viernes, 22 de febrero de 2013


Los “martinillos”…

¿Verdad o mentira?

Colaboración de Paco Pérez

Capítulo II

Hace varios años tuve una conversación en la cafetería "Zona-3" con José Rosales El Joyero”, hace unos días volvimos al tema y me repitió la historia exactamente igual, increíble pero cierto.

Ayer paseaba junto a mi esposa por el “Camino de Almenara” y nos cruzamos con JuanTararilla”, hijo. Nos saludamos y le comenté los hechos que van a conocer… ¿Qué me contestó Juan?
Afirmó que su padre les había contado en casa, cuando eran niños, la historia de José, la que van a conocer ahora ustedes. Yo no voy a poner, ni quitar, veracidad al relato y sólo me voy a limitar a recomendarles su lectura, es muy curiosa.
Este señor también tiene su versión de los “Martinillos”, es totalmente distinta de la de Tomás.
José trabajó desde la más temprana infancia guardando ganado, ovejas y cabras. Todos sabemos que esta profesión es muy sacrificada y que por el tema de la alimentación de los animales muchas noches estos trabajadores tienen que dormir al raso. Partiendo de esta realidad me comentó que una noche del mes de agosto, JuanTararilla” y él, estaban con el ganado en el paraje conocido como "Casilla del Cura”. La noche estaba totalmente estrellada y la Luna se mostraba enorme, redonda y blanca, de ella se desprendía mucha luz y por ello se veía con una gran claridad en el campo.
Ellos estaban con los animales en un rastrojo y éste estaba lindando con unas olivas. Por esa proximidad tenían que estar muy atentos al ganado pues debían vigilarlo mucho para impedir que las ovejas le metieran mano a las ramas de olivo.
José estaba sentado en alto, sobre una piedra de los roquedos que todos sabemos que hay en ese lugar, y observó que los perros se inquietaron. Entonces él se incorporó para comprobar qué pasaba y de pronto escuchó una voz que le decía:
- Pastor, no te asustes.
José miró en todas las direcciones y entonces descubrió a dos seres muy pequeños, cuya estatura sería de unos 25 centímetros aproximadamente, la piel y el pelo eran muy negros y, por las vestimentas, él cree que eran macho y hembra.
Una vez que los localizó intentó acercarse a ellos. Éstos, con gran habilidad, dieron un salto, se alejaron de él y le hablaron otra vez:
- Pastor, tú tranquilo, que no te haremos nada.
- ¿Qué queréis? – les preguntó José.
- ¿Llevas tabaco?
- Sí, tengo dos paquetes… ¿También fumáis vosotros?
- Claro, queremos que nos des algo – le respondieron.
- Yo no me puedo quedar sin nada, os doy un paquete y ya está bien.
- Dámelo – le ordenó uno de ellos.
José obedeció y le dio uno de sus paquetes. Cuando lo tuvo en su poder le volvieron a preguntar:
- Tenemos hambre… ¿Tienes comida?
- Sí, no os vayáis que ahora voy a por la capacha y vuelvo pronto.
Al ir a por ella se encaminó hacia donde estaban ellos y éstos, antes de que él se aproximara, se apartaron de su camino y lo hicieron como si fueran una ráfaga de aire.
José quedó asombrado pero continuó su ruta, regresó al momento, la abrió, tomó su comida y la compartió con ellos. Para no asustarlos la dejó sobre la piedra y se alejó un poco. Ellos la tomaron y se alejaron del lugar después de darle las gracias.
Se pasaron unas cuantos días y volvieron a presentarse en el mismo lugar, se repitieron las mismas escenas. Esta vez José tenía un solo paquete de tabaco y les dio nada más que la mitad porque un pastor fumador sin tabaco en medio del campo no puede estar, también recibieron algunos alimentos.
Se volvieron a despedir y ya no visitaron más a José en su trabajo.
Ahora José ya está jubilado y, por las tardes, visita la cafetería “Zona-3 para tomar un café, contar estas historias y jugar una partida de cartas con su amigo Juanillo “El de la Trini.
José es el señor que está en la foto a la izquierda. 


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