sábado, 10 de octubre de 2020

TODOS ESTAMOS INVITADOS AL BANQUETE DEL REINO

 Colaboración de Paco Pérez

¿DESEAMOS PARTICIPAR ILUSIONADOS O SÓLO ASISTIR?

En el pasado, a las bodas asistían las familias de los contrayentes y las personas muy allegadas, se divertían mucho pero también había quienes decidían no acudir. Jesús debió ir a más de una y así fue como conoció las particularidades de estos actos, experiencias que le sirvieron después para ponerles ejemplos de esta índole con los que pudieran entender mejor sus mensajes.
Hoy, ejemplariza estas costumbres para hablarnos del Reino de los Cielos y para ello nos cuenta lo ocurrido a un rey que casaba a su hijo y, cuando estaba todo dispuesto, mandó a los criados con las invitaciones y los elegidos no acudieron.
Con este ejemplo les enseñó que todos los hombres, nosotros también, estaremos invitados al banquete del Reino. Los criados recibieron la orden de llevarlas, lo que hacían los profetas para que el pueblo cumpliera con Dios, pero nadie respondió a la invitación y ahora nosotros debemos responder con seriedad… ¿Aceptamos la invitación que se nos hace a diario para que cambiemos o preferimos seguir muy ocupados con nuestras cosas terrenales?
El rey se cabreó al verse rechazado y mandó contra ellos a los soldados; como los preparativos de la boda estaban ya hechos ordenó a los criados que salieran de nuevo, esta vez a los caminos, y que invitaran a todos los que encontraran. Con esta acción se nos recuerda que Dios no se cansa de invitar a su mesa a todos los hombres, los que acudieron representaban a las personas que siempre escuchan el mensaje, modifican su conducta y se ponen las vestimentas que el rey les tiene preparadas. También hubo un invitado que, haciendo uso de su libertad, rechazó ponerse el traje adecuado y el rey consideró su acción como una incorrección, por eso ordenó castigarlo y expulsarlo.
En este breve relato se nos presenta en imágenes un anticipo del “juicio final”, en él daremos cuentas a Dios cuando estemos en su presencia.
Isaías, antes de que Jesús sentara las bases definitivas para la regulación del comportamiento de los hombres con el Padre y el prójimo, comunicó a sus coetáneos qué ocurriría al final de los tiempos. Según él, será un día especial para todos los pueblos pues habrá una gran fiesta, en ella se ofrecerá lo mejor a todas las personas y éstas recibirán el mismo tratamiento, no se harán diferenciaciones.
Con este texto queda patente que en todos los tiempos el mensaje de Dios siempre fue el mismo, todos somos sus hijos y todos seremos acogidos por Él. En ese momento los hombres quedarán liberados de los problemas terrenales que los agobiaban pero, mientras llega, no podremos olvidarnos de las realidades que afectan a nosotros y a los otros hombres, es decir, formamos parte de un colectivo y debemos trabajar por el bien de todos.
Pablo escribió, desde la cárcel, a los filipenses para agradecerles las ayudas que recibió de ellos, reconocerles lo que hicieron con él y decirles que su acción fue muy loable pero que él tenía otra visión de esa realidad: A quienes realmente benefició lo que hicieron con él fue a ellos mismos porque el Padre recompensa siempre a quienes actúan ayudando a otros pues así se contribuye a la expansión del evangelio.
También les comunicó que debían saber vivir en la abundancia y en la pobreza y los animó a depender de su trabajo, sin recibir nada de otros, porque libres de presiones y ataduras es como mejor se puede predicar la doctrina de Jesús.
 

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