sábado, 24 de abril de 2021

¿QUÉ HACE EL BUEN PASTOR?

                                            Colaboración de Paco Pérez

AMAR, CONOCER, CUIDAR, PROTEGER, ALIMENTAR y GUIAR A SUS OVEJAS

En la antigüedad todo tenía su ritual y la tradición así lo establecía, el oficio de pastor también tenía el suyo.
Cuando en la primavera los campos se vestían con los hermosos colores que mostraban las flores, los pastores de Canaán iniciaban los preparativos para marcharse a otros lugares con las ovejas en busca de buenos pastos para que éstos pudieran alimentar bien a sus animales.
La tradición establecía que, antes de salir del poblado y en noche de luna llena, debían celebrarlo matando un animal joven y ofrecérselo a la divinidad para que los animales fueran fecundos y tuvieran salud; con la sangre untaban los palos de las tiendas, creían que con esa acción ahuyentaban de ellos las enfermedades y otros peligros. La noche anterior a la marcha comían el animal sacrificado, lo hacían ataviados con la indumentaria que vestían los pastores de aquellos tiempos y, al concluir la celebración, salían del poblado hacía el lugar donde pastarían.
Más que un acto religioso era el trapicheo típico de un comerciante, te doy me das, pues ellos ofrecían el animal en sacrificio a la divinidad para que ella los protegiera de los peligros y las enfermedades.
Con el paso de los años Jesús recordó las cosas buenas que tenía el oficio de “pastor” para enseñarles con ellas  cómo debían comportarse con los demás miembros de la comunidad en que vivían. Les habló de las cualidades que debía tener todo aquel que desee serlo: Amar, conocer, cuidar, alimentar, proteger y guiar a sus ovejas. El “buen pastor” también se preocupará de cuidar aquellas otra que no son de su rebaño. En cambio, el “pastor asalariado” sólo se preocupa de trabajar para ganar el sustento pero no entrega su vida para salvar a las ovejas del rebaño porque no son suyas.
Con este relato pastoril tradicional nos enseñó qué debemos hacer con el prójimo y lo hizo estableciendo una similitud entre los elementos que intervienen: Aquellos sencillos pastores son los sacerdotes; los fieles de nuestros días son las indefensas ovejas, el pueblo de Dios desamparado al que nadie ayuda, y las buenas acciones que realizaban con ellas, lo que en nuestros tiempos debemos hacer todos para ayudar a quienes están necesitados.
Con este ejemplo se especifica muy bien cuál debe ser el papel de cada persona en el gran teatro de la vida religiosa y en cada momento de la historia pero la experiencia nos demuestra y enseña que, más veces de las deseadas, los intereses personales se anteponen a cualquier realidad y, además, sin miramientos ni sentimientos buenos que los frenen.
Hoy, también se nos propone otro ejemplo, Pedro y Juan se dirigen al Templo para orar y en la entrada se encuentran con un señor que tiene una minusvalía de nacimiento que le impedía andar y pedía para poder vivir.
Pedro se acercó a él, ambos se miraron y, en nombre de Jesucristo, le ordenó que se levantara. La noticia se divulgó y acudieron gentes de todas las clases sociales y los jefes religiosos. Éstos les organizaron un interrogatorio como el realizado antes a Jesús, en este caso para conocer al autor del milagro. Pedro no se adjudicó la autoría y les dijo que había sido Jesús, el Mesías, aquel que fue crucificado por ellos y al que resucitó el Padre; creo firmemente en que así nos enseñó que debemos dirigirnos a quien tiene el poder y no buscarnos intermediarios.
Una vez más quedó probado que hacer un bien al prójimo, en este caso curarlo, nos puede llevar a perder la tranquilidad que tenemos porque las personas o los grupo de poder tienen unos intereses contrarios a los nuestros, éstos los empujan a la práctica de la injusticia para arrebatarnos lo poco que tenemos, la dignidad, lo hacen mediante la utilización de la fuerza bruta que les confiere el poder que ostentan en ese momento para lograr impedir que resplandezca la verdad con todo su esplendor, en este caso el testimonio de un señor que había sido curado con las acción limpia de cogerle las manos e invocar al poder que Jesús le había conferido.
Para comprender algo porqué ocurrían esas cosas en tiempos de Jesús debemos leer Juan 3,1-2:
[Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.].
Aquellas personas no conocieron a Dios porque no aceptaron a Jesús como Mesías, tampoco que fuera su Hijo, que dijera que éramos sus hermanos y que nosotros, por esa relación, también seamos Hijos de Dios.
La ambición, el poder y la soberbia les hizo no tener fe, esa realidad les impedía aceptar aquellos acontecimientos que no comprendían y les inoculó el miedo a perder la posición económica y de poder que habían logrado.
 
 

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