sábado, 21 de marzo de 2020

CUARESMA 4º


Colaboración de Paco Pérez
LA LUZ SE MANIFIESTA AL HOMBRE
La curación del ciego dejó asombrados a los judíos que la presenciaron pero la realidad del hecho es que ellos no comprendieron lo ocurrido porque el dios al que adoraban no había curado la ceguera sino un hombre que les dijo: [Yo soy la luz del mundo.].
¿Comprendieron ellos este mensaje?
Hubo quienes sí, y lo siguieron, pero otros no porque en aquellos tiempos era difícil entender que Jesús les hablaba de que nos regalaba la luz para llegar a la verdad, el ciego la recibió y sí lo aceptó.

Los judíos, como manejaban los hilos de la sociedad imponiendo los preceptos del judaísmo, no aceptaron la curación, acosaron al ciego y a sus padres con la intención de demostrar al pueblo que todo había sido un montaje pero ellos, con sencillez, les respondían siempre la misma VERDAD, nunca cambiaron el contenido de sus respuestas y así consiguieron, sin proponérselo, desquiciarlos y dejarlos en mal lugar. Los fariseos, cansados de no lograr el objetivo buscado, acusaron al ciego de pecador y lo expulsaron.
Después, Jesús se encontró con él de manera casual y hablaron. El encuentro está en Juan 9, 35-38:
[Oyó Jesús que lo habían expulsado, lo encontró y le dijo: ¿Crees tú en el Hijo del hombre?
Él contestó: ¿Y quién es, Señor, para que crea en él?
Jesús le dijo: Lo estás viendo: el que te está hablando, ése es.
Él dijo: Creo, Señor. Y se postró ante él.].
También molestaban a Jesús porque la curación tuvo lugar en sábado y ya sabemos las prohibiciones que tenían establecidas para ese día.
A veces, la ceguera de las personas videntes es tan grande que las lleva a tener un comportamiento peor que aquellas que sí lo son por nacimiento o por cualquier contrariedad y esa forma de ser está retratada en la respuesta que dieron los judíos a la predicación y acciones de Jesús. Es cierto que la formación que recibimos en los ámbitos familiares, religiosos y sociales nos configura en una línea de pensamiento y con ella quedamos marcados para siempre. Los judíos son un ejemplo de ello.
Aquella sociedad creía que el mal que afectaba a las personas era un castigo por el pecado y por esa razón los discípulos quisieron saber el origen de la ceguera de aquel hombre. Preguntaron a Jesús y la respuesta que les dio está en Juan 9,3:   
[Jesús contestó: Ni éste pecó ni sus padres, sino para que se manifiesten en él las obras de Dios.].
Muchos cristianos también piensan como aquellos hombres… ¿Qué debemos hacer ante esta realidad?
Reaccionar a tiempo para mostrarnos disconformes, desear cambiar la educación que hemos recibido deformada y después, si alguna vez tenemos la suerte de que alguien se nos acerca con valentía para mostrarnos la verdad, entonces deberemos ser lo suficientemente inteligentes para no enfadarnos, atenderlo, analizar lo que recibimos regalado de él y decidir después qué camino es el correcto. Lo que nunca deberemos hacer es comportarnos como los judíos, oponiéndonos frontalmente al que se acerque para ayudarnos o rechazándole sus buenas intenciones sin conocerlas. Si hacemos esto, después no podremos quejarnos de las consecuencias que se deriven de nuestra forma de pensar y entender la vida.
Con la curación de aquel hombre Jesús les enseñó su buena disposición para ayudar a los demás y les manifestó que cuando de ayudar se trata lo primero e importante es realizar el acto y después ir al templo a cumplir con los preceptos religiosos.
En Juan 9, 4-5 se nos anima a evangelizar:
[Mientras es de día tenéis que trabajar en las obras del que me ha enviado; viene la noche y nadie podrá hacerlas. Mientras estoy en el mundo, soy luz del mundo.].
Mientras no seamos rechazados deberemos ayudar a quienes están confundidos pero si quienes tienen que recibirnos rechazan nuestras buenas intenciones pues entonces no les insistiremos. Jesús ayudó al ciego, éste acogió el mensaje del Señor y le respondió correctamente. Otros judíos lo rechazaron y todavía siguen esperando la llegada del Mesías.
El ciego, un hombre que no podía valerse por sí mismo, al recibir la luz se transformó pues se convirtió en un hombre nuevo que ganó en seguridad para afrontar los retos de la vida, lo demostró cuando lo interrogaban los fariseos.
Los hombres, cuando tienen que elegir algo, comienzan a orientarse fijándose en las apariencias externas pero la realidad nos enseña después que ese no es el mejor camino. El ciego acertó porque, sin ver, supo valorar la bondad de quién se le acercó y lo  curó, no le preguntó quién era y se dejó poner el barro, un medicamento raro. Los judíos sí veían pero sólo reconocían a Jesús como a un hombre corriente, igual que ellos, y esa actitud les empujó a que no aceptaran la grandeza del que les hablaba.
Hoy se nos regala esa enseñanza en 1 SAMUEL 16,  6-7, cuando Dios encargó al profeta la elección del rey David:
[Cuando llegó, vio a Elías y pensó: - Seguro, el Señor tiene delante a su ungido.
Pero el Señor le dijo: - No te fijes en las apariencias ni en su buena estatura. Lo rechazo. Porque Dios no ve como los hombres, que ven la apariencia; el Señor ve el corazón.
].
En este texto se confirma lo dicho y, además, Dios nos enseña que las personas somos instrumentos en sus manos para realizar actos necesarios para el bien común y que, como para Él nada es imposible, siempre elige a las personas mirando en su interior. Por eso eligió a David, el joven que derrotó al gigante, y a Moisés, el tartamudo que convenció al Faraón. El secreto está en que Dios, cuando está con alguien, lo guía y nunca lo abandona.
Pablo nos habla de los dos modelos de personas que hay, aquellos que caminan guiados por unos planteamientos deshumanizados, como fruto de entender el comportamiento desde posturas inspiradas por el mal, y quienes lo hacen guiados por la luz que tiene su origen en Dios.
Recomienda a los hijos de la luz que den la cara en defensa de la verdad, que actúen con justicia y bondad y que denuncien las obras malas de quienes obran a escondidas. Si actuamos guiados por la luz los pondremos al descubierto y quedarán en evidencia.

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