martes, 27 de octubre de 2020

LOS MOLINEROS DE “VILLA CONCHITA”

 

Colaboración de Paco Pérez

LAS KATIUSKAS

Capítulo I

Este breve relato es un sencillo homenaje a tres graciosos villargordeños que trabajaron de molineros manejando maquinarias rudimentarias que necesitaban ser complementadas con su esfuerzo para obtener de las aceitunas nuestro apreciado ACEITE y que a pesar de todo les sobraba alegría, tiempo e ingenio para gastarse bromas, reírse mucho con ellas y después seguir siendo amigos.

En la década de los cincuenta la “Haciendo el Palo”, también conocida como “Villa Conchita”, tenía unas dieciocho mil olivas y en aquellos años pertenecía a D. Saturnino Planas, un señor que residía en Sevilla y que solía venir por Villargordo en Navidad. Yo era un niño en aquellos años pero recuerdo muy bien su presencia en nuestra parroquia la Nochebuena para asistir a la “Misa de Gallo” o “Misa de los Pastores”, siempre acudía acompañado de su numerosa familia y cuando llegaba el momento de comulgar él se ponía al frente de ellos y, uno tras otro, caminaban por el pasillo de la nave central para ir a recibirla. 
Unos años después puso la finca en venta y ya no se repitió esa entrañable estampa navideña de familia cristiana pero que aún la conservo en mis recuerdos infantiles.
En aquella época esa finca de olivar daba mucho trabajo a las personas de nuestro pueblo durante todo el año y, de manera especial, en la recolección de la aceituna y en la “fábrica de aceite”.
A pesar de ser unos tiempos difíciles en el plano económico las personas vivían sin rencillas, sólo se preocupaban de buscar trabajo para que así no faltara lo esencial a sus familias y en divertirse durante sus ratos libres en el bar jugando a las cartas, al dominó o gastándose bromas en las tertulias de las esquinas o donde la ocasión se presentaba. En esta última faceta eran unos genios inigualables y por esa realidad ocurrieron los hechos de este relato.
Era invierno, la recolección de la aceituna había comenzado y en la almazara de esta finca trabajaban, durante el turno de la noche, tres personajes inolvidables de aquella época, ya fallecidos: Francisco Moreno Aranda “El Cuco”, Juan Mateos Jiménez “El Minico” y Jacinto González Cárdenas “Gallo Gordo”. No era fácil el trabajo que realizaban pero ellos se las ingeniaban para hacerse algunas de sus travesuras mientras curraban.
En esta ocasión la víctima elegida para recibir su broma fue el señor Jacinto y para ello Juan y Francisco organizaron el montaje con antelación, lo hicieron al acabar la jornada laboral. Estuvieron estudiando los detalles durante varios días, mientras tomaban unos vinos en el bar. Los bromistas acordaron que, el día que se la harían, se irían al trabajo juntos, lo harían antes de la hora de costumbre para que Jacinto llegara después que ellos y durante ese tiempo le prepararian la trastada.
Cuando llegaron a la fábrica se fueron a los vestuarios para cambiarse el calzado y la ropa que llevaban, se pusieron el mono y las botas katiuskas pues éstas, al ser de goma, impedían que se les mojaran los pies con el agua y la jamila que siempre había en el suelo y en los patios de la almazara.
Juan estuvo atento a la llegada de Jacinto, se hizo el encontradizo con él, ya vestido con la indumentaria del trabajo, para que no se distrajera y se fuera de inmediato a los vestuarios a cambiarse, le metió prisa dándole una noticia falsa:
- ¡No te entretengas que está el maestro de prensa preguntando ya por ti!
Jacinto, mostrándose preocupado, le dijo:
- ¡Ya mismo estoy cambiado y voy a ver que quiere!
Mientras tanto, Francisco ya le había puesto en cada katiuska una badilada de ascuas y se marchó de los vestuarios por otra puerta.
Jacinto se vistió rápidamente con el mono, se sentó en un banco para ponerse las botas, sintió calor, se mosqueó y no dijo nada pero al ponerse de pie fue cuando los calcetines entraron en contacto con el calor de las ascuas y ya sintió que se quemaba:
- ¡Coñóóó, qué hay en las botas!
Comenzó a gritar y a dar saltos mientras corría desesperado de un lado para otro sin comprender porqué se quemaban sus pies y, cuando llegó a un pilón que había lleno de agua hasta arriba para lavar los capachos que se utilizaban para prensar la masa de las aceitunas molidas, se tiró con los pies por delante para solucionar el problema de las botas.
Cuando lo vieron metido en el pilón acudieron muertos de risa los del turno y como eran tan buenos amigos todos pues la broma, después de vivirla, quedó en carcajadas.

 


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