sábado, 3 de enero de 2015

VIAJANDO CON EL RECUERDO HASTA...

EL “AÑO VIEJO” de 1984
EN
VILLARGORDO de JAÉN

Colaboración de Paco Pérez

En el año 1984 no pudimos participar en la movida noche de “Año Viejo” porque unos días antes, el 27 de diciembre, murió la abuela de Mari, María Juliana.
Ese año, la pandilla había decidió reunirse en el bajo comercial que los amigos Paco Gómez Marfil “Porroncho” y Maruja García tenían en su domicilio, estaba y está situado el inmueble en la calle Benjumea.

Se cambió el lugar de convivencia porque tras unos años de celebración en los bares nos cansamos de tener que comer con prisas para llegar a las campanadas frente al reloj, nos apetecía cambiar el paso y de ahí que se retornara a las viejas costumbres. En este viejo modelo los preparativos y los trabajos necesarios para que todo estuviera a punto esa noche corrían a cargo de los participantes.
El ritual consistía en que unas cuantas noches antes recorríamos las calles del pueblo los de siempre: Alonso Jiménez, los hermanos Diego y Paco Lerma y yo. El objetivo era visitar a los ovejeros del pueblo para comprarles los borregos acordados, a este grupo le llamábamos “intendencia” porque teníamos la misión de procurar que nadie muriera esa noche de hambre. Esa palabra nos venía de  la jerga que habíamos aprendido unos cuantos años antes durante nuestra etapa como soldados de reemplazo. La responsabilidad de comprar los animales recaía normalmente en Alonso y Pérez. Los hermanos Lerma eran los encargados de matarlos y trocearlos. Miguel Navarro “El zurdo” traía el vino de Bailén en garrafas de 16 litros y daba con ellas más viajes que un aguador. La verdad, durante esas actuaciones nos lo pasábamos muy bien y no nos quejábamos, sabíamos que si queríamos juerga había que hacerlo así. Sebastián García Moral “Galgo Viejo” era nuestro gran cocinero de carne a la sartén y media vuelta.
Un año llovió mucho durante ese día en el pueblo y Sebastián, como pasó mucho calor dándole a la paleta a pesar de que iba vestido de emperador romano, cuando salimos en desfile por la calle aún seguía achicharrado y, de pronto, se sentó en un charco grande que había en un agujero del pavimento para refrescarse. Fue un espectáculo inolvidable el verlo echarse el agua por el cuerpo con las manos.
Debido a nuestra no presencia en esa noche y a los treinta años que nos separan de aquella fiesta las vivencias que tuvieron no las conocemos y por eso me limitaré este año a publicar las fotos que nos regalaron los participantes.

¡¡¡Viajemos al pasado!!!




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