domingo, 20 de julio de 2014

EL NIÑO QUE LLORABA SOLO

Colaboración de José Martínez Ramírez


                     I 
Frente a él, ajena a la tormenta
que provoca los naufragios,
la madre lo mira y lo alienta,
le daría lo que no tiene, el cuarto
donde descansa la utopía sangrienta.

La violencia de la noche, harto
de recibir miradas violentas
y voces cobardes de vientos fatuos.
Años de volverse loco y robado…
¡Qué fue vida mía, qué ocurrió, cuenta!

Cuando se fue la virtud porque se ha nublado
el poder de la razón que llora en la mesa,
marchita por el cobarde y vil zarpazo,
pero no se hunde, no puede la pena
romper lo que ama, íntimo el milagro
de la vida cada vez que ella lo besa.
                        II
Y buscó refugio frente al espejo,
en una guerra sin cuartel, sobrio
contra un mar eterno de olivos de odio,
al otro lado se ve un poco más viejo,
quebró las cadenas en un acto reflejo.

El niño que ahora contemplo en la foto
dejó los terrores y el desconsuelo
y no se dejó vivir con el corazón roto.

Ni anidó el rencor, ni se le puso añejo.
Dejó la verdad falsa, de modo,
que quedó preso el pájaro de mal agüero.
                        III
El niño, sobre la sangre de su piel
y el mal gusto que tenía en la boca,
luchó contra las olas grandes de hiel,
que le daban la soledad de la derrota.

Pero una nube blanca de amor y miel,
llegó sobre las alas de mil mariposas
y voló abrazado a su torre de babel,
pensando en apagar la luz que convoca,
en forma de  sueño, una hermosa mujer
que se dejó llevar porque le dolía  la boca,
al sentir que el corazón era ajeno y cruel. 
                          IV 
Julio viene con otro niño cambiado,
ahora que ha pasado tanto tiempo
y no sé dónde fue mi corazón alado.

Imperdonable querer como lo quiero,
no saber de dónde vengo turbado,
de amor y de aire, porque no muero.

Ya que todo es ayer y viene quemado,
allí donde voy como dócil cordero.

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