses, creyendo que así serán escuchados. Basta con presentarse ante Dios como hijos necesitados.].
También encontramos ayuda en Mateo 6, 5-6: [Cuando ores, no seas como los hipócritas, porque ellos aman el orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las calles para ser vistos por los hombres; de cierto os digo que ya tienen su recompensa. Pero tú, cuando ores, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará en público.].
Jesús, en Lucas 18, 9-14, nos muestra el formato real del comportamiento de dos personajes de la sociedad judía de aquellos tiempos cuando oraban. El fariseo, lo hacía para alcanzar notoriedad social y para lograrla sólo se preocupaba de dar buena imagen, se creía perfecto, despreciaba a los demás porque eran malos y se presentaba confiado a Dios porque cumplía con las leyes. El publicano, por su profesión, no debía cumplir bien con los hombres, se presentó ante Dios reconociendo cómo trabajaba, arrepentido de lo que hacía y pidiéndole que lo perdonara.
Los que escuchaban a Jesús se sorprendieron cuando Él les dijo que el publicano era, de las dos personas que les presentó en oración, el que lo hizo bien.
Esta parábola nos enseña que debemos acudir a Él confiados y humildes y no despreciando, como hacía el fariseo, a los demás porque hacerlo así será la señal inequívoca de cómo pensamos… ¡Nosotros los buenos y los otros los malos!
Según Jesús, al orar, debemos considerar a Dios como un Padre que tiene presentes a todos sus hijos sin establecer diferencias por razones de sexo, raza o posición social pues todos somos iguales. Lo que no aceptará de nosotros es que si Jesús nos liberó nosotros seamos ahora tan olvidadizos e ingratos que nos dediquemos a explotar a los que más necesitan de nosotros y que aparquemos el acto de ayudarles para otro momento.
Es importante seguir el ejemplo de Pablo, él respondió correctamente a la llamada de Dios y por esa razón cuando le llegó la hora de partir se mostró sereno pues consideró que ya había realizado los deberes que le había encomendado y que ahora sólo le quedaba esperar que le llegara el momento de la partida para recibir el premio por haberlo hecho, igual que le pasará a todos los que trabajen por la causa de Dios en su caminar terrenal.

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