viernes, 6 de junio de 2014

LA MORERA DEL SINDICATO

Colaboración de Paco Pérez
El día 3 de mayo, en las primeras horas de la mañana, caminaba con Mari por el paseo que bordea el cauce del río Chíllar en dirección Norte y por su margen derecha.

Lo hacíamos a la altura del parque infantil y, de pronto, reparé en el espectáculo inusual que nos ofrecía el pavimento, un conjunto de suciedad cuyos componentes eran el fruto de aquel árbol, las “moras” que había caídas, y las manchas originadas por los transeúntes al pasar por allí y pisarlas.


Alcé la mirada para observar el ramaje, comprobar cómo estaba la morera de frutos y entonces, estando en ese proceso observador, la mente me transportó a una imagen de la niñez. Cuando tuve el cartoncillo en mi poder comprobé que estaba muy deteriorado, me esforcé pero sólo pude reconocer la imagen de Domingo Jiménez AlmagroEl morralero” y la mía, a los otros niños no los identifiqué porque sus imágenes estaban muy difuminadas y por eso no puedo decir sus nombres.
En Villargordo había dos moreras muy célebres, sus moras eran blancas y muy dulces, una en la “Plaza de la Iglesia”. La que aparece a la derecha de la imagen.
La otra, mucho más grande y frondosa, estaba en “El Paseo”, delante del edificio de “El Sindicato”, cuyo  solar es hoy ocupado por el Ayuntamiento.
Una tarde estábamos un grupo de diablillos intentando comernos unas cuantas "moras" por el único procedimiento que conocíamos y que era usual entre la chiquillería, tirar piedras a la morera y derribar sus “moras”.
Primero tirábamos los proyectiles, esperábamos que cayeran e inmediatamente nos lanzábamos a por ellas. Aquella tarde no hicimos un cambio de planes y mientras las cogíamos y comíamos, estábamos en cuclillas. Sin esperarlo, una piedra de caída retardada se deslizó en picado y sin avisar sobre la cabeza de Domingo. La primera reacción del grupo fue mondarnos de risa, incluido él. Cuando estábamos en esa estampa, él debió de sentirse algo y se llevó la mano a la zona de impacto, se palpó durante unos momentos con ella y cuando la retiró… ¡¡¡Sorpresa, su palma de la mano estaba impregnada de sangre!!!
El grupo enmudeció y Domingo tornó su rostro risueño por un grito de preocupación… ¡¡¡Sangre!!!
Inmediatamente comenzó a llorar y salió corriendo hacia su casa y la escena, con los que quedamos, volvió a recuperar su tono jocoso.




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