martes, 19 de febrero de 2013


EL CUCO
EN
VILLAGORDO

Colaboración de Antonio Chica “Tajaillas”
 
El día 24 de enero comenzó la temporada de “Cuco” y durará hasta el 6 de marzo. Está resultando un año desastroso, según cuentan los cazadores. Unos dicen que los pájaros no entran, otros que no hay y también los hay que opinan que como son de granja pues que no saben de qué va la película.

Hay que reconocer que los pájaros autóctonos del lugar están tan escasos que yo diría que casi han desaparecido y ahora los que tenemos son los que proceden de la suelta de pájaros de granja para intentar repoblar el coto. Considero que esta labor es prácticamente inútil porque no tienen la clase que corresponde a un pájaro de verdad y como consecuencia de ello pues no ofrecen la pelea que necesita presenciar todo buen cuquillero escondido en el puesto.
Por todo lo anterior los auténticos cuquilleros buscan una buena tarde de “cuco” en el centro de la Tierra y por este afán se ocasionó  la historia que les voy a contar, es totalmente verídica y el protagonista principal de ella es quien la cuenta, Antonio “Tajaillas”.
Lo dicho anteriormente es la razón por la que Paco “Juleca”, Diego Borrego” y yo tuvimos una conversación relacionada con lo anterior y acordamos ir de “cuco” a un coto que hay en Alameda, una aldea que está ubicada en el término municipal de Moral de Calatrava, en la provincia de Ciudad Real.
El día programado salimos muy temprano porque queríamos aprovecharlo bien y había que empezar con el puesto de ONCE.
Durante el almuerzo cada uno contó las incidencias que había vivido durante el puesto. Todos sabemos que, entre cazadores, lo normal es aumentar los hechos y ese día debió de ser lo de siempre, que casi ninguna historieta fuera verdadera y que la mayoría de ellas estuvieran relacionadas con hechos fantásticos que habíamos escuchado de otros y éstos, a su vez, de otros…
Mientras el diálogo discurría por estos terrenos las chuletas emitían ese sonido característico de la grasa cuando entra en contacto con las ascuas, lo que conocemos todos como chiferreteo. Mientras se hacían el vino tinto de reserva entraba sin pedir permiso por las gargantas de los escopeteros, acompañado de queso añejo y embutidos ibéricos. Con los ánimos calientes por el tinto las lenguas contaban lo que hiciera falta, así enlazamos con las chuletas y el vino siguió entrando igual de bien o, tal vez, mejor que al principio.
Cuando finalizamos tomamos unos cafés que habíamos transportado en un termo, encendimos unos buenos puros, cargamos de nuevo con los apechusques y nos encaminamos echando humo como el tren al lugar de los puestos de tarde.
Paco y Diego ya habían ido más veces allí y me aconsejaron, como novato, dónde debía de colocar el puesto. Éste consistía en un armazón metálico que llevaba cosida, a su alrededor, una tela verde de camuflaje.
Una vez acomodado y en plena digestión, los rayos de sol por montera y, como el campo no respondía, pues paso lo que tenía que pasar… ¡¡¡Que me dormí!!!
No sé cuánto tiempo me duró la siesta porque no pude mirar el reloj debido a que cuando me desperté escuché un cante algo fuerte y raro, entonces agudicé bien el oído y escuché de manera nítida y a dos pasos del puesto:
- ¡¡¡Muuuuuuuuuu!!!
Era el lenguaje inconfundible de un toro que me estaba  preguntando por los pájaros que había cazado por la mañana. Yo no le contesté, permanecí en silencio mientras el corazón me porraceaba en el pecho y, de manera sigilosa, me asomé por la aspillera y entonces descubrí que una manada de toros bravos me rodeaba y esto hizo que pillara un caguetazo de mil pares de narices.
Como no me percaté de que los toros estaban al otro lado de una alambrada, la que me protegía de ellos, tomé la decisión rápida de coger el puesto y alejarme del lugar agachado transportando en peso el puesto y escondido en él, es decir, al estilo irrepetible del inolvidable GRUOCHO MAX.
En mi desesperada carrera hacia la salvación me dejé, en el lugar tan cojonudo que me habían recomendado, la silleta, el pájaro y la escopeta.
Cuando nos juntamos para regresar y les conté lo ocurrido las risas se escucharon, antes de llegar, en Las infantas y Villargordo.

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