jueves, 24 de enero de 2013





 LA CABRA “CATALINA”


Colaboración de Paco Pérez

La Educación, en nuestra ESPAÑA, lleva un rumbo inseguro desde hace bastantes años, yo afirmaría que esto ocurre desde que se planteó en la “Transición democráticala Reforma del “Sistema Educativo”. Digo esto porque mientras yo estuve en activo nunca se marcó, desde arriba, una ruta duradera y clara que permitiera ayudar al maestro/a a desarrollar su trabajo en el aula para que, por ello, los alumnos mejoraran después de recibir durante un tiempo ese plan su rendimiento y, consecuentemente, su formación.

Uno de los muchos cambios que se presentaron como el elixir eficaz para mejorar la Educación fue PROGRAMAR en el aula el trabajo de cada materia por “Competencias”.
El objetivo de esta publicación no es hacer un análisis crítico de esa noticia y afirmo que, con este texto,  lo que pretendo es preparar al lector para que pueda comprender mejor de qué va el TEMA JOCOSO que os propongo hoy¡¡¡La cabra Catalina!!!
Hace unos años, antes de jubilarme, circuló por el correo electrónico la viñeta cómica que podréis ver gracias al enlace que os pondré y cuyo contenido se inspiraba en el tema de las “Competencias educativas”.
Soy conocido por los lugareños como Paco Pérez y, como a uno de los personajes, lo consideré y considero repudiable, del cómic le llamaba su autor Paco pues lo remití a mis contactos con este texto: [El cómic me ha encantado pero no me ha gustado de la publicación que mi nombre, Paco, esté en la viñeta y, para colmo, desempeñando el papel de esbirro convencido al servicio del suplicio. Lo que es la vida… ¡¡¡Un convencido de la nulidad de esta propuesta convertido en latiguero para que triunfe su imposición por quienes lo imponen sin más!!!]

Antes de seguir hagan un CLIC en Paco, tintado de rojo. Así se documentarán sobre el relato anterior y entonces comprenderán la conexión que guarda con el próximo.

Este trabajo hizo que mi mente volara a los años infantiles y por ello pude recordar esta historia real que ocurrió en VILLARGORDO hace ya muchos años.
Todos los villargordeños que ya somos algo mayores conocimos a Catalina "La Zarata" y yo de una manera más especial. Sabemos bien que esta señora de fuerte carácter y gran corazón se trasladó a vivir a Jaén con sus hijos para sacarlos adelante en unas condiciones muy adversas.
Su casa fue mi domicilio durante los dos cursos que estuve estudiando en la capital. No estaba declarada como pensión pero funcionaba así de manera clandestina y como nuestras familias tenían muy buenas relaciones pues ahí está la explicación de por qué la conocía yo muy bien.
¿Se comprende ahora mejor por qué conozco esta historia local?
Vino al pueblo, en aquellos años,  un circo de mala muerte y, para captar espectadores, se pasearon sus actores por las calles con los señores de los "ZANCOS" y con el número de "La cabra".
En su recorrido callejero pasaron por la calle Eras y las casualidades de la vida, no encontraron otro sitio mejor para pararse  a escenificar su espectáculo que en la puerta de la casa de Catalina.
El domador de la “cabra”, antes de comenzar su actuación, había puesto unos tacos de madera en el suelo y, concluida esta labor, gritó:
- ¡¡¡Señoras y señores, con ustedes...!!!
Un redoble de tambor atronó la calle y, a su conclusión, volvió a gritar fuerte:
¡¡¡La cabra Catalina en el número del TARUGO!!!
La cabra, por arte de magia, se puso en marcha y subió primero las patas delanteras, después las traseras, luego se apoyó en las delanteras y levantó las traseras y, finalmente, se apoyó en las traseras mientras levantaba las delanteras y aplaudía con ellas a quienes allí se habían congregado.
Los vecinos, entusiasmados, le correspondieron y la aplaudieron mucho.
Catalina había salido a la puerta atraída por el ruido de la calle, presenció la escena representada y, cuando iban a reanudar su marcha los artistas, salió al encuentro del domador y le dijo:
- Buen hombre... ¿No podría usted cambiarle el nombre a la cabra?
Como es lógico los presentes se meaban de risa con la ocurrencia de esta señora. Ella era siempre así, muy espontánea, y nunca se guardaba nada para el día siguiente.
Yo, al acabar de visionar y leer el texto de la viñeta, tuve el mismo sentimiento que Catalina y entonces me dirigí por escrito y de manera virtual, solidarizándome con ella, al autor de la VIÑETA sabiendo que no leería jamás mi pregunta:
- ¿No podría usted cambiarle  al TORNERO el nombre de Paco?

¿Se comprende ahora mejor por qué conozco esta historia local?




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