martes, 15 de diciembre de 2015

EL VINO, AMIGO EN EL DESIERTO DE LA SOLEDAD

Capítulo I
  Colaboración de José Martínez Ramírez

 
                  I
Oh, amigo mío de la tierra,
de agua y miel de flores.
Vives en la oscuridad
del frío y de la artesa.
Tu viaje a los labios
lo inicias con la ayuda
de la mano y del ojo.

Los secretos, y el brillo
que robaste a los astros,
ese que el tiempo te otorga
mientras me ayudas
en esta frágil antología.

Acompañas, también,
al derroche del mundo.
Después, tu madre recupera
tras la poda su vigor,
con el sol y las lluvias.

Llegas igual que la mujer,
como un ciclón desatado
bajo el perfume de su piel.
Huracán de médulas
con abrazos amigos.

Al día siguiente, quizá,
el cielo de los cuerpos
sufrirá una catástrofe
pero, en las noches de otoño,
el júbilo nos invita al canto.

Es tu aroma un oscuro
abismo, para vivir soñando
en los días salvajes, sin traje
de aguaceros y de barro.

Así van pasando nuestras vidas,
entre berrinches y sueños
que no suelen cumplirse.
Entre enemigos que abrazo,
si dicen las cosas a la cara.

Entre amigos que regalan
puñales en las palabras,
lejanas al oído ofendido,
entre los olivos antiguos
y en el rincón secreto de una copa.

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