sábado, 9 de enero de 2021

EL BAUTISMO

Colaboración de Paco Pérez

Isaías intentó levantar los ánimos del pueblo que vivía en el destierro anunciándoles la venida del Mesías y lo describió como alguien especial que había sido formado por el Padre, razón por la que recibiría todas sus bendiciones, tendría unas cualidades excepcionales que le harían ser prudente y no levantaría la voz, no descansaría hasta que se respetara el derecho de las personas y se hiciera justicia y su acción sería buena para las gentes de todos los pueblos.
Pasaron los años y otro profeta, Juan El Bautista”, también les habló del Mesías. Éste les enseñó que debían decidir lo que deseaban hacer en la familia, el mundo laboral, la sociedad y la religión. Él tomó la decisión de trabajar por la divulgación del Reino y, para dar ejemplo de lo que enseñaba, se retiró al desierto para vivir en la pobreza y enseñándoles lo que debían hacer.
Les predicaba el cambio y para que lo comprendieran mejor les proponía despojarse de sus ropas, abandonando así sus antiguas y equivocadas formas de vida, y, mediante la inmersión en las aguas del Jordán quedaban bautizados, es decir, limpios de falta.
La humildad le hacía proclamar a Juan que después de él vendría otro con más fuerza y poder pues bautizaría con la fuerza del Espíritu Santo.
Un día se cumplieron sus palabras proféticas, Jesús se presentó en el Jordán para bautizarse, Juan se negó porque no se consideraba digno de hacerlo, pero Jesús lo convenció, aceptó y, al hacerlo, el Espíritu Santo se mostró en el momento de recibirlo.
El Bautismo es un tema que está en los evangelios, también es el sacramento del que se habla en ellos con más amplitud y esa realidad nos empuja a pensar que es el más importante de todos… ¿Por qué?
Cuando Jesús cumplió los treinta años se presentó en el Jordán para recibir de Juan el bautismo y después comenzar su vida pública.
Con este acto nos indicó que era el inicio de su misión y fue precedido de una acción previa que era muy significativa entre los judíos, abandonar su anterior vida para iniciar un nuevo reto que lo llevaría a una forma de vida diferente.
Cuando abordó ese reto sabía a lo que se enfrentaba y, dicho esto, si comparamos su “bautismo” con el que recibimos en nuestros días es posible que nos demos cuenta de la realidad del sacramento que Jesús recibió y la del nuestro, si lo hacemos con objetividad es posible que nos preguntemos… ¿Debe recibirlo un niño de días?
Fijándome en el ejemplo de Jesús opino que no pues se debe esperar a que las personas tengan la madurez necesaria para saber que al recibirlo se comprometen a dar un cambio radical a sus vidas y a ser solidarios con quienes sufren para ayudarles a lograr su salvación y liberación. El Bautismo, es un acto de conversión pero, lamentablemente, lo hemos convertido en los países de cultura cristiana en un acto de afiliación y de juerga, es decir, entramos por él a formar parte de la cristiandad y consiguientemente de la Iglesia pero a la hora de la verdad lo que hacemos es quedar inscritos en un registro parroquial cuando lo que Jesús nos propone es cambio y participación activa. Este camino no queremos practicarlo tal y como nos lo mostró, sabiendo que después de recibirlo sufriremos para lograr nuestra salvación y la de otros… ¿Estábamos en condiciones de aceptar este reto cuando lo recibimos?
Cuando lo hizo se abrieron los cielos, recibió al Espíritu Santo y el Padre manifestó quién era… ¡Éste es mi HIJO!   
Pedro afirmó que Dios no hace distinción de personas porque para Él todos somos iguales pero les pidió que le temieran y practicaran la justicia.
 

 

 


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