viernes, 21 de febrero de 2014

EL HOMBRE DEL PURO

Colaboración de Paco Pérez

Juan MorenoEl esquilaor”, también hizo las maletas y viajó hasta Barcelona para buscar trabajo y mejorar su nivel de vida, lo hizo cuando España estaba atravesando una época de nefastos recuerdos históricos, estaba en fase de reconstrucción nacional, vivíamos aislados del concierto mundial porque los países nos habían dado la espalda… Como consecuencia de las circunstancias anteriores teníamos escasez de todo pero disfrutábamos de mucho sol y más hambre.

En la familia de Juan también concurrían esas circunstancias y por eso decidió que tenía que marcharse del pueblo, su hermano José también preparó las maletas y emprendieron la aventura catalana.
Una vez allí, la construcción fue el oficio en el que trabajaron. José era el mayor y, como murió antes de jubilarse, no pudo regresar al pueblo para disfrutar del descanso merecido. Juan retornó antes de la jubilación, acompañado de su familia, y trabajó en su especialidad  o en lo que le salía hasta los 65 años. El pasado día 19 de febrero cumplió 87 años.
En la churrería solemos coincidir algunos días y, como José era de la edad de mi padre y muy amigos, hablamos de ellos y de los años en los que su hermano vivía en una casa de las “Protegidas”, la que después fue propiedad de Alfonso Aranda Aparicio “El rubillo” y actualmente de Luís Jiménez Almagro “Bellezas” y Anita Lerma Moreno. En esa vivienda vivió José, yo era entonces un niño muy pequeño y, a pesar de ello, recuerdo que se ganaba la vida con un taller mecánico de motos y bicicletas que montó en una habitación delantera.
Cuento esta historia porque mi padre tenía una afición al fútbol indescriptible, pasión por el Real Jaén y el Real Madrid.
Este deporte lo practicó en su juventud; después lo seguía en la radio; recibíamos en casa a diario el periódico deportivo MARCA, estaba abonado y se lo mandaban, e iba al campo del Real Jaén cada vez que jugaba un partido de Liga, yo le acompañaba algunas veces y el domingo que me llevaba era el más feliz del mundo.
De aquellos partidos guardo un recuerdo inolvidable, la publicidad que se hacía en el descanso del analgésico OKAL. Consistía en que cuatro señores eran recubiertos con una baja que tenía la forma geométrica de un prisma cuadrangular regular. Cada caja llevaba imprimida una letra del producto anunciado, durante el descanso del partido caminaban en hilera por el borde del campo y por la megafonía del estadio se escuchaba aquella letra de canción: “Okal, okal…”.
Mi padre mostraba en cada partido su estado anímico, empujado por sus nervios genéticos. En uno de ellos, al no marcar goles el Jaén, la tomó con su mítico delantero centro, Arregui.
Cada vez que fallaba vociferaba contra él frases reprobatorias:
- ¡¡¡Arregui, eres un mochuelo!!!
Cuando volvía a desperdiciar otra ocasión insistía en sus voces hacia él:
- ¡¡¡Vaya mochuelo que estás hecho!!! ¡¡¡Vete a tu casa, pepino, eres un pepino amargo!!!
Así estuvo gran parte del partido. Estaba éste a punto de llegar al minuto noventa y el árbitro pitó córner a favor del Real Jaén. Lo sacó Cerrillo, otro de los inolvidables de este equipo, y Arregui con su figura blanca inconfundible de camiseta blanca,  pantalón blanco y pañuelo blanco cubriéndole la frente y anudado en la nuca se elevó por encima de los defensores contrarios en busca del balón que venía volando… ¿Qué ocurrió?
Hizo un escorzo genial, conectó uno de sus cabezazos famosos y alojó el balón en la portería del equipo rival.
Entonces el campo explosionó de júbilo, incluido mi padre, y cuando se sosegaron los ánimos en las gradas ocurrió esta estampa inolvidable para la historia de mi familia y para los aficionados locales a este deporte.
Un señor que estaba muy próximo a la localidad de mi padre, que había estado soportándole sus impertinencias durante gran parte del partido, que vestía una pelliza de cuello con pelo, gorra de paño a cuadros y con visera, pantalones de pana tostados y unas buenas botas de cuero se plantó delante de él y le preguntó con su aspecto de gañán y armado de coraje y argumentos válidos… ¡¡¡Como se deben de decir las cosas en la vida!!!:
- ¿Ahora qué dice usted químico del fútbol?
Cuando vemos partidos en la “Peña del Real Madrid” siempre hay energúmenos como mi padre, yo de vez en cuando, templados como el señor de la pelliza y, como es lógico, éstos nos dicen a los otros “químicos…”, nos meten el resuello para dentro y nos mondamos de risa.
Otra vez me llevó al viejo estadio de “Los Cámenes”, ubicado en Granada, para presenciar un encuentro del titular con el Real Madrid de Di Stéfano, Puskas, Gento, Rial, Kopa… Le ganamos al Granada por 4 goles a 3 y fue un recuerdo imborrable. En ese partido también nos ocurrió un hecho anecdótico. Mi padre me aleccionó bien antes de entrar al estadio:
- Que no se te ocurra dar voces si marca nuestro equipo que vamos a estar rodeados de hinchas del Granada y lo podemos pasar mal.
Yo resistí bien el montón de goles pero en el cuarto del Madrid se me fue la pinza y grité:
- ¡¡¡Gooool!!!
Mi padre se disculpó ante los vecinos y, la verdad, fueron correctísimos con nosotros.
En Villargordo mi padre puso en marcha, junto a D. Francisco Bautista Tirado, su íntimo amigo y compañero de profesión, las bases del actual C. F. Villargordo.
Entre aquellos niños que estaban con ellos en la escuela formaron la plantilla que tantas alegrías nos daban a los villargordeños entonces, eran nuestros ídolos de la infancia.
En aquel equipo hubo grandes futbolistas y uno de ellos, Antonio Castellano CallesBotana”, fue seguido por el equipo técnico del Real Jaén, lo convocaron al viejo estadio de “La Victoria” para que probara en un entrenamiento con el primer equipo, un día subió para la prueba y no cuajó. “Botana” fue un gran delantero centro que, en nuestros tiempos, hubiera llegado muy lejos.
Como en aquellos años los viajes a la capital no eran fáciles, la prueba era a una hora mala, no subía el autobús varias veces al día como ahora y, además, como mi padre tenía que trabajar pues necesitó compaginar ambas circunstancias para poder acudir junto a su pupilo al estadio. Para ello se montó la aventura de pedirle a su gran amigo José MorenoEl esquilaor” la moto “Guzzi Hispania” que tenía, él aceptó de inmediato la petición.
Llegado ese día le dio al intrépido motorista unas leves indicaciones, lo montó, le dio un empujón y allá que se fue sin más experiencia.
Hizo bien el viaje de ida, presenció la prueba y regresó al pueblo pero, una vez aquí, se aliaron varias circunstancias contra él y tuvo un pequeño percance. Contra él intervino su condición de  nerviosillo, el pavimento de las calles que entonces era de tierra con piedrecitas y, como no, su nula experiencia con las motos. Al llegar a la puerta de José para devolverle su moto intentó pararla, no manejó de manera correcta el embrague, el acelerador, los frenos o quién sabe lo que hizo… ¿Qué le ocurrió?
Dio un buen cebolletazo en el suelo, puso las manos en él al aterrizar sin paracaídas para defenderse, las piedras pequeñas que había le destrozaron las palmas de las manos y las llevó a casa vendadas, dándonos un gran susto. Jamás en la vida se volvió a montar en otra moto, ni de paquete.
Hace unas mañanas recordé con Juan estas anécdotas, hablamos de los fallecidos, de las edades que hubieran tenido ahora y entonces me comentó que su 87 cumpleaños estaba cercano. Mi esposa, que está muy atenta a todas estas celebraciones, le dijo:
- Juan, como usted fuma siempre puros y en la casa tengo guardados un montón pues, si usted quiere, se los traigo para ese día.
El día acordado se cumplió la entrega del regalo.
Tomamos café y charlamos durante bastante rato. Recordamos otras cosas de aquellos tiempos y Juan nos relató lo que le ocurrió en su juventud con “Pencho”, un cabo primero de la Guardia Civil que estuvo destinado en nuestro pueblo durante un tiempo. Eran los años de la posguerra y este señor tenía atemorizado al pueblo, sobre todo a los hombres que regresaban a sus casas tarde.
Serían la diez de la noche, Juan caminaba hacia su hogar, venía de tomar unas copas en el bar de “Santiaguillo”, éste estaba ubicado en la plaza de la Iglesia y frente al viejo Ayuntamiento.
Aquella noche hacía frío, Juan caminaba por la calle José Mª Polo con el cuello de la chaqueta subido, las manos guardadas en los bolsillos y se topó con la pareja de la Benemérita, aquella noche la formaban el dichoso “Pencho” y Manolo Cazalilla, éste sí dejó buenos recuerdos en el pueblo.
Al pasar junto a ellos el cabo le echó el alto, él se detuvo y recibió esta orden:
- ¡¡¡Saca las manos de los bolsillos!!!
Juan obedeció de inmediato y ahora recibió esta pregunta:  
- ¿Cómo te llamas?
- Juan Moreno,El esquilaor”.
Entonces el cabo se dirigió a “Cazalilla”, así es como el pueblo llamaba al otro guardia, y le preguntó:
- ¿Lo conoces tú?
- Sí, es primo de la novia de mi hijo.
El cabo se dirigió de nuevo a Juan y le volvió a interrogar:
- ¿De dónde vienes?
- He estado con los amigos en el bar de “Santiaguillo” y ya voy para mi casa.
- ¿No sabes que por la noche no se puede salir? – volvió el cabo a preguntarle.
- Yo no sabía nada señor guardia– le respondió Juan.
Nos contó que la escena acabó recibiendo del cabo el encargo de que no volviera a salir a esas horas por las calles. Así es como asustaban a la gente y él nos confesó que ya no volvió a salir más por la noche.
También nos recordó los hechos que ocurrieron algunas noches en el BarPancho”. Cuando entraba este señor por la puerta y se enteraban los clientes que estaban jugando al tute o al dominó en el piso superior ya se armaba la marimorena para intentar evitar el recibir una buena tunda de palos… ¡¡¡Algunos llegaron a descolgarse por el balcón hasta la calle de la farmacia y otros saltaron desde la terraza que había con vistas al “Paseo” hasta el patio interior que entonces tenía el edificio!!!
Yo conocía de este señor, porque me lo contó mi padre, una escena mezcla de violencia y jocosidad. Una noche paró en la calle Eras a uno de los vecinos que iba a su casa para acostarse y, además, bastante mamado. Lo para y empieza el turno de preguntas ya conocido:
- ¿Cómo te llamas?
- Eufrasio Moral, para servir a Dios y a los presentes. Señor cabo, soy más conocido como EufrasioEl vago”.
- El apodo no me interesa… ¿Dónde vives?
- Yo no vivo.
Eufrasio era un hombre muy redicho, hablaba con lentitud y estos ingredientes se veían aumentados por los efectos del vino. Estas formas desesperaron al cabo y ahora preguntó con palabras más subidas de tono:
- ¿Dónde vives?
- Le he dicho que yo no vivo.
Ante la insistencia de Eufrasio, la soberbia de “Pencho” comenzó a desbordarse, ya se había elevado el volumen del altavoz, las manos se agitaban con fuerza y la tragedia se mascaba en el ambiente nocturno. El cabo le repitió el contenido de la pregunta gritando, Eufrasio se percató del peligro que se cernía sobre él y, tomando la muleta entre sus labios, toreó al toro verdial, sin cuernos, así:
- Señor guardia, si a vivir con la suegra usted le llama vivir pues entonces vivo en la calle Eras número 6 pero, con todos mis respetos hacia usted, yo a eso no le llamo vivir.
Cuando terminó de hablar Eufrasio la escena dio un giro radical, arrancó de la boca de “Pencho” una carcajada y, cuando se tranquilizó, le dijo:
- ¡¡¡Tiene usted toda la razón del mundo, eso no es vivir!!!
- ¡¡¡Gracias señor guardia, me ha comprendido!!! – le respondió.
- ¿Acepta que lo invite a una copa en casa de “Santiaguillo”?
- Sí que acepto y, como me invita, incluso aguantaría aún alguna más.
Después de recibir “Pencho” esta genial respuesta la sonrisa afloró de nuevo en el ambiente y se encaminaron hacia el bar, inmersos en un ambiente distendido y alegre.
Estas escenas se vivían a diario en el Villargordo de la posguerra… ¿Quién tenía la culpa?
Los funcionarios que, como “Pencho”, denigran el cuerpo profesional al que sirven, en este caso a la Benemérita. Pero los reproches se elevaban hasta Franco y yo me he preguntado muchas veces, por los casos hoy expuestos aquí y por otros que viví en mi juventud en los últimos años de la dictadura… ¿Franco le decía a “Pencho” que actuara así con los villargordeños y no se lo decía a “Cazalilla”?
Prefiero dejar mi respuesta en blanco y así cada uno de mis inteligentes lectores se regalará una respuesta justa y sensata sobre la actuación de este señor c_ _ _ _, eso era para mí.


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