sábado, 17 de octubre de 2020

LOS TRIBUTOS, UNA CARGA PESADA PARA EL PUEBLO

                                          Colaboración de Paco Pérez

2000 AÑOS DESPUÉS SEGUIMOS IGUAL

La esclavitud causa sufrimiento y éste siempre estuvo presente en el pueblo de Israel, lo comprobamos cuando fueron deportados a Babilonia. Allí sufrieron muchas penalidades y, como pasaban los años y seguían cautivos, perdieron la esperanza de liberación que tenían depositada en el Señor y comenzaron a cuestionarse si Yahvé era el verdadero Dios que ellos esperaban para que los retornara a Israel.
Como la fe del pueblo estaba muy deteriorada el Señor ordenó a Isaías que interviniera para comunicarles que su liberación estaba próxima y que sería realizada con la intervención de Ciro, el rey pagano que el Señor eligió para tal misión.
Este hecho histórico nos ayuda a comprender que el poder de Dios es tan grande que interviene en los acontecimientos de manera inesperada y no convencional, además, lo hace sin mostrarse.
Pasaron los años y el pueblo de Israel seguía padeciendo porque los gobernantes seguían actuando mal. Los oprimían con los tributos y ahora lo hacen con los impuestos pero la realidad es que detrás de ambas actuaciones, aunque hayan pasado tantos años, siempre se antepone el interés de los gobernantes y de las clases pudientes a su obligado deber de dar solución a las grandes necesidades que agobian a las personas humildes.
Las actuaciones de las autoridades están reguladas por leyes, antes y ahora, para que sus acciones recaudatorias tengan respaldo legal, justifiquen lo que hacen y no sean cuestionadas por quienes pagan sus derroches innecesarios… ¡Los desfavorecidos del sistema!
Son injustas las subidas de impuestos porque está demostrado que son medidas abusivas que sólo sirven para empobrecer más a quienes que ya lo están pues no generan la actividad laboral que necesita el país para acabar con la crisis económica y restaurar las cuentas públicas.
Salvando las distancias temporales, estas situaciones siempre las originan el egoísmo y la ineptitud de quienes pretenden resolver con ellas los problemas ocasionados con su inoperancia gestora.
¿No hay otras medidas más eficaces y justas? ¿Administran los recursos públicos con el mismo celo que los suyos?
En Israel, los sacerdotes y doctores de la Ley, los recaudadores de impuestos, las personas acaudaladas y los representantes de Roma vivían en la opulencia y los demás pasando necesidades. Estas dos realidades chocaban porque la cuerda oprimía a los pobres cada vez más y Jesús, como conocía muy bien esa realidad, se enfrentó a ellos denunciando las injusticias que cometían. Esta situación hacía que aquellos que se sentían señalados consideraran que su predicación no se ajustaba a la verdad y que incumplía las leyes, con esa base buscaban encontrar una excusa para prenderlo. Un día se le acercó una comisión formada por fariseos y partidarios de Herodes con la intención de ponerlo en una situación delicada mediante el planteamiento de una pregunta trampa, está recogida en Mateo 22, 17: [Dinos, pues, qué opinas: ¿Es lícito pagar impuestos al César o no?].
Si respondía , los judíos agobiados con los impuestos se le echarían encima y le darían la espalda pero si decía NO entonces lo acusarían de ir en contra de Roma.
Pero Él les respondió sabiamente y evitó verse envuelto en problemas. Leemos Mateo 22, 18-21:
[Comprendiendo su mala voluntad, les dijo Jesús:
- ¡Hipócritas!, ¿Por qué me tentáis? Enseñadme la moneda del impuesto.
Le presentaron el denario. Él les preguntó:
- ¿De quién son esta cara y esta inscripción?
Le respondieron:
- Del César.
Entonces les replicó:
- Pues pagadle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios.]
Unos años después, Pablo viajo en misión evangelizadora, estuvo en Tesalónica y formó una comunidad cristiana pero en aquellos tiempos seguir las enseñanzas de Jesús no era tarea fácil, y ahora tampoco, pues el cristianismo siempre ha padecido, y padece, los efectos de la incomprensión de quienes no aceptan a Jesús y ello ocasionaba persecución.
Cuando recibió noticias de ellos consideró necesario escribirles una carta para reconocerles lo que habían hecho, darles ánimos y afirmarles que los logros alcanzados no fueron fruto de la casualidad sino de su buena actitud al escuchar la Palabra y del empuje que recibieron del Espíritu Santo. Les pidió que siguieran firmes en su fe y unidos.
En nuestros tiempos también se padece la intolerancia religiosa hacía los cristianos y por esa razón tenemos que dar la cara por su mensaje, guiados por el deseo de que la justicia y la limpieza estén presentes en la gestión pública pues así las ayudas a las personas necesitadas serán una realidad y no promesas.
La Iglesia deberá seguir practicando el ejemplo de denuncia permanente que nos enseñó Jesús en su labor pastoral de servicio a los demás.


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