jueves, 12 de septiembre de 2019

JUANA “LA CHOCOLATA”


Colaboración de Paco Pérez
VENDEDORA DE ZAPATOS
Juana TorresLa Chocolata” fue una mujer inolvidable porque sus ocurrencias y formas de ser alegraban la vida a quienes se relacionaban con ella. Vivió en la calle Queipo de Llano, hoy 14 de Abril, muy cerca de la casa de mi abuela Rosa Antonia y de mis padres por eso la relación con nuestra familia fue grande y, además, porque cada día iba Juana a comprar a la tienda que montó el abuelo Cayetano, aún estaba soltero. Cuando sucedieron los hechos del relato quien estaba de tendero era Juan El de Rosa Antonia”, el hijo pequeño.

El comercio tenía una matrícula que le permitía vender de todos los productos –desde una punta hasta un jamón- y, además, él tenía un funcionamiento muy rentable: Adquiría grandes cantidades y pagaba al contado, así conseguía unos precios más bajos. Lo que era una ventaja también tenía algún que otro inconveniente, que algunos productos tardaran en venderse o que se pasaran de moda. Por esta realidad algunos artículos se quedaron sin vender, ese fue el caso de una partida grande de “botas de goma”, muy adecuadas para el campo en periodo de lluvias.
Cuando Juana entraba a comprar comenzaba a soltar sus ocurrencias, a mi tío le encantaba escuchar sus exageraciones y por eso procuraba despacharla la última. Un día, cuando se quedaron solos y la conversación retornó a la seriedad, ella le propuso a mi tío comprarle, a bajo precio, el calzado campestre que él tenía sin vender, la mayoría eran botas de goma de color rojo oscuro. Las graciosas palabras de Juana se juntaron con sus ganas de venderlas y acabaron haciendo el trato: Ella se las llevaba a su casa, cuando las fuera vendiendo se las iría liquidando al precio acordado y, si le quedaban algunos pares, Juana se las devolvería.
Ella, cuando llegó a su casa ya comenzó a pensar en el lugar más adecuado para montar el negoció y, de pronto, tuvo la inspiración… ¡Pondría el escaparate en la primera alacena de la cocina!
Al día siguiente sacó los chirimbolos que tenía para cocinar y le colocó la bombilla, así la clientela podría observar las botas mejor por la noche y de esa forma se interesarían más por sus artículos pues éstos, según ella, eran únicos para la temporada aceitunera que ya estaba detrás de la esquina.
Cuando fue otro día a la tienda mi tío ya le tenía preparado un saco lleno de botas, lo cogió, se lo echó a cuestas y lo guardó en la alacena.
Como fue una gran comercial, sin haber estudiado, supo anticiparse a las necesidades de ese negocio. Por esa razón, antes de abrir su establecimiento al público, comenzó con la publicidad oral para informar a los vecinos y conocidos sobre lo que iba a vender. Estaba haciendo propaganda en la calle cuando pasó María, una conocida, y le dijo:
- ¿Te has enterado de que vendo botas para el campo muy baratas?
– No me he enterado – le contestó.
Juana insistió con su amiga:
- Dile a tus mozuelos que vengan a ver las novedades que tengo para la aceituna.
– Te aseguro que se lo voy a decir.
Juana no quiso dejar de insistirle una ver más:
- ¡Que no se te olvide, ya verás cómo les gustan, quedan pocas y se están vendiendo como rosquillas de tallos!
Cuando se pasaron unos días María se presentó en casa de Juana con sus muchachos y ella los pasó a la cocina, abrió la alacena y, como todavía no había acondicionado el escaparate, sacó de ella el saco atestado de botas, las vació en el suelo y les dijo:
- Ahí las tenéis, escarbar y os probáis las que mejor os estén.  
Como estaban sin clasificar pues a los muchachos, por más que buscaban y rebuscaban en el montón, les resultaba muy difícil encontrar pares del mismo número y que fueran adecuadas para ellos, entonces le reprocharon que algunas botas eran para el mismo pie, pero ella ni se inmutó y les contestó así:
- Muchachos… ¡No seáis tan delicados, vosotros no sabéis lo que pasamos los mayores en otros tiempos para podernos calzar unas botas como estas!
Ellos insistieron y ella reaccionó para intentar buscarle solución al problema que le estaban planteando, improvisó, cogió una bota, la forzó con sus manos y después les dijo:
- ¡Así se arregla el problema y, como habéis visto, la bota ha quedado derecha!
Con la ocurrencia y sus palabras mágicas logró que se rieran, que siguieran buscando, que encontraran unas de sus números y que se las probaran. Cuando las tuvieron puestas les dijo:
- ¡Esas son las vuestras, ni pintadas os hubieran quedado mejor!
Tan hábil fue que poco a poco vendió la colección de invierno aunque los compradores, después de la jornada laboral en los olivares, regresaran a casa con los pies en mal estado porque unos tenían rozaduras o ampollas y otros las traían ya rotas.
Éste fue el problema más fuerte que tuvo que lidiar Juana con los compradores pues era lógico que se les rompieran pronto pues llevaban fabricadas mucho tiempo y los materiales ya habían perdido parte de su consistencia. Cuando ocurría esto la visitaban para protestarle, ella los atendía, les respondía con una ocurrencia graciosa y apropiada para salir del paso, la protesta quedaba en risotadas y luego contaban en la esquina del “Ratón” lo que les había contestado Juana.
Su zapatería se hizo muy popular y los hechos también pero ella siguió insistiendo con su negocio y un tiempo después ya traía zapatos de otros proveedores. En una ocasión recibió una remesa de zapatos de mujer, éstos estaban mejor presentados porque cada par venían su caja.
Una tarde estaba sentada en la puerta de la casa tomando el sol mientras cosía, pasó una señora conocida, la paró y se los ofreció para su hija:
- Isabel, dile a tu mocica que he traído unos zapatos muy bonitos.
Ella ya conocía lo sucedido en otras ocasiones y, como no quería tener problemas con la mercancía, le dijo:
- Hace unos días estuve con ella en Jaén, se compró unos y ya no necesita otros.
Juana no se dio por vencida y le dijo:
- Entra un momento en la casa que te voy a enseñar una cosa.
Isabel obedeció, entró en la casa, Juana salió con una caja de zapatos en la mano, se la mostró sin abrirla y le dijo:
- Mira lo que se pierde, lee lo que dice en la caja… ¡Alta calidad!


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