lunes, 22 de abril de 2013


VIAJANDO

CON

DON RECUERDO

Colaboración de Paco Pérez

POR EL AMOR A LA “REINA”(II)

Capítulo V

Una vez más el “Bar Deportes” se convierte en pista de aterrizaje para el vehículo de mi mente, esta vez aterrizo sin pedir permiso a los controladores aéreos de la torre de mando… ¿Por qué lo hago así?
Porque estábamos en pleno mes de agosto, había que escudriñar en el pasado y por ello, como me imaginé que quién estaría en ese momento de servicio se habría quedado dormido junto a la máquina del café pues di por hecho que me agradecería más que no lo molestara solicitándole un servicio, como seguía suponiendo cosas pues me imaginaba que sería el de siempre el que tendría que atender la petición que le hiciera, el incombustible Blas Castellano hijo y entonces decidí no molestarlo  para que descansara. Esa fue la razón que le dio mi padre cuando se acercó, una hora más tarde de lo habitual, a tomar el café corto que acostumbraba pedir siempre y él se lo recriminó con su pregunta de amigo, formulada con todo el respeto pero no exenta de su habitual parsimonia:
- Has llegado tarde a la partida… ¿Dónde te has metido? Ya llevan jugando un buen rato los dos de marras, Juan José “El Bendito” y Juanito “Letras”.
Juan José es el primero y mi abuelo está detrás.
La verdadera razón que hubo para que mi padre retrasara el tomar el café a la llegada, cambiando sus hábitos, estuvo motivada por la gresca que tenían montada los dos contendientes a esa temprana hora de la tarde, era la primera partida y ya estaban muy calientes. La verdad es que Juan José tenía la partida ganada y Juanito pensaba lo imposible para no perderla, que le ahogara era su única y última esperanza. Como Juan José era consciente de que esa era su intención pues le recriminaba su proceder incorrecto y le pedía que se tirara porque así quedaría como un caballero. Juanito le respondió así a su petición:
- Eso jamás, me tienes que matar porque no olvides nunca loque te voy a decir… ¡¡¡El Alcázar no se rinde!!!
- Claro, pero era el Alcázar y tú no eres el que dijo esas palabras… ¡¡¡Jaque mate!!!
- Ahora sí me tiro, antes no.
Cuando comenzaron a poner las piezas para la siguiente partida mi padre se levantó para tomar el café. Al regresar comprobó que el enfrentamiento estaba muy lento, era Juanito el que lo ponía así porque no se podía permitir la licencia de perder una segunda partida y además, así intranquilizaba a Juan José. Los espectadores llegaron poco a poco, se fueron sentando a su alrededor y el ambiente ya estaba tomando aire de plaza de toros. Unos daban la razón a Juan José cuando se quejaba y otros defendían a Juanito mientras argumentaban:
- El ajedrez es un juego para pensar y lo que hace Juanito es correcto.
Juan José, que era un hombre tranquilo normalmente, se alteraba demasiado con las cosas de Juanito, en esta ocasión no hizo una excepción y comenzó a mover de manera poco reflexiva. Por culpa de esa forma de  proceder se descuidó en un movimiento sencillo y dejó la REINA en un cuadro inadecuado porque estaba en situación de indefensión debido a que uno de los caballos del adversario podía darle alcance y, de ser así, la única solución posible para Juan José era que Juan no se percatara de ello, algo imposible.
El quemasangres de Juanito adoptó una postura más ostensible de meditación: con la mano izquierda se sujetaba la barbilla, se tocaba la nariz, recobraba la anterior postura, repetía el proceso y, con la derecha, agarraba fuertemente el codo de la otra mano dándole la impresión de que no se precipitaría.
En la otra parte de tablero Juan José movía el café, bebía, le echaba agua, volvía a menear el potingue, volvía a beber, siguía añadiendo agua y… 
Por fin habló Juan, lo hizo antes de mover su pieza y después de meditar su acción durante unos interminables y expectantes quince minutos. Cuando se le escuchó explicó en estos términos lo que iba a hacer y el por qué:
- Creo que lo que más me interesa es comerme la reina.
Más de un lector, debido a su juventud, se preguntará como fruto de la curiosidad y por no haber conocido de manera personal a Juan José:
- ¿Qué haría este señor después de haber estado sometido durante un buen rato a esa situación de estrés emocional por la incertidumbre de la respuesta deportiva del adversario?
Se limitó a ser Juan José, es decir, a no fallarse a sí mismo y tampoco a los demás… ¿No os lo imagináis?
Hace unas fecha os comenté que las partidas, al ser verano, se jugaban junto a aquel árbol que había en “El Paseo”, ese que tenía el tronco carcomido por los efectos del clima y de su edad. Pues ésta también se jugó ahí y por eso las fichas acabaron, algunas, en ese agujero y las otras ni se encontraron… ¿Por qué ocurrió eso? Porque Juan José le dio un guantazo al tablero y salieron volando por los aires mientras increpaba a Juanito así:
- ¡¡¡Mala follá, si tú sabías perfectamente lo que ibas a hacer desde el principio!!!
Esa partida de  ajedrez ha sido la más comentada de aquellos tiempos y en nuestros días algunas de las que he mantenido con mi amigo Antonio Chica Garate “El Capi” tampoco fueron mancas. Por ejemplo, en esta:
 

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